Hallazgos en Navarra sugieren que los bebés con síndrome de Down ya eran tratados con aprecio en la prehistoria
El análisis del genoma de cerca de 10.000 individuos antiguos ha identificado seis casos de alteraciones cromosómicas: cuatro en la comunidad navarra y otros dos en Grecia y Bulgaria
Los pequeños murieron antes o poco después de nacer y tuvieron el privilegio de recibir sepultura en el interior de las casas, alguno con un rico ajuar funerario, lo que indica que eran considerados «especiales» por sus comunidades
Descubren las dos familias más antiguas conocidas

Un equipo internacional que ha analizado el genoma de cerca de 10.000 individuos antiguos en busca de trastornos cromosómicos ha identificado tres casos de síndrome de Down y uno de síndrome de Edwards, el primero en población arqueológica, en los yacimientos navarros ... de Alto de la Cruz y Las Eretas (primera edad del hierro, hace 2.800-2.500 años). Además, los científicos han encontrado otros dos casos de Down en Grecia y Bulgaria (edad del bronce, hace entre 4.700 y 3.300 años).
Todos ellos eran bebés que murieron por causas naturales antes o poco después de nacer. Solo el de Grecia superó el año de vida. Y todos, de forma excepcional, recibieron sepultura en el interior de las casas en vez de hacerlo en las necrópolis. Además, algunos llevaban un cuidado ajuar funerario. Estas atenciones sugieren, según los autores, que las sociedades prehistóricas apreciaban a estos niños y los consideraban «especiales».
Los individuos con trisomía cromosómica llevan tres copias de un cromosoma en sus células en lugar de las dos habituales. La trisomía 21 causa el síndrome de Down, que afecta a uno de cada 1.000 nacimientos. La 18 produce el de Edwards, más raro y severo y que aparece en uno de cada 3.000. Hasta ahora, se habían documentado unos pocos casos de síndrome de Down en individuos prehistóricos. El más antiguo (neolítico, hace unos 5.000 años) se descubrió hace unos años en Irlanda y ahora ha podido ser confirmado por el nuevo estudio. La semana pasada se anunció otro en Inglaterra, de la edad del hierro. No se conocen más porque el ADN antiguo llega muy fragmentado y es muy difícil identificarlos.
Sin embargo, el nuevo trabajo, liderado por el Instituto de Antropología Evolutiva del Max Planck en Leipzig (Alemania) y en el que han participado la Universidad Autónoma de Barcelona (UAB), la de Alicante (UA) y la Pública de Navarra (UPNA), desarrolla un método de cribado genético que busca estas trisomías en muestras de ADN antiguo con mayor eficacia. Se ha dado a conocer este martes en la revista 'Nature Communications'.
Un ritual enigmático
El número de casos en Navarra puede parecer llamativo, pero «no significa que allí nacieran más personas con síndrome de Down, sino que hemos dado con una aguja en un pajar», afirma Roberto Risch, profesor de Prehistoria en la Autónoma de Barcelona y coautor del estudio. Se trata de dos varones y una niña con trisomía 21 y otra bebé con trisomía 18.
«En la primera edad del hierro, entre los años 800 y 400 a.C, se practicaba un ritual funerario muy particular que resultaba enigmático: mientras que la mayor parte de la población, incluidos la mayoría de los niños, era incinerada en necrópolis fuera de los poblados, algunos pequeños en edad perinatal eran enterrados en casa», explica el investigador. «Creemos que les otorgaban un trato diferente porque tenían algún rasgo especial que la comunidad percibía como de gran valor», añade. Curiosamente, el análisis de ADN mostró que esos son los casos con síndrome de Down y Edwards.

Los niños de Grecia y Bulgaria llevaban ajuares funerarios, pero sobresale una bebé de Alto de la Cruz, enterrada en una especie de santuario muy decorado, con anillos de bronce, una concha del Mediterráneo y rodeada de ovejas y cabras, «una sepultura muy distinguida que incide en cómo la valoraban». El estudio también incluye una niña con Down enterrada en una iglesia de Helsinki (Finlandia) en el siglo XVI. Como el resto, «también fue tratada de forma muy respetuosa y cuidada, con los vestidos de la época».
Rasgos distintivos
Como es lógico, las personas de la prehistoria no sabían lo que era el síndrome de Down, pero quizás sí podían reconocer algún rasgo distintivo en los bebés. «Eso fue una gran sorpresa, pero si no hubieran tenido esa sensibilidad los habrían incinerado y no los habríamos identificado», dice el investigador. No todos los recién nacidos enterrados en las casas tenían patologías genéticas. En el poblado de Las Eretas (casco urbano de Berbinzana) se ha encontrado en la misma casa un niño con síndrome Down y al lado una niña emparentada en segundo grado, que podría haber sido su hermanastra. Risch cree que seleccionaban a los que consideraban «especiales: también gemelos o los que tenían otras enfermedades genéticas que aún no podemos detectar». No era una cuestión de estatus. Todas las viviendas de Las Eretas o Alto de la Cruz (cerca de Cortes), de planta rectangular, son de parecido tamaño y el mismo nivel riqueza, lo cual parece indicar que no había diferencias sociales entre las familias.
El arqueólogo recalca que los pequeños con trisomías murieron por causas naturales, no hay indicios de ningún sacrificio. «Estos niños tienen distintas dificultades y parece que las condiciones de vida y los conocimientos médicos de sus comunidades no fueron suficientes para que sobrevivieran. Quizás es casualidad, pero el que más vivió, que superó el año, pertenecía a una población micénica, Egina, en el Golfo Sarónico, que estaba más avanzada», señala. La frecuencia con la que se daban estas trisomías en esas poblaciones «era la misma que la actual; es algo unido a nuestra especie que no ha cambiado a lo largo del tiempo».

Iñigo Olalde, investigador Ikerbasque y Ramón y Cajal de la Universidad del País Vasco (UPV), estudia un castro de la edad del hierro de Monte Bernorio, en Palencia, donde también hay bebés enterrados en las casas y uno de ellos tiene síndrome de Down. Cree que la hipótesis del equipo de Risch «es posible, pero hacen falta más datos para afirmar que los niños que se enterraban tenían algo especial. Eso es algo que está en la cabeza de los padres que los enterraron y es difícil demostrarlo. No tengo claro si estas sociedades sabían reconocer a un recién nacido con Down, especialmente porque probablemente ninguno llegaba a la edad adulta. Necesitamos más yacimientos de la edad del hierro en la península para saber si existe un patrón, si hay una sobrerrepresentación de bebés con estas particularidades enterrados de lo que esperaríamos encontrar por azar», señala el investigador.
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Eso es lo que tienen en mente Risch y el equipo, que pretenden ampliar su investigación en el futuro a medida que el número de muestras de ADN de individuos antiguos continúe aumentando. «Queremos saber si lo que vemos se repite en otros sitios y confirmar nuestra hipótesis», dice
Mientras, Risch destaca «el mensaje» de este estudio: «Estas comunidades eran capaces de dar valor a la diversidad de una forma más natural y respetuosa de lo que lo hacen muchas veces las sociedades actuales».
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