Carlos Flores (Vox): «El modelo para la Comunidad Valenciana es el de Castilla y León»
El candidato del partido de Santiago Abascal a la Presidencia de la Generalitat pronostica un gobierno de coalición con el PP de Carlos Mazón tras las próximas elecciones autonómicas
Las últimas encuestas electorales pronostican un empate técnico entre derecha e izquierda en la Comunidad Valenciana

Carlos Flores (Valencia, 1964) estaba hasta ahora fuera de la política activa, pero sabe perfectamente en qué aguas se mueve. Catedrático de Derecho Constitucional, profesor universitario y columnista, señala que se sorprendió cuando Santiago Abascal le ofreció ser el candidato de Vox a presidir la Generalitat Valenciana en las próximas elecciones autonómicas.
En una extensa conversación con ABC, repasa los motivos que le llevaron a afiliarse al partido y su relación actual con el PP que le propuso para ocupar puestos en organismos públicos. Además, lanza un aviso a los populares sobre las negociaciones de un hipotético gobierno de derechas: Castilla y León es el espejo en el que quieren mirarse, con el bagaje de los últimos meses.
—¿Cuándo dio el paso de afiliarse a Vox, quién le pidió que fuera candidato a la Presidencia de la Generalitat y por qué ha aceptado?
—La propuesta me llegó después del verano del año pasado por parte del propio Santiago Abascal, que quiere incorporar caras nuevas, y la acepté inmediatamente sin saber en qué puesto concreto o a qué proyecto me iba a incorporar. Cuando tu país vive un momento tan complejo y tan grave como el que atraviesa en estos momentos España; la responsabilidad cívica exige dar un paso adelante. Lo que he hecho es pasar de la implicación individual que tiene un columnista o un profesor universitario, a la participación en un proyecto colectivo. No estaba afiliado al partido, pero es algo que hice sin problemas porque venía coincidiendo en muy buena medida con los principios de Vox.
—Coincidía con la línea de Vox, pero en los últimos años se le había adscrito más al PP por su buena relación con Isabel Bonig, que le propuso para el Consejo de Transparencia. ¿Supone esto una ruptura con los populares?
—Nunca he militado en el Partido Popular y los puestos a los que he accedido a propuesta del PP, tanto en el Consejo de Transparencia como en la Junta Electoral, son puestos dotados de independencia. En ninguno de esos dos puestos representaba o daba voz a la posición de la formación. Estoy agradecido y creo que he cumplido lealmente con el encargo que se me hizo en su momento.
Se me puede haber identificado con el PP porque he coincidido con cosas con ellos, pero el PP ha dejado de coincidir conmigo en otras muchas. Es un buen momento para decirlo, ahora que todavía están frescas las declaraciones de Alberto Nuñez Feijóo desdiciéndose de la postura que el partido ha mantenido en una cuestión tan clave como el aborto. ¿Con quién estoy de acuerdo, con los 50 diputados que recurrieron la ley del aborto o con el líder que se congratula de que ese recurso haya sido desestimado? Es imposible estar de acuerdo con los dos.

—¿Por qué un votante de centro derecha debería apoyar a Vox antes que al PP?
—La época de Isabel Bonig no sé si tiene mucho que ver con la época de Carlos Mazón, al igual que la época de Rajoy con la de Casado o Feijóo. El Partido Popular se ha ido desdiciendo paulatinamente de muchos de sus planteamientos y acercándose, a veces de manera muy sonrojante, a los del PSOE. Decía Abascal el otro día que el PP es el PSOE con diez años de retraso. Lo hemos visto en el caso de la ley del aborto: los populares presentaron un recurso en el Tribunal Constitucional y 13 años después aplauden su desestimación. Han abdicado de muchos de sus principios, abandonando a muchos de sus electores. A lo largo de toda su historia, pero sobre todo durante estos últimos años, se ha comportado con un extremado grado de tacticismo. Es un partido que se mueve en función de las encuestas, que va allá donde considere que hay una determinada bolsa de votantes a la que a la que es posible acudir.
