El Ébola continúa con su reguero mortal al oeste de África
Solo entre el pasado domingo y el martes se produjeron 21 nuevos fallecimientos, así como se identificaron 44 casos
El brote de Ébola que, desde febrero, asuela el oeste de África continúa con su mortal avance. Según cifras de la Organización Mundial de la Salud (OMS) ofrecidas este viernes, entre el pasado domingo y el martes se produjeron 21 nuevos fallecimientos, así como se identificaron 44 casos.
Con ello, el número de incidentes sospechosos asciende ya a 888, con al menos 539 muertes.
La gran mayoría de casos se registraron en Guinea. De igual modo, la epidemia también afecta a las vecinas Liberia y Sierra Leona.
En virtud de la crisis, el jueves, la Comunidad Económica de los Estados del África Occidental (Cedeao) aprobaba durante la celebración de una cumbre de urgencia en la capital de Ghana, Accra, la creación de un fondo solidario para frenar la crisis. En él, Nigeria se comprometió a donar 3,5 millones de dólares a los países afectados.
Como relatan desde la «zona cero» a este diario, el primero de los casos se habría producido, presuntamente, el pasado 2 de diciembre, cuando un niño de dos años contrajo la enfermedad en la localidad de Meliandou, en la región de Guékédou. El menor fallecería cuatro días después.
Sin embargo, en una epidemia históricamente acostumbrada a brotes en aldeas o zonas de tamaño reducido, ¿por qué ahora esta expansión tan atroz? ¿Sobre todo desde febrero?
Para los expertos, esto es debido a los desplazamientos de población. Y un simple vistazo a la geografía regional ayuda a entender estas palabras: Mientras que los anteriores brotes ocurridos en Uganda, Sudán o República Democrática del Congo correspondían a zonas ciertamente aisladas, las guineanas Guékédou o Macenta son un hervidero migratorio hacia Sierra Leona o Liberia.
El control es primordial
Aunque la mortalidad es más alta que en otras enfermedades (en algunos de casos es cercana al 70-90 por cien), en la actualidad, es posible dar un tratamiento de soporte oral e intravenoso para evitar que otras enfermedades compliquen la evolución del paciente y sus posibilidades de sobrevivir. En este sentido, el control de las comunidades que han servido de epicentro del brote es fundamental.
Los síntomas de la enfermedad incluyen fiebre repentina, debilidad intensa, dolor muscular y de cabeza e irritación de garganta, seguidos de vómito, diarrea, sarpullidos, fallos renales y hepáticos y hemorragias, tanto internas como externas.
De igual manera, ante el imaginario colectivo que vincula esta enfermedad con el consumo de homínidos, lo que sí se ha comprobado es que muchos de estos brotes comienzan con el contacto de una persona con un animal contaminado, caso de monos o pequeños mamíferos.
En este sentido, la jefa médica liberiana, Bernice Dahn, reconoce el papel jugado por los cazadores de estos animales en la propagación de la epidemia: «Uno de los primeros casos, sino el primero, es el de un hombre que había acudido al bosque para poner 500 trampas para murciélagos. Posteriormente, a su regreso, comenzó a enfermar».
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