LA TERCERA
Las 'Sanchilinarias' de Cicerón
«¿Tú serías capaz de corregirte algún día? No eres una persona tal a quien el sentido del honor pudo jamás retraer de la infamia, por tanto, como he repetido tantas veces, vete de una vez»
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«Los pueblos que ya no tienen solución suelen tener estos epílogos letales: se rehabilita en todos sus derechos a los condenados, se libera a los presidiarios, se hace regresar a los exiliados, se invalidan las sentencias judiciales. Cuando esto sucede, no hay nadie que ... no comprenda que eso es el colapso total del Estado, donde esto acontece, nadie hay que confíe en esperanza alguna de salvación». Estas palabras parecen escritas pensando en Pedro Sánchez pero tienen casi 2.100 años. Las escribe el gran defensor de la república romana, Cicerón, en el año 69 aC en las 'Verrinas', sus cinco discursos contra Verres, que fue uno de los gobernantes más nefastos de la Roma republicana, un 'trepa' conocido por sus abusos y tropelías durante su mandato en Sicilia, que además de acribillar a impuestos a los ciudadanos, esquilmó a los agricultores e incluso gravó la circulación por las vías de la isla, lo que serían nuestras autovías.
Este Verres maniobró por todos los medios para conseguir otro tribunal que le fuera favorable. Si algo caracteriza también al sanchismo es su pretensión de controlar y manejar a su antojo el poder judicial, nombrando a su exministra de Justicia como fiscal general del Estado, o a dos ex altos cargos del Gobierno de Sánchez como miembros del Tribunal Constitucional que ha de pronunciarse sobre recursos a leyes aprobadas bajo el sanchismo.
Vamos a seguir escuchando a Cicerón, en este y otros discursos suyos. Tan sólo cambiamos el nombre de los personajes a los que se dirige Cicerón por el de Sánchez: «¿Hasta cuándo seguirás abusando de nuestra paciencia Sánchez? ¿Por cuánto tiempo aún te burlarás de nosotros? ¿Hasta qué límite llegará, en tu soberbia, tu desenfrenada audacia? ¿No te das cuenta de que tus maquinaciones han quedado al descubierto? A nosotros, con resguardarnos de las locas acometidas de este sujeto, nos parece que hacemos bastante en pro del estado, pero no es suficiente. Tus planes brillan ante nosotros más claros que la luz. ¿Te atreves a negarlo? ¿Por qué callas? ¿Entre qué gentes estamos? ¿Qué república tenemos?
No debe ponerse más tiempo en peligro el supremo bien del Estado por causa de un solo hombre. Tú has sido capaz no sólo de no respetar las leyes y los tribunales, sino también de derrocarlos y conculcarlos. Y es que este es el punto de vista de las leyes: que la convivencia de los ciudadanos quede intacta, y que castiguen con las multas o la cárcel a quienes la entorpezcan. Además, quitar algo a otro y aumentar una persona su bienestar a costa del perjuicio de otro acaba con la convivencia y la sociedad humana. El motivo principal por el que se ha instituido el Estado es que cada uno conserve sus bienes (frase pensada contra los que permiten la ocupación de viviendas).
Pero ¿qué digo? ¿A ti te puede conmover algo? ¿Tú serías capaz de corregirte algún día? No eres una persona tal a quien el sentido del honor pudo jamás retraer de la infamia, por tanto, como he repetido tantas veces, vete de una vez. Aun así, a pesar de todo, hay quienes o no ven lo que nos amenaza o cierran los ojos a lo que ven. Estos, con sus indulgentes opiniones, han alimentado la esperanza de Pedro Sánchez, y con su incredulidad, han fortalecido sus planes.
¡Afortunada república si echase a este personaje! ¿Qué rufián puede encontrarse que no confiese que ha tenido una relación estrecha con él? Observad la desvergüenza y arrogancia de este hombre. Yo confío en que pronto recibirá el castigo (electoral) por sus actos infames y caprichosos, por su maldad contra el Estado de derecho. ¿Hay alguien que no lo tenga decidido, teniendo en cuenta la magnitud de sus injusticias y su negligencia con las leyes?
De nuestra parte lucha el respeto, de la de Sánchez la chulería; de la nuestra la honestidad, de la suya el deshonor; de la nuestra la lealtad, de la suya la mala fe, de la nuestra la concordia, de la suya la arrogancia; de la nuestra la honradez, de la suya la indignidad; de la nuestra la moderación, de la suya el capricho; de la nuestra la equidad, la mesura, la grandeza de espíritu, la prudencia y todos los valores que luchan contra la injusticia, el abuso de autoridad, la ineficacia y la insensatez. En fin, de nuestro lado la cordura, de la suya la sinrazón; del nuestro, la esperanza sensata, del suyo la desesperación absoluta».
Hasta aquí las palabras de Cicerón ¿Hay algo de más actualidad que leerlo? Los clásicos grecolatinos nos ayudan a entendernos a nosotros mismos, a interpretar el mundo que nos rodea y a tomar las decisiones necesarias para defender la convivencia, la libertad y la justicia. Los clásicos son para la vida, como escribió mi querido Nuccio Ordine.
Cicerón ya sufrió a personajes que, como Sánchez, asaltaron las instituciones, indultaron a los golpistas, alteraron las leyes que defendían el estado, acosaron a los jueces, manipularon la fiscalía, excarcelaron a condenados, pactaron con asesinos (Sánchez con los filoterroristas), se asociaron con los enemigos de la democracia, intentaron condicionar el voto con subvenciones, fomentaron la polarización, sembraron el enfrentamiento, atacaron la convivencia, empobrecieron a la sociedad y gobernaron desde la soberbia y el cinismo.
Entre otros muchos discursos, Cicerón pronunció las cuatro 'Catilinarias' contra el golpista Catilina con ese comienzo para la historia. Catilina era un tipo sin escrúpulos que según él mismo no mentía, «cambiaba de opinión». Pronunció también las mencionadas 'Verrinas' contra Verres; o las catorce 'Filípicas', contra Marco Antonio porque veía en él un peligro mortal para la libertad en Roma. Llevaba razón el gran maestro de la oratoria: Marco Antonio colaboró en liquidar la república romana y en su pacto con Octavio pidió, literalmente, la cabeza de Cicerón.
Por algo, Stephan Zweig dedica a Cicerón el primero de sus 'Momentos estelares de la humanidad'. Representa la defensa de la justicia, de la igualdad, de la libertad, del estado de derecho, es el símbolo de la denuncia contra cualquier abuso de poder, «el principal humanista, defensor del derecho, el último campeón de la libertad romana». Cicerón nos sigue hablando miles de años después, se dirige directamente a nosotros y nos recuerda el peligro que supone para la democracia la mentira como forma de gobernar. Los clásicos nos esperan en el futuro.
En uno de sus discursos proclama: «Es un personaje que no soporta una crítica, todo discurso que se pronuncia contra sus deseos le ofende gravemente». Parece dirigido a Sánchez.
Y es que las mismas palabras de Cicerón, casi 2.100 años después, escriben ahora las 'sanchilinarias'.
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