Vox es un partido muy firme en cuestiones de principios. Estamos dispuestos a soportar todos los ataques, algunos de ellos muy furibundos, que nos puedan caer por creer en esas cosas. También a perder apoyos, si el precio de no perderlos es renunciar a nuestros posicionamientos. Además, hay un elemento personal. El PP no es un partido que trate bien a sus militantes ni a sus cuadros. Ha dejado muchos heridos en el camino. Vox no hace eso y eso es algo que yo valoro.
«Espero que el PP haga una lectura realista de los resultados y no una fantasiosa como la que hace con las encuestas»
—¿Por qué quiere ser presidente de una comunidad cuando su propio partido plantea suprimir ese Estado de las Autonomías?
—En este momento hay más partidos en el arco parlamentario que discrepan del actual modelo autonómico, que partidos que lo apoyen. Esquerra Republicana quiere una Constitución distinta, quiere salir de España. Pero también el PSOE. ¿Alguien le pregunta a Ximo Puig por qué es presidente de una autonomía cuando su partido querría que la Comunidad Valenciana fuera un estado federado al estilo alemán? El modelo federalista tampoco entra en la Constitución.
Vox plantea un proceso de recentralización del Estado dentro del marco constitucional, en la dirección opuesta a la de los últimos cuarenta años: menos instituciones, menos duplicidades, más unidad y más igualdad entre los españoles. Ahora repartimos una competencia entre las 17 comunidades autónomas y al día siguiente establecemos un foro de diálogo y un mecanismo de cooperación entre las mismas. La consecuencia de eso es un latente separatismo en el País Vasco y un separatismo más que manifiesto en el caso de Cataluña.

—Las encuestas plantean dos escenarios políticos a partir del 28 de mayo: un tercer tripartito de izquierdas -con la duda de Podemos- o un gobierno de PP y Vox. ¿Exigirá una Vicepresidencia o entrar en el ejecutivo en el caso de que sus votos fueran necesarios?
—Ese diagnóstico lo compartimos todos menos Carlos Mazón (líder de los populares valencianos), que cada vez que es interrogado sobre esta cuestión repite machaconamente que no contempla otro escenario más que un gobierno en solitario del PP, una mayoría absoluta o suficiente. No hay más que dos posibilidades: un tercer Botánico o un gobierno de coalición entre el PP y Vox. Es una evidencia y lo sabemos todos. Es el PP el que se niega a verlo y a hablar de lo que va a pasar el día después: si los números dan, para que haya una alternativa tendremos que sentarnos a fraguarla.
Si el PP resulta ser el partido más votado le corresponderá tomar la iniciativa para la formación de ese gobierno y nosotros esperaremos respetuosamente y pacientemente una llamada. Pero si nuestro concurso es necesario para la formación de su gobierno, exigiremos al PP el respeto debido a nuestros electores. Aquí lo que menos importa es si yo voy a ser el próximo vicepresidente del Gobierno valenciano o si lo va a ser cualquier otro compañero del partido, o si vamos a tener una tres o cinco consellerías. La pelota estará en el tejado de Carlos Mazón y del PP. Yo lo que espero es que haga una lectura realista de los resultados electorales que no se corresponda con la lectura fantasiosa que está haciendo de las encuestas.
—¿Ha hablado con Mazón?
—No hemos tenido ninguna conversación a este respecto. Nosotros hemos dejado patente cuál es nuestra posición, en declaraciones públicas y en el caso concreto de Castilla y León. Deseamos un cambio político, estamos abiertos a un pacto con el PP para propiciarlo y participar en él. No tenemos otro horizonte negociador. No somos como Cuca Gamarra, que no sabe muy bien a qué distancia está de Vox, del PP o del PSOE. Tenemos bien claro dónde estamos en el espectro político. En las condiciones que electores ordenen. Hay tres modelos de relación entre el PP y Vox: la mayoría absoluta de los populares en Andalucía, los acuerdos puntuales en Madrid y la coalición en Castilla y León. Yo tengo muy claro cuál va a ser el de la Comunidad Valenciana.
