Gran Asador Lecanda

David Lecanda es un vasco asentado desde hace muchos años en Madrid, donde en 1998 creó la marca El Pimiento Verde, que cuenta con cinco restaurantes. Ahora da un nuevo paso, mucho más ambicioso, abriendo, en el local de la calle Lagasca donde estuvo el primero de sus establecimientos, este asador de lujo al que ha puesto su apellido. La reforma ha sido considerable para darle un aire más sofisticado al espacio, huyendo de la imagen del asador tradicional aunque sin renunciar a lo principal, las parrillas, que pueden verse a través de grandes cristaleras.

La inversión ha sido importante. Y esa, junto a la calidad de la materia prima y a algunos productos ‘de lujo’ incorporados a la carta, es la causa de que la factura final resulte bastante elevada. Sin embargo parece que no es algo que preocupe a la clientela. Da la impresión de que los precios disparatados han dejado de ser un hándicap en este Madrid que vive con tanta alegría. Dicho lo cual, también tengo que decir que me ha gustado este Asador Lecanda. Buenas instalaciones, buen servicio de sala (especialmente amable, aunque convendría rebajar el engolamiento) y excelente producto, con raciones generosas.

El cuidadoso tratamiento del pan es un buen detalle, como los son los aperitivos de chistorra y bollito de idiazábal. Está rica la ensaladilla con tartar de atún y piparras (22 euros) y muy bien el salmón ahumado (26), pero no así unas croquetas de cachopo (18) que solo saben a queso azul. Conviene saltarse la parte lujosa de la carta, que es la que dispara los precios. Puede entenderse lo que se factura por unos huevos rotos a la menorquina con bogavante (130) o langosta del Mediterráneo (160), pero cobrar 55 euros por una ración de pudin de cabracho parece algo desproporcionado. En ese bloque del lujo aparece todo el repertorio: angulas, caviar, cangrejo real…

Mejor centrarse en cosas más sencillas. Por ejemplo en alguno de los notables guisos como el marmitaco (24), la lengua de wagyu en salsa española (24) y especialmente las manitas a la vizcaína con cigalas (22), muy sabrosas. Hay también un changurro de cangrejo real (28) que resulta demasiado dulzón. En el capítulo de la carne, recomendable el steak tartar de solomillo (30), picado a cuchillo y que el maitre prepara con acierto en la sala, detalle de alta escuela que se agradece. Este apartado carnívoro, con permiso de los buenos pescados (besugo, rodaballo) que vemos en la cocina, es el más destacado.

Impecable la chuleta de vaca rubia gallega (110 el kilo), con 35 días de maduración, carne de calidad perfectamente asada. Se puede acompañar con buenos pimientos de Calahorra al horno (10), una de las guarniciones que se ofrecen.

También es alto el nivel de los postres, con la tarta de manzana (12) y la panchineta (10) como mejores propuestas, y un interesante capítulo de helados artesanos como el de pacharán (10). Salvando sus precios, se come muy bien en este nuevo asador.