La invasión de Normandía no fue el único Día D: los 127.000 soldados olvidados del desembarco de Saipán
La operación Forager no recibió nunca la misma atención que la operación Overlord en lo que a libros y películas de Hollywood se refiere, pero fue igual de decisiva para el final de la Segunda Guerra Mundial y desencadenó una de sus mayores batallas navales

La invasión de Normandía , por importante que resultara, no fue ni mucho menos el único Día D que se produjo en junio de 1944. Es cierto que este que vamos a contarle no recibió nunca la atención que el primero en lo que a ... libros y películas de Hollywood se refiere, pero a menudo olvidamos que movilizó a 127.000 soldados, fue igual de decisivo para el final de la Segunda Guerra Mundial y desencadenó una de sus batallas navales más devastadoras y gigantescas. Una que, además, los estadounidenses y los japoneses llevaban esperando cerca de 20 años.
Ambos países daban por sentado, desde el final de la Primera Guerra Mundial, que en una futura guerra entre ellos, el desenlace dependería de un enfrentamiento decisivo entre sus flotas en algún punto del Pacífico occidental. Muy probablemente en el mar de Filipinas. La idea, incluso, influyó en la planificación estratégica de sus ejércitos antes de 1939, tanto en sus maniobras como en sus ejercicios navales anuales. Y después de iniciados el choque, ambos siguieron creyendo que la batalla verdaderamente decisiva —la que determinaría el desenlace final de la Segunda Guerra Mundial— aún estaba por llegar. Y ahora, por fin, había llegado.
Tal y como declaró el almirante Soemu Toyoda sobre la estrategia que iba a seguir Japón si los estadounidenses atacaban las Marianas en el verano de 1944: «Debemos alcanzar nuestros objetivos por el procedimiento de aplastar de un solo golpe el núcleo de la gran concentración de fuerzas enemiga en una batalla decisiva», dijo, según las palabras recogidas por los historiadores Charles A. Lockwood y Hans Christian Adamson en «Battles of the Philippine Sea» (1967).
El desembarco de Saipán
La batalla del mar de Filipinas tras el desembarco en Saipán se produjo tan solo nueve días después de que los soldados aliados desembarcaran en Francia, a 12.000 km de allí. La operación Forager, como se la bautizó («recolector»), fue protagonizada por dos divisiones de Infantería de Marina estadounidenses, que saltaron a tierra en la isla más grande del archipiélago el 15 de junio de 1944. «Que los aliados fueran capaces de organizar dos importantes invasiones en puntos opuestos del mundo, con una diferencia de solo nueve días, venía a subrayar el carácter global de la guerra, y, al mismo tiempo, la magnitud de los recursos de los aliados», apunta Craig L. Symonds en «La Segunda Guerra Mundial en el mar» (La Esfera de Los Libros, 2019).
Las 15 islas que componen la cadena de las Marianas forman un arco de 750 kilómetros de longitud que se extiende de norte a sur a través del Pacífico central. Estados Unidos decidió invadirlas por dos motivos. Por un lado, recuperar Guam, que les había pertenecido hasta la invasión nipona de 1941; y por otro, que desde allí los bombarderos B-29 Superfortress de largo alcance podían llegar, incluso, hasta Tokio. No hay que olvidar que tres de las islas eran lo bastante grandes como para albergar bases militares y que la que se encontraba más al norte —la más próxima a Japón— era Saipán.
Los estadounidenses llevaban años deseando una batalla como la del mar de Filipinas, pero el carácter de aquella confrontación tantas veces anticipada había cambiado muchas veces en el tiempo: desde un combate muy igualado entre acorazados, hasta un enfrentamiento con portaaviones a gran distancia. Sin olvidar, además, que la idea de este enfrentamiento final estaba profundamente arraigada en la cultura de la U.S. Navy y en la de la Armada Imperial japonesa.
Los preparativos
La concentración de fuerzas estadounidenses de esta operación se produjo al mismo tiempo que los preparativos para el desembarco de Normandía. Se puede decir que estábamos ante el segundo Día D en tan solo un mes. Y, de hecho, tal y como apunta Symonds en su libro , «en términos de potencia de fuego, la flota de invasión de Saipán era aún mayor que la que se destinó a Normandía». Estados Unidos, con el comandante Raymond Spruance al frente de la fuerzas invasoras, utilizó 15 portaaviones, 7 acorazados, 11 cruceros y 86 destructores que darían cobertura a 56 buques de transporte de ataque y 84 LST con capacidad para nada menos que 127.571 soldados y marines.
La gran diferencia entre ambas operaciones es que, mientras que los estadounidenses solo tenían que recorrer entre 80 y 160 km para alcanzar la orilla francesa a través del canal de la Mancha en la operación Overlord, en la invasión de Saipán tenían que navegar más de 5.600 kilómetros desde Pearl Harbor hasta el punto de desembarque. Además, el mismo general Eisenhower había advertido que la invasión de Normandía podía conllevar que sus tropas se quedaran varadas en la playa francesa durante tres días sin ningún tipo de reabastecimiento, pero a nadie debió importarle que en Saipán iban a quedarse aislados unos tres meses.