—¿Y cuál va a ser, según usted?
—Tengo perfectamente claro que va a ser el modelo de Castilla y León, porque el PP no va a ganar por mayoría absoluta y porque la diferencia entre el Partido Popular y Vox no va a ser como la que hubo en Madrid. De hecho, hemos conversado con los compañeros castellanomanchegos y sabemos cómo se han hecho las cosas allí. Hemos tomado nota de todo lo bueno y de todo lo malo del proceso negociador y seguimos muy de cerca la evolución de las relaciones entre los dos partidos en la Junta. Nos estamos nutriendo de nuestra experiencia.
—¿Se refiere al polémico protocolo sobre el aborto?
—Sí. Estamos aprendiendo como negocia el Partido Popular en circunstancias como estas y también estamos constatando el grado de fidelidad que tiene a sus pactos de gobierno.

—¿Manejan encuestas o sondeos internos que pronostican ese escenario que proyecta tras el 28 de mayo?
—Somos un partido pobre y no tenemos dinero para pagar nuestros propios sondeos, que por regla general cuando son encargados por un partido siempre tienen peor calidad. Si pagas, solo faltaría que no te diesen ganador. Nos nutrimos de las encuestas que hacen empresas serias y neutrales, que nos dan un margen de crecimiento exponencial y nos convierten en decisivos en el futuro de la Comunidad Valenciana.
—¿Cuál sería su primera medida si llega a la Generalitat? ¿Derogarían leyes como las LGTBI?
—La primera medida sería hacer un listado de toda la legislación absolutamente prescindible e innecesaria que ha aprobado el Botànic durante estos últimos ocho años y que muchas veces interfiere en la normativa estatal. Algunas están todavía en trámite, como una ley de participación que excluye a los inmigrantes, que no verifica la representatividad de las asociaciones o que dirige desde el propio Gobierno al tejido asociativo.
Otra de nuestras prioridades es tomar cartas en el asunto en determinados sectores que están profundamente necesitados de un giro en su política y nos han expresado su descontento. Entre ellos, el abandono al que se ven sometidos los agricultores, las políticas sociales en el ámbito sanitario o la implantación del requisito lingüístico en el educativo.
«Tengo mis cuentas con la Justicia sobradamente satisfechas»
—¿Cerrarán À Punt?
—Lo que pediría sería la apertura de À Punt. En estos momentos es una televisión cerrada a los castellano parlantes, a los no nacionalistas, a la gente que quiere información de calidad y a muchos valencianos. Yo llevo cincuenta días como candidato de Vox y no he sido invitado ni una sola vez a los estudios de À Punt. Lo mismo pasa con el resto de mis compañeros. Vox solamente es citado para ser atacado con saña. Por tanto, antes de cerrarla, vamos a intentar abrirla.
—¿Cree que la condena por violencia psíquica hacia su exmujer en 2002 le afectará en términos electorales?
—Evidentemente, no es un momento de mi vida del que me sienta particularmente orgulloso, todo lo contrario. Pero pertenece al pasado y ahora tengo mis cuentas con la Justicia sobradamente satisfechas. Creo que puedo acreditar una trayectoria cívica y académica de defensa del derecho constitucional como para poder comparecer con la cabeza muy alta ante los valencianos.
—Vox ha roto el consenso institucional existente en torno a la violencia de género. ¿Es usted negacionista?
—Vox no ha roto nada porque, si el tercer partido de España discrepa, ese consenso no existía. Condenamos la violencia contra las mujeres de manera muy taxativa. Lo que no hacemos es instrumentalizarla políticamente, que es a lo que se dedican quienes se preocupan mucho más de salir en la foto con un lazo lila o detrás de una pancarta, con intenciones electoralistas o estéticas, que de aprobar leyes que protejan a las mujeres. Vox se ha quedado solo en muchas ocasiones pidiendo condenas más graves para los violadores o pederastas. Se brinda una determinada explicación monocausal, de clara impronta ideológica, a un problema que es enormemente complejo y que tiene una pluralidad de causas.
