El 'chiquicheque' y la mantita corta de Sánchez para 2023
El Gobierno ha cerrado 2022 con un balance que es puro ilusionismo, preparando el terreno para un 2023 donde todo serán sonrisas para ligar votos. Sánchez nos quiere enredar con un chaparrón de estadística para confundirnos, pero aquí la pregunta es '¿vive usted mejor o peor que hace un par de años?', el resto son pamplinas

No hace falta que venga el presidente del Centro de Investigaciones Sociológicas (CIS), el científico -¿o 'pseudoadivino'?- José Félix Tezanos, a decirnos si la vida está más cara o no. Basta con hacer la compra para darse cuenta de que el pan, la leche, ... la carne, el pescado o la fruta cuestan muchísimo más que un año atrás. Nada de un ocho ni un diez por ciento más, porque eso son ilusiones estadísticas derivadas de la comparación con los mismos meses de 2021, cuando la subida ya era espectacular y el mismo Gobierno decía que todo era un cuento de la oposición.
El caso es que no hay que esperar al Instituto Nacional de Estadística (INE) ni al CIS para cerciorarse; eso sería como encender la radio para saber si llueve en la calle. Mejor asomarse a la ventana. Ahí se puede comprobar que caen chuzos de punta y que es imposible taparse con la mantita pequeña que ofrece el Gobierno Sánchez: te tapas la cabeza y te descubres los pies, porque lo que quita a los combustibles se lo da a los alimentos básicos y así, unos por otros, la casa está sin barrer.
Pero lo peor del 'chiquicheque' de 17 euros al mes no es que sea ridículo, lo peor es que además dopa el sistema y contribuye a subir la inflación. Y es que en el equipo 'pensador' de medidas del Ejecutivo -un plan anticrisis para una crisis que no existe ¿era eso, no?- son unos hachas: la paguita la dejan en 200 euros al año, pero si usted tiene un alquiler con el que cuenta para pagar la hipoteca o llegar a fin de mes, entonces el mismo Gobierno del progreso sale pronto a decirle que hasta junio no puede actualizar el contrato y después, hasta diciembre, la subida se topa en un 2%. Es la ley del embudo sanchista, expertos en meterle mano a la propiedad privada y malgastar lo público. Y el colmo es que los mismos que exigen a los dueños de pisos que los pongan en el mercado van ahora y les prohíben actualizar los precios al ritmo de la inflación, con lo que sumen ustedes otro efecto perverso añadido: la merma de oferta de vivienda de alquiler, que pasará a venta con la consiguiente subida natural. En definitiva, hablamos de una ayudita para familias con menos de 27.000 euros totales en ingresos y patrimonio inferior a 75.000 euros. ¡Lo que les tiene que dar no es un cheque de 200 euros, sino ponerles un monumento!
A más, y con el mismo criterio lógico, Sánchez decía ser un entusiasta de los chuletones y ahora no se acuerda de la carne para rebajarle el IVA. Ídem sucede con el pescado. Es de suponer que será para evitar que te des cuenta de que con la paguita de 17 euros mensuales solo te puedes comer un hueso de espinazo y una raspa de sardina. ¡Ah! y si eres pensionista, entonces no hay ni paguita. ¿Por qué? Las cosas de la sociología variable de las lumbreras monclovitas.
Así pues, con este ilusionante arsenal de limosnas, el presidente Sánchez cierra un año en el que ha enseñado los dientes, asaltando las instituciones y poniendo la justicia en la mesa de un mercado persa, a la medida del postor que mejor le garantice su apoyo. No contaba con la enorme metedura de pata de sus 'rasputines' -esas, digamos, figuras próximas al líder, a quien nadie ha elegido en ninguna urna y que básicamente maquinan tras las bambalinas del poder-, con su principal asesor mediático -a saber, Miguel Barroso, ex secretario de Estado de Comunicación con Zapatero, y actual consejero del Grupo Prisa- y otros ilustres pacificadores millonarios camuflados en el Ibex 35 a la cabeza, quienes le jalearon para que 'okupara' el Tribunal Constitucional y les salió el tiro por la culata. Ahora, los visitadores monclovitas van llorando por las esquinas porque Sánchez ya no les ajunta, y han pisado el acelerador para cuando aterrice el líder del principal partido de la oposición, Alberto Núñez Feijóo. Tiempo al tiempo.
En definitiva, lo cierto es que este Gobierno se negó a bajar impuestos como es debido, a deflactar la inflación, y centró gran parte de sus esfuerzos en depositar toda su esperanza en el gasto público, renunciando a reformas estructurales que habrían permitido que los agentes económicos recuperaran poder adquisitivo. Ahora arranca 2023 y el único plan es gobernar a lo bolivariano, con subsidios y propaganda, aunque unos y otra han demostrado ser de la señorita Pepis.
De cara al año que estrenamos hoy, lo único cierto es que la economía española sufrirá serias dificultades para remontar por sí sola, lastrada por costes y cargas de acción populista y bisoñez gubernamental, a lo que se sumará el asunto de las empresas y la productividad, que en paz descanse por la acción continuada del teletrabajo y un buenismo absurdo según el cual da igual ir a trabajar o no, o trabajar cuatro que cinco días.
Esa es la fotografía objetiva de la España sanchista: una enorme trola montada por unos auténticos fingidores -no he dicho farsantes, conste...- sujetos por otros agradecidos aplaudidores. Vamos camino de quedar como un país con dos clases de personas: los que perciben 'chiquicheques' y los que no. Lo de llegar a fin de mes es otro cantar. ¡Feliz 2023! Y a ver si no nos quitan hasta lo 'bailao'.
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