«La mina les llamó demasiado pronto»: más de tres mil personas despiden en Villablino a sus cuatro vecinos fallecidos en la explosión
Tanto dentro como fuera del polideportivo, familiares y amigos acompañan a los mineros que perdieron la vida este lunes
La mina de Cerredo reabrió gracias a una subvención de casi un millón de euros del Gobierno
Media hora antes de comenzar el funeral ya no cabe ni un alma más en el polideportivo. A través de la megafonía instalada provisionalmente en la puerta, Bruno, el cura de Villablino, pide disculpas a las más de dos mil personas que se agolpan en el exterior y les reclama comprensión. «No cabemos todos, pero podemos acompañar también a las familias desde el exterior», explica.
Es también a las puertas del polideportivo desde donde las autoridades presentes siguen la misa funeral, presidida por el obispo de León, Ángel Luis de las Heras, que se ha desplazado a Villablino desde Madrid, donde se encontraba participando en la Asamblea Plenaria de la Conferencia Episcopal. Entre los presentes, representantes de los gobiernos local, autonómico y estatal, destacan el presidente del Principado de Asturias, Adrián Barbón, el presidente de la Junta de Castilla y León, Alfonso Fernández Mañueco, la vicepresidenta tercera del Gobierno, Sara Aagesen, y el alcalde de Villablino, Mario Rivas.
Silencio y dolor contenido
El accidente se produjo en la mina de Cerredo, en la asturiana localidad de Degaña, pero los cinco fallecidos eran leoneses, cuatro de ellos de Villablino, a los que ahora se honra con el funeral y el responso, que supondrá su última despedida. «Por Iban (Ibán), Jorge, Rubén y Amadeo, también por David [el quinto fallecido que fue enterrado ayer en Torre del Bierzo], con el corazón roto, podemos aceptar a Cristo como nuestro camino, verdad y vida», destaca el obispo De las Heras en su homilía. «Y también Santa Bárbara [patrona de los mineros] nos lo muestra y orar hoy por ellos, con el apoyo y cariño de tanta gente, es una extraordinaria expresión de dolor y consuelo», añade el obispo.
Tanto dentro como fuera del polideportivo, las miles de personas participan en la eucaristía entre un respetuoso silencio y un dolor contenido. Es la evidencia, una vez más, de una sociedad acostumbrada desde generaciones a afrontar cara a cara a la muerte en la muerte en la mina, a la resignación que lleva a vivirla como un hecho ineludible cuando se asume un trabajo que ya te lleva bajo la tierra. Así, en las preces, una petición de nuevo por los cinco fallecidos «a quienes la mina llamó demasiado pronto».
Tampoco falta una referencia a las autoridades, que siguen la celebración de pie con semblante estoico, con una petición que suena a reproche: «Por los gobernantes y políticos, para que en el centro de sus intereses pongan a las personas a las que sirven». Parecen entenderlo, pues llegado el momento aceptan una tregua en sus disputas partidistas e intercambian el gesto de paz con los más cercanos, con independencia de su color político.
Es el canto del himno de los mineros, al final de la celebración, el que destapa definitivamente el dolor. Sobre todo cuando, de la voz queda que sale del pabellón polideportivo, se percibe como se ha cambiado la letra para hacer una referencia directa a los cinco fallecidos. «En la mina de Cerredo, tranlaralará, tranlará, murieron cuatro mineros. Mira, mira Maruxina mira, mira como vengo yo. murieron cuatro mineros. Mira, mira Maruxina mira, mira como vengo yo», se puede escuchar entre los sollozos y las lágrimas que arrancan a los presentes.
«Os vais haciendo ruido, tanto ruido como la pólvora cuando estalla»
El desconsuelo se hace común a las miles de personas que asisten al funeral con las palabras de Rebeca Radio, una de las dos hijas de Iván Radio, quien en nombre de los familiares de los fallecidos realiza la última despedida. «Os vais haciendo ruido, tanto ruido como la pólvora cuando estalla», acierta a decir con voz entrecortada por el llanto. «No sois de los que mueren en una cama de hospital, habéis hecho tanto estruendo que estáis en todos los periódicos, en todo el mundo», ha añadido, en una palabras que han sobrecogido a los presentes y les han provocado las lágrimas incluso a la ministra Sara Aagesen y a la delegada del Gobierno en Asturias, Adriana Lastra.
Salida de los cuatros féretros
La desolación es unánime, pero de nuevo comparte escenario con la resignación. «La virgen de Santa Bárbara se equivocó, aunque no la culpo, porque yo también querría tener a los mejores a mi lado y, en eso, os lucíais», continúa Rebeca. En su entrecortado discurso también ha recordado cómo los fallecidos pusieron «todo su empeño y su manía en darnos lo mejor, pero no se daban cuenta de que lo mejor eran ellos». Tras las palabras de Rebeca y la bendición final, mientras se apagan los sollozos del público, vuelve de nuevo el silencio. La multitud espera ahora la salida de los cuatro féretros, que serán portados a hombros por familiares y amigos en este tramo final.
La lenta cadencia con la que avanzan los cuerpos ya sin vida de Iban, Jorge, Rubén y Amadeo es acompañada por un aplauso continuado. Al fondo, unos jóvenes levantan unos carteles improvisados en unas cartulinas blancas. «Su luz nos guiará por siempre» reza uno de ellos. «No hay oscuridad que borre su valentía», afirma el otro, en un último gesto que, lejos de la reivindicación, se queda en la aceptación y conformismo.
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