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El fallecimiento de Benedicto XVI abre una nueva etapa en el papado: Francisco solo contempla la renuncia en caso de enfermedad

Los dos han enseñado a sus sucesores cómo debe ser en el futuro la relación entre dos Papas vivos. No habrá más eméritos hasta que la salud falle a Bergoglio

El Papa Francisco: «He firmado ya mi renuncia en caso de impedimento médico»

Francisco saluda a Benedicto XVI este verano, en el último consistorio para la creación de cardenales Reuters | vídeo: europapress
Javier Martínez-Brocal

Javier Martínez-Brocal

Corresponsal en el Vaticano

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El fallecimiento de Benedicto XVI abre una nueva etapa en el pontificado del Papa Francisco. Desde este sábado ya no hay dos papas en el Vaticano, aunque uno fuera sólo «emérito» y el otro «reinante». Y lo cierto es que la muerte del Papa emérito da un nuevo matiz a las respuestas que Francisco dio durante su entrevista a ABC sobre el futuro de la Iglesia.

En la larga conversación, el Papa dejó claro que no tiene previsto renunciar y que hace planes de futuro para al menos los próximos dos años. Además, fuentes consultadas por este periódico explican que Francisco quiere evitar la renuncia «para no convertir el precedente en una costumbre» y proteger la libertad de futuros pontífices, ya que la renuncia de dos papas seguidos podría transformar una excepción en la regla general.

Prueba de que no tiene previsto abandonar el timón de la barca de Pedro es que, para proteger a la Iglesia, ha dejado establecido que en caso remoto de que quedara impedido permanentemente, podría convocarse automáticamente un cónclave.

«Yo ya he firmado mi renuncia (para esa eventualidad)», explicó ante una pregunta sobre qué ocurre si un pontífice queda repentinamente impedido por problemas de salud o accidente. «La firmé y dije al cardenal Tarcisio Bertone: «En caso de impedimento por cuestiones médicas o qué sé yo, acá está mi renuncia. Ya la tienen». No sé a quién se la habrá dado el cardenal Bertone, pero se la di cuando era secretario de Estado», añadió.

El Papa lo estaba diciendo clara y conscientemente. «Es la primera vez que lo digo. Quiero que se sepa», insistió. Luego recordó dos precedentes. El primero, Pablo VI, que falleció en 1978, y que dejó una carta de renuncia para el caso de incapacidad médica; el segundo, Pío XII, estableció durante la II Guerra Mundial que si lo arrestaban los nazis, volvería automáticamente a ser el cardenal Eugenio Pacelli y se convocaría un cónclave en Lisboa, en cuanto territorio neutral. «Así, los nazis nunca podrán arrestar a un Papa, aunque me arresten a mí», subrayaba.

Preguntado sobre si de alguna forma la presencia de Benedicto XVI limitara el horizonte del pontificado, Francisco respondió sin dudarlo que «es todo lo contrario, pues él hace que me sienta más libre».

Además, el Papa en la entrevista mostró que hace planes con un horizonte de al menos dos años, en referencia a la clausura del sínodo sobre la sinodalidad prevista para finales de octubre de 2024, y el nombramiento de una mujer a un alto cargo de la curia en ese mismo plazo.

Los momentos más tensos en su relación

Benedicto XVI y Francisco han enseñado a sus sucesores cómo debe ser la relación entre el Papa «reinante» y el Papa emérito, un logro que el 28 de febrero de 2013, cuando Benedicto abandonó Roma en helicóptero rumbo a Castel Gandolfo, era toda una incógnita.

La tarde del 13 de marzo de 2013 Benedicto estaba siguiendo por televisión la fumata blanca, con tanta atención que pidió a sus colaboradores que no respondieran al teléfono bajo ningún concepto. Miraba la pantalla con impaciencia, pues su sucesor tardaba en salir. Más adelante supo que el motivo del retraso era que Francisco quería saludarlo por teléfono antes de asomarse a la plaza de San Pedro. Cuando lograron hablar más tarde, esa misma noche, Benedicto le prometió emocionado «su oración y total obediencia».