—Pero cuando ustedes se apartan de esa unidad, la imagen que se da a la ciudadanía por parte de las instituciones, por ejemplo durante un minuto de silencio tras un asesinato machista, es la de dos bandos enfrentados.
No hay dos bandos. Los habría si alguien estuviese a favor o en contra del asesinato de una mujer. Cuando en las instituciones públicas se ha guardado un minuto de silencio o se ha hecho cualquier acto reivindicativo, Vox ha estado ahí. Cuando ese acto se ha intentado vehiculizar políticamente con consignas ideológicas, hemos guardado un minuto de respetuoso silencio fuera de esa pancarta.
—Las elecciones del 28 de mayos plantean como un plebiscito nacional. ¿Hasta qué punto para Santiago Abascal la Comunidad Valenciana y Valencia son plazas importantes para sus aspiraciones estatales? ¿Tiene previsto volcarse aquí en la campaña?
—Son plazas muy importantes y eso se va a notar en la campaña, con una especial atención por parte de nuestros líderes. Vamos a presentar candidaturas en un número de municipios que va a superar el 90% de la población de la Comunidad Valenciana. Esto no va a ser 2019, cuando el partido estaba todavía en una fase mucho más temprana de su organización, tenía un tejido organizativo provincial mucho más leve y se dejaron muchas poblaciones importantes por cubrir.
Quiero creer que mi incorporación forma parte de ese tratamiento especial o singularizado de la Comunidad Valenciana en Vox. Puedo decir lo mismo del profesor Juan Manuel Badenas, candidato a la Alcaldía de Valencia. Somos la principal comunidad en la que tanto la candidatura autonómica como la municipal se ha cubierto con incorporaciones de la sociedad civil. El mensaje que se quiere dar es que esto no es una cuestión de colocar a nuestra gente en unos determinados puestos para conseguir una paguita, sino una oportunidad de incorporar talento.

—¿Han solucionado sus problemas internos en Alicante?
—Alicante es nuestra plaza fuerte. Vox ha sufrido fracturas internas como cualquier otro partido, con la pequeña diferencia de que otros las sufren cuando las perspectivas electorales se achican. Lo hemos visto en las primarias de Compromís: asistimos literalmente a bofetadas por una de las pocas plazas que había para acceder a un cargo público en los próximos cuatro años. Eso acredita que se ven fuera del gobierno de aquí a unos meses y que en el bote salvavidas no hay sitio para todos.
En Vox pasa exactamente lo contrario. Nuestras perspectivas electorales se incrementan y hay un relevo en la organización porque viene gente más apta, con mejor trayectoria o con perspectivas de hacer las cosas mejor que los que ya están. Lo nuestro, si es una crisis, es una crisis de crecimiento.
«Las palabras de Macarena Olona solamente le pueden hacer daño a ella misma»
—Respecto a esas nuevas afiliaciones, se especula la incorporación del exinspector de la Policía Nacional Ricardo Ferris, destituido precisamente por unas declaraciones realizadas en un acto organizado por Vox.
—No lo sé. Sí sé que habrán otras incorporaciones de la sociedad civil valenciana que darán que hablar, pero no puedo avanzar nada más.
—José María Llanos ha cedido la presidencia provincial de Vox en Valencia a Ignacio Gil Lázaro. ¿A qué se debe este movimiento?
—Como he explicado, el partido se ensancha y gente que estaba cede ante gente que lo puede hacer mejor.
—¿Qué opinión le merecen las acusaciones y críticas que está vertiendo la exsecretaria general de Vox Macarena Olona hacia la dirección del partido de la que ella misma formaba parte?
—Yo creo que hay que saber estar en los sitios y hay que saber marcharse con estilo. Macarena Olona decidió libremente abandonar Vox, nadie le obligó a hacerlo, y sería muy de agradecer que mantuviese un mínimo respeto a los miles de militantes que han decidido seguir en Vox porque siguen creyendo en ese proyecto y quieren participar en el mismo. En cualquier caso, creo que las palabras de Macarena Olona, a estas alturas, solamente le pueden hacer daño a ella misma.
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