Hazte premium Hazte premium

Pesadilla en la cocina

Chicote se enfrenta al restaurante más indisciplinado de «Pesadilla en la cocina»

En el Lolailo, ninguno de los integrantes de la plantilla entienden lo que es la responsabilidad para sacar un servicio lógico, mientras resuelven sus problemas con el chupito estrella del local: «la mamadita»

Alberto Chicote al encontrarse con «la mamadita» del Lolailo en «Pesadilla en la cocina» ATRESMEDIA

Play Televisión

Este jueves, Alberto Chicote se desplazó hasta Valencia con su «Pesadilla en la cocina» para echar una mano a la taberna Lolailo , un restaurante que estaba pasando por serios apuros. Y no será porque manos les falten. Mara es la propietaria del establecimiento, que comenzó trabajando junto a África , su hija. Pero, como cambiaron de local y se hizo una taberna más grande, no daban a basto y decidieron incorporar a María José , su prima, a Albert , el marido de Mara, y a Fernando , su exnovio.

El sello del local era un chupito elaborado con vodka, nata y sirope que fue bautizado como «mamadita» . Desde el Lolailo desconocían por qué estaban fallando y los motivos que les habían llevado a perder clientela a raudales. «Es de cachondeo» , confesó Mara en «Pesadilla en la cocina» , siendo esta la seña de identidad del local. «La gente se lo pasa muy bien», continuó María José. Si embargo, según Mara, no entra nadie. «Por la moda de no engordar la gente no viene», sentenció la propietaria, al tener muchos fritos en carta.

Por eso, Chicote tendría que intentar rescatar y convertir en esta taberna descontrolada que perdía dinero. A su llegada al Lolailo, lo primero que sorprendió al chef fue que, en realidad, el establecimiento es una taberna andaluza aunque no tienen arraigo alguno a dicha tierra. De hecho, Mara se decidió por esta temática porque a su hija le encantaban los lunares.

Chicote fue descubriendo las dos salas del Lolailo, en una de ellas con un photocall incluido. Además, Mara desveló que le preguntaba a los clientes su signo del zodiaco para saber hasta dónde podían llegar con ellos para que todos se lo pasaran lo mejor posible. Pero el problema era que el chef no se lo iba a pasar tan divertido mientras probaba los platos. Al leer la carta, descubrió que esta tenía un apartado en inglés cuyas traducciones eran horribles. «Me lo estoy pasando pirata» , dijo Chicote mientras leía el apartado en otro idioma en «Pesadilla en la cocina» .

A medida que iba probando los platos, el cocinero se fue dando cuenta de que uno de los grandes problemas del Lolailo era la comida. El pulpo que pidió, en realidad, era rejo . Además, gran parte de las elaboraciones eran realizadas eran congeladas y de mala calidad. Ante esto, la única solución que le vio la familia para poder salvar su situación era utilizar su bebida estrella. «Tienes que ir a emborracharlo antes de que venga . Es la única manera de salvarnos», le dijo la dueña a su prima antes de que acudiera al chef con la «mamadita», que se quedó ojiplático .

Cuando bajó a cocina, descubrió primero que no tenían fuegos ni para poder cocer un huevo , y que todo se basaba en fritos. Además, ni siquiera la paella que estaban preparando era buena. Por suerte, la limpieza no era un punto a solucionar, aunque la precariedad con la que trabajaban era seria. A eso se sumaba la poca profesionalidad de la que hasta presumían en «Pesadilla en la cocina» .

En el primer servicio vigilado por Chicote, pudo comprobar de primera mano que no se cocinaba en el local. La paella preparada a mediodía, lista en su paellera, se calentaba en el microondas antes de salir a sala. Además, no tenían un sistema efectivo de funcionamiento. Se organizaban mesa a mesa, y hasta que no se habían sacado todos los platos de una no se preparaban los de la segunda . Esto provocaba que, mientras solo una mesa comía, el resto esperaban de forma indefinida. Por si fuera poco, un huevo explotó en pleno servicio y apareció una cucaracha muerta en un plato que salió a mesa.

Al término del pase, las cosas estaban meridianamente claras: faltaba limpieza, cocina de verdad y organización, todo ello aderezado por profesionalidad por todos lados. Por ello, al día siguiente, hablando con Mara a solas, quiso que respondiera de verdad. Y lo que se encontró fue con una propietaria al borde del ahogo, tanto económico como personal. Llevaban meses sin pagar el alquiler , por lo que acudieron a «Pesadilla en la cocina» como última oportunidad. «Te hemos llamado con desespero, porque entrar al local hasta me enfurece. Al entrar es un cúmulo de nervios. Tengo hasta ataques de ansiedad» , desveló.

Para el segundo servicio, el chef decidió darle un giro a la organización. África pasaría a la cocina, dejando a Mara en sala. Sin embargo, este cambio tampoco fue efectivo. La hija no conocía las elaboraciones, el sistema tampoco era efectivo y, además, la propietaria tampoco era amable con el servicio. Por eso, María José tuvo la solución a todos los problemas del servicio: una ronda de «mamaditas» para todos los comensales . Con esto salvaron la papeleta, pero no ocultó el desastre ni a los clientes ni a Chicote.

El cocinero de «Pesadilla en la cocina» estaba muy enfadado con los empleados porque no habían asumido ningún error y consideraban que todo lo que decía era un reproche en vez de recomendaciones. Por eso, el chef tenía que hacer darles cuenta de lo que estaba sucediendo en la última conversación que pudo tener con tranquilidad. Junto a Mara, África y María José, Chicote se encontró con una familia hundida y cansada de la situación por la que pasaba el Lolailo antes de la llegada de «Pesadilla en la cocina» . «Tenemos que ser una piña, no solo de risas. Tenemos que ser responsables de verdad» , reaccionó la hija de la propietaria, cambiando así la actitud de la familia, muy necesaria para poder sacar adelante el establecimiento.

Al día siguiente, llegó la reinauguración del Lolailo. Nueva cartelería en el exterior, nueva decoración en el interior. Además, les instalaron un lavavajillas industrial, batería del que no disponían y, sobre todo, fuegos para poder cocinar. Además, «Pesadilla en la cocina» les instaló un tablao flamenco, un sueño incumplido de la dueña del local. Para la nueva carta —traducida al inglés correctamente—, contó con menos fritura, productos de calidad, aunque otros cocinados de fácil elaboración y gran sabor.

Con todos los ingredientes en cocina y el establecimiento reacondicionado, debían de mostrar si el cambio de actitud era real en la reapertura, el servicio clave para demostrar que eran capaces de relanzar el Lolailo, en un servicio de reapertura al que llegó hasta Rappel . No había terminado de arrancar el servicio cuando las comandas ya se estaban acumulando. África estaba completamente desbordada en la cocina, incapaz de saber por donde arrancar.

La situación llegó a tal extremo que África terminó explotando. Mara acudió a su rescate y decidió tomar las riendas del local , intentando poner orden en cocinas. Gracias a este cambio, el servicio se pudo llegar a salvar, disfrutando los comensales y, sobre todo, los empleados al ver que el trabajo salía adelante. Aunque les faltan experiencia, hay posibilidades de que sobrevivan sin Chicote , aunque habrá que esperar para descubrirlo.

Esta funcionalidad es sólo para suscriptores

Suscribete
Comentarios
0
Comparte esta noticia por correo electrónico

*Campos obligatorios

Algunos campos contienen errores

Tu mensaje se ha enviado con éxito

Reporta un error en esta noticia

*Campos obligatorios

Algunos campos contienen errores

Tu mensaje se ha enviado con éxito

Muchas gracias por tu participación