A esto se sumó más de un accidente durante los preparativos. El 17 de mayo, mientras se cargaba la munición en Pearl Harbor, uno de los proyectiles explotó y prendió fuego a unos bidones de gasolina que había al lado. Uno de los buques voló en mil pedazos en medio de una atronadora bola de fuego, lo que a su vez provocó numerosas explosiones de otros buques cercanos y la muerte de 168 hombres. «Jeeps enteros, fragmentos de barcos, cañones, equipo, metralla, trozos de metal, todas esas cosas llovían sobre las aguas de West Loch», recordaba un testigo. Pero la operación siguió adelante.
«Los desembarcos han tenido éxito»
Durante el viaje hacia Saipán, a los marines les insufló mucho valor un inesperado anuncio por megafonía: «Escuchen. Ha comenzado la invasión de Francia. El Cuartel General Supremo ha anunciado que hasta la fecha los desembarcos han tenido éxito. Eso es todo». La noticia provocó una ovación sonora y prolongada, a pesar de que todos allí sabían que la Armada Imperial japonesa seguía siendo la tercera fuerza naval más poderosa del mundo, cuyos buques y acorazados habían empezado a concentrarse en la base de Tawi Tawi, al sur de Filipinas.

El encargado de afrontar esta amenaza fue el comandante Jisaburo Ozawa , con una fuerza más poderosa que la que había atacado Pearl Harbor en diciembre de 1941. Pensaba hacerse a la mar con cuatro portaaviones de gran tamaño, uno de ellos, el recientemente estrenado Taiho, que era el único con la cubierta de vuelo acorazada. También disponía de otros cuatro portaaviones más pequeños. Entre todos ellos podía poner en el aire 473 aviones.
Antes del amanecer del 19 de junio, Ozawa envió 69 de estos aparatos en busca de los estadounidenses, que fueron localizados finalmente a 610 kilómetros de ellos. Era una mañana despejada cuando el radar de los norteamericanos los localizó acercándose por el oeste y respondieron con la orden de que 140 cazas despegaran para interceptarlos. Pronto se puso de manifiesto que, además de duplicarles en número, los pilotos invasores eran mucho más experimentados. «El cielo se veía lleno de humo y de fragmentos de aviones», aseguró uno de los testigos. Tan solo uno de los aparatos nipones nipones llegó a acercarse lo suficiente como para acertar con una bomba en el acorazado South Dakota.
258 aviones por 33
Unas horas más tarde hubo otro ataque de los japoneses, con más aviones, y otros dos por la tarde, con la intención de frustrar el previsible desembarco de Estados Unidos en Saipán. De nuevo, tan solo unos pocos aviones lograron atravesar el enjambre de los cazas americanos Hellcat y la cortina de la artillería antiaérea. Al final de aquella larga jornada, Japón había perdido 358 aviones y la mayor parte de sus pilotos. Los estadounidenses, solo 33.
Los que primero desembarcaron en Saipán fueron las Divisiones de Infantería 2ª y 4ª, que avanzaron hacia el interior luchando palmo a palmo contra los japoneses, muchos de los cuales, por lo general, preferían suicidarse antes que rendirse. El 6 de julio, el almirante Nagumo se pegó un tiro. Cuatro días después, el teniente general Yoshitsugu Saito se hizo el harakiri, mientras los jefes militares trataban de convencer a sus soldados de que siguieran el mismo ejemplo, ya que, si caían prisioneros, los estadounidenses les torturarían hasta matarlos. Al menos, eso era lo que les decían. La consecuencia fue que, pocos días después, se produjo un suicidio masivo desde el borde de un acantilado de 240 metros de altura en Marpi Point, en el extremo septentrional de la isla.
«Podría decirse que junio de 1944 fue el mes decisivo de toda la Segunda Guerra Mundial. Tanto en el mar de Filipinas como en la costa de Normandía, los aliados se abrieron paso a través de las barreras defensivas y las potencias del Eje nunca lograron recobrarse del todo. La abrumadora superioridad material en poderío naval y en transporte marítimo permitió a los aliados llevar adelante aquellas dos importantes ofensivas de forma prácticamente simultánea», explica Saymonds.
La definitiva lucha en tierra
«Los norteamericanos desembarcan en Saipan», rezaba el titular de ABC el 16 de junio de 1944 . «El comunicado del almirante Nimitz, comandante en jefe del Pacífico, anuncia que el grueso de sus fuerzas tomó tierra bajo la protección de la artillería de los cruceros, acorazados y destructores. Los primeros informes indican que las pérdidas de los estadounidenses en hombres han sido relativamente pocas», contaba la noticia. Finalmente, la isla fue conquistada al completo en julio, mientras que Guam y Tinian, en agosto.
Los estadounidenses continuaron avanzando con gran éxito por el Pacífico hasta Japón y construyeron un aeropuerto de grandes dimensiones en Tinian, desde el cual despegaron los B-29 para bombardear ciudades niponas hasta los últimos días de la Segunda Guerra Mundial, así como los dos que lanzaron las bombas atómicas sobre Hiroshima y Nagasaki. Poco antes, el 26 de julio, un mes después de que los pilotos norteamericanos aniquilaran el poderío aéreo naval japonés en el mar de Filipinas, el crucero pesado Baltimore entraba en el puerto de Pearl Harbor con el presidente Roosevelt a bordo, lo que demostraba su dominio total del Pacífico oriental. La rendición de Japón era inminente.
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