Lou Reed y John Cale, de Erasmus por el lado fantasmagórico de la vida
Se cumplen 50 años de la publicación de 'Berlin' y 'Paris 1919', los discos 'europeos' de los excabecillas de la Velvet Underground

Eres un fantasma y tarareas porque, quizá otra cosa no, pero si algo saben hacer los espectros es matar el tiempo. Y de ahí a tararear, ya se sabe, solo hay un paso. «You're a ghost, la la la la la la la la la», canta John Cale mientras una estampida de violas, pianos y tubas irrumpe con el ímpetu de veinte triatletas olímpicos.
Eres un fantasma, pongamos que el de Lou Reed, y andas la mar de ocupado porque se te acumulan los aniversarios. ¡Velas, más velas! A la vuelta de la esquina, los 50 años de 'Berlin', obra maestra de la desesperación y atroz retrato de la desintegración de una pareja. En breve, también, 10 años del último aliento. La muerte. 'The Black Angel's Death'. 27 de octubre de 2013. Domingo por la mañana. Un vistazo a los árboles, un par de movimientos para 'rechazar al mono', postura número 21 del tai chi, y adiós muy buenas. Y como no hay dos sin tres, se cumple también medio siglo de 'Paris 1919', pináculo de la carrera del socio-archienemigo-amigo galés. La oscuridad y la luz. El yin y el yang.
Lou Reed y John Cale, juntos de nuevo (o algo así) medio siglo después.

Porque eres un fantasma, pongamos que el de la vieja (y no tan vieja) Europa, y dos antiguos compañeros, enemigos íntimos desde que sus egos colisionaron a bordo de The Velvet Underground,han venido a cantarte. Cada uno a su manera. La desunión europea, el Erasmus por el lado tenebroso y fantasmagórico de la vida. Estamos en 1973 y las cosas, por increíble que parezcan. marchan francamente bien: 'Transformer', grabado solo un año antes con la ayuda de David Bowie, ha convertido a Lou Reed en el nuevo profeta del glam arrabalero y marginal. 'Vicious', 'Walk On The Wild Side' y todo eso.
John Cale, por su parte, sigue a lo suyo, grabando a cuatro manos con Terry Riley e intentando encajar los zumbidos minimalistas de La Monte Young en artefactos de apariencia más o menos pop. Dos hombres, un destino y la Guerra Fría como improbable Celestina discográfica. «Fue extraño que eso sucediera. En aquellos días no nos hablábamos de ningún modo», recordaría años más tarde Cale ante tamaña coincidencia geográfica. Con todo, la obsesión continental, ese brincar a Europa entre vientos y cuerdas, obedecía a razones completamente diferentes.
Así, mientras que Cale armó desde Los Ángeles un álbum deliciosamente versallesco en el que «todas las canciones eran sobre un chico galés perdido en el desierto y sintiendo nostalgia por todas las cosas que amaba de Europa», Reed encontró en el Berlín dividido la mejor metáfora para narrar la brutal descomposición de una pareja. El neoyorquino no había pisado la ciudad alemana en su vida, pero «amaba la idea de una ciudad dividida».
«In Berlin, by the wall...»
El muro, dijo Reed, representa lo que ocurre en la relación de Caroline y Jim, los dos personajes del disco. «El alma de la ciudad dividida y la ausencia de una identidad clara arrastraban consigo un aire moralmente ambiguo, un lugar donde mercados negros, intrigas internacionales, comercio de drogas y actividades con todo tipo de subterfugios podían llegar a ocurrir. El presente era tenso, el pasado era una película de miedo y el futuro algo desconocido y potencialmente aterrador», evoca Anthony De Curtis, biógrafo del neoyorquino, en 'Una vida'.

«In Berlin, by the wall». En Berlín, junto al muro. Así arranca uno de los discos más tristes y desolados de la historia del rock. El salvaje naufragio de una pareja de expatriados enredada en una turbia espiral de infidelidades, violencia, toxicomanía y autodestrucción. Pocas cosas más estremecedoras, aún hoy, que el llanto desconsolado de 'The Kids'. Pocos versos más aterradores que el que cierra 'Sad Song': «I'm gonna stop wasting mi time / Somebody else would have broken both of her arms». «Voy a dejar de perder el tiempo / Cualquier otro le habría partido los brazos». Una tragedia en diez actos y notable aparato sinfónico con la que Reed se asomó a un abismo del que nunca regresaría del todo.
A su lado, 'Paris 1919' es un remanso de paz, un oasis pop en el que John Cale combina abracadabrante rock californiano, fantasmas de posguerra y orquestaciones afrancesadas. «En los setenta, durante el apogeo de la Guerra Fría, empecé a pensar: '¿Cómo terminamos aquí?' Todo el mundo corría hacia Argentina, porque era un país libre de armas nucleares. Y eso fue todo por el Tratado de Versalles», recordaba Cale en una entrevista con 'Los Angeles Times'.
MÁS INFORMACIÓN
El título del disco, de hecho, hace referencia a la Conferencia de Paz que anticipó el Tratado de Versalles y que el galés usa como palanca para deslizar canciones como 'Andalucia', 'Graham Greene', 'Child's Christmas in Wales' o 'Half Past France'. Macbeth y la reina de Inglaterra. «Si ellos están vivos, entonces yo estoy muerto», canta un Cale trotamundos que, Dunkerque a París y de Noruega a Berlín (sí, también Berlín), le canta a un continente caído en desgracia.
El fantasma de la vieja Europa, tarareando y matando el tiempo a la espera de esa segunda guerra que estaba por venir.
Esta funcionalidad es sólo para suscriptores
Suscribete
Esta funcionalidad es sólo para suscriptores
Suscribete