Diez días más tarde, se saludaron por primera vez vestidos los dos de blanco. Francisco lo visitó en Castel Gandolfo. «Somos hermanos», se saludaron. Esa mañana rezaron juntos, se reunieron 45 minutos a puerta cerrada y luego almorzaron con sus secretarios. «Es como tener en casa al abuelo sabio», describió Francisco la situación en una rueda de prensa.

Uno de los gestos públicos más impactantes de esta relación fue cuando Benedicto XVI asistió al primer consistorio de nuevos cardenales de Francisco, y se quitó el solideo como gesto de respeto cuando se le acercó el Papa.

No faltaron por otro lado momentos de tensión. Por ejemplo, en abril de 2019 un colaborador de Benedicto entregó a medios conservadores un profundo artículo del Papa emérito sobre las raíces de los abusos en la Iglesia, teóricamente preparado para una cumbre sobre los abusos. Se publicó supuestamente con el beneplácito de Francisco, pero algunos pusieron en duda la oportunidad del texto, y su autoría.

Otro episodio más tenso fue en enero de 2020. Cuando Francisco estaba a punto de responder la posibilidad de ordenar sacerdote a personas casadas, como respuesta a las propuestas del sínodo sobre la Amazonia, el cardenal Robert Sarah anunció un libro escrito con Benedicto titulado «Desde lo más profundo de nuestros corazones». El texto era una defensa del celibato sacerdotal, quizá inoportuna en vísperas de un documento de Francisco sobre la misma cuestión.

Visto el revuelo, Benedicto pidió que su contribución fuera retirada. La idea de esa publicación fue considerada una maniobra del entorno del cardenal, que podría haber instrumentalizado a Benedicto XVI para presionar a Francisco en ese momento tan delicado. Como consecuencia, semanas después, el secretario de Benedicto fue apartado de sus funciones como prefecto de la Casa Pontificia.

El episodio abrió el debate sobre la oportunidad de definir el status del Papa emérito. En una entrevista en julio con Univisión—Televisa, el Papa dijo que «la primera experiencia (la renuncia de Benedicto y la convivencia con su sucesor) ha salido bien porque Benedicto es un hombre santo y discreto y lo ha sabido hacer bien. Pero para el futuro conviene delimitar las cosas, explicitar mejor las cosas». Por ejemplo, subrayó que para evitar confusiones en caso de renuncia le gustaría convertirse en «obispo de Roma emérito» y no en «Papa emérito», y residir en San Juan de Letrán, la catedral de la Ciudad Eterna.

Sin embargo, en la entrevista de diciembre con ABC, dijo que «no he tocado para nada esta cuestión, ni me ha venido la idea de hacerlo. Será que el Espíritu Santo no tiene interés en que me ocupe de esas cosas».

El Papa Francisco aprovechó este sábado su primera aparición pública tras el fallecimiento para homenajear a su predecesor. «Y hablando de bondad, en este momento, nuestros pensamientos se dirigen espontáneamente al queridísimo Papa emérito Benedicto XVI, que nos ha dejado esta mañana», dijo en la basílica de San Pedro, tras el rezo de Te Deum, la plegaria que la Iglesia utiliza para dar las gracias a Dios por lo ocurrido en el año que concluye.

«Con emoción recordamos esta persona tan noble, tan amable. Sentimos en el corazón mucha gratitud: gratitud a Dios por haberlo donado a la Iglesia y al mundo; gratitud hacia él, por todo el bien que realizó, y especialmente por su testimonio de fe y oración, especialmente en estos últimos años de su vida retirado», ha dicho Francisco.

«Sólo Dios conoce el valor y la fuerza de su intercesión, de sus sacrificios ofrecidos por el bien de la Iglesia», ha explicado evocando la fecundidad también de los casi diez últimos años que Benedicto XVI ha pasado retirado prácticamente en silencio en un ex monasterio de los Jardines Vaticanos.

La tradición es que los Papas dedican este discurso a la ciudad de Roma, y el Papa prefirió mantenerla por respeto a las autoridades civiles que han asistido a la breve ceremonia en la basílica de San Pedro.

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