«Nadie quiere irse, se agarran a un clavo ardiendo y la mina es ese clavo»
El Valle de Laciana (León) se acoge a la vuelta a la minería como última forma de reactivar la economía
Denuncian que las autorizaciones para investigación en las minas «encubren labores de explotación»
Cinco muertos y cuatro heridos en la mina de Cerredo, en Asturias, por una «explosión de grisú»
El emotivo homenaje del Sporting a los fallecidos en la mina de Cerredo: un coro minero canta 'Santa Bárbara bendita' en El Molinón

Un almanaque publicitario de un taller mecánico, de los ilustrados con el rancio modelo de «señorita ligera de ropa» —que hoy no superaría ningún filtro feminista—, nos revela que en la destartalada caseta de control el tiempo se detuvo hace ya varios años. Los ... meses de noviembre y diciembre de 2017, en la hoja aún por arrancar, nos dan la pista del último momento en que estuvo en activo este lavadero de la mina de Cerredo (Degaña, Asturias).
Fue precisamente en 2018 cuando cerró oficialmente esta explotación, la última de una comarca que extiende sus límites hasta el cercano Valle de Laciana, ya en León, donde la minería había sido la principal actividad económica en el último siglo. La misma mina que hace unos meses reiniciaba sus actividades —aunque con licencias limitadas a la investigación y a la limpieza de las galerías— y volvía a despertar una cierta esperanza laboral para la comarca, con 57 nuevos contratos. Hasta este lunes, cuando una explosión (probablemente de grisú) acababa con la vida de cinco mineros leoneses y dejaba heridos a otros cuatro.
En Villablino, la cercana localidad leonesa de donde son cuatro de los cinco fallecidos (el otro vivía en la comarca de El Bierzo), la minería sigue estando presente. Así lo atestiguan los castilletes de los pozos que rodean la localidad, visibles a cada momento, o el monumento frente al Ayuntamiento, que recuerda la 'Marcha Negra', la reivindicación sindical que llevó a 500 mineros a pie hasta Madrid en 1992 para protestar contra las primera políticas de reconversión del Gobierno de Felipe González.
También es el constante tema en la calle, en las conversaciones, incluso con los periodistas que hemos llegado para informar sobre el accidente. Todos cuentan sobre la mina, todos han trabajado en ella o, al menos, tienen un familiar cercano que fue picador. Sorprende que, incluso en el contexto de la muerte de cinco mineros, sus palabras tienen más un poso de nostalgia que de un recuerdo traumático, de resignación antes que de reivindicación.
Y es que los momentos de máximo desarrollo de la minería en la comarca (de los años 20 a los 80 del siglo pasado) fueron también los de mayor esplendor en la localidad. Según los datos del INE, en 1994 Villablino tenía 16.127 habitantes. Tres décadas después, en el último censo disponible de 2024, son menos de la mitad: 7.709. Y la localidad no sólo se vacía, sino que envejece. El 30 % de los habitantes tiene más de 65 años, mientras que sólo un 10 %, 776, son menores de edad.
En los 90 del pasado siglo, sólo la mina de Cerredo empleaba a más de 500 habitantes de Villablino, a lo que hay que sumar los puestos de trabajo indirectos vinculados. Sin embargo, el proceso de reconversión no presentó alternativas. «Aquí no hubo ningún proyecto cuando se cerró la minería. Los que pudieron jubilarse con 42 años, porque llevaban más de 20 cotizados, cogieron el dinero y se fueron a la ciudad. A las autoridades se les llenó la boca con la reindustrialización, pero no se hizo nada», nos cuenta un vecino que prefiere mantener el anonimato. Él mismo es ejemplo de esa reconversión. Trabajó en la mina de joven, «porque allí estaba mi padre y mi hermano», pero prefirió preparar una oposición para ser funcionario.



En los últimos años, las alternativas han pasado por volver a la ganadería, el tradicional negocio del valle antes de la irrupción de la actividad minera, o por promover el lugar como un destino turístico, apoyados en su declaración como reserva de la biosfera, la presencia de osos y urogallos, y la estación de esquí de Valle de Laciana-Leitariegos. Pero, como dicen los vecinos, ninguna alternativa acaba de cuajar, y mucho menos si se compara con los años dorados de la minería.
Sin embargo, el turismo no acaba de cuajar. En los últimos años, la ausencia de nieve, ha permitido unas aperturas muy restringidas de la estación de Leitariegos, que no pasa de ser una instalación casi de carácter familiar con dominio esquiable de apenas 8 kilómetros. Este año, por falta de nieve tuvo que cerrarse el 19 de febrero y apenas contó con 1.200 esquiadores en el fin de semana anterior.
Tampoco la ganadería consigue convertirse en el negocio que mueve la economía local. Se trata de pequeñas explotaciones, condicionadas al situarse dentro de una reserva de la biosfera, que apenas permiten ingresos a nivel familiar. Al final, Villablino subsiste convertido en una población de servicios para sus vecinos y las localidades cercanas, aunque los carteles de 'Se vende' o ''Se traspasa «, están presentes en cada una de sus calles. Con muchos pisos por debajo de los 30.000 euros, a precios diez veces más bajos que las zonas más caras de España, también se ha convertido en una población de segundas residencias, que devuelven un hálito de vida a las calles en los fines de semana y vacaciones.
De ganadero a minero
Buen ejemplo de esas dificultades es el de Jorge, uno de los fallecidos en el accidente, que había hecho un camino a la inversa en la reconversión. Con 32 años, tenía una pequeña producción ganadera, pero decidió volver a la mina en la que habían trabajado su padre y su abuelo para buscar un complemento económico «hasta que las vacas den dinero», le decía a una amiga. «Él no quería ir a la mina, pero lo hacía por su mujer y su hijo», nos explica su conocida.
«La gente no quiere marcharse de esta tierra, lo tiene muy claro, y si hay una oportunidad de futuro, se agarra a un clavo ardiendo. La mina era ese clavo ardiendo al que se agarraron Jorge, Iban, Rubén, Amadeo o David», explica a ABC el alcalde de Villablino, Mario Rivas, recordando el nombre de los cinco fallecidos. Rivas es de familia minera y reconoce que «la reconversión minera, que se lleva haciendo desde los años 90, no ha sido capaz de asentar una empresa alternativa en el territorio».
«Somos conscientes de que la minería, desde el punto de vista que la conocimos para uso de carbón energético, ha llegado a un punto final», explica. Sin embargo, en los últimos años se está investigando el uso de la antracita para obtener grafito, muy preciado porque con el se puede producir grafeno o fabricar baterías para coches eléctricos y otros componentes tecnológicos. Ese es precisamente la actividad para la que estaba autorizada Blue Solving, la empresa que había reabierto la mina, aunque ahora se investiga si, además, estaba haciendo una extracción ilegal de carbón.
«Eso nos abría una esperanza, que ese carbón que sigue albergando nuestro territorio nos sirviera para tener una oportunidad de futuro», explica el alcalde. De hecho, la misma empresa tiene abierto un expediente en Villablino para reabrir otra mina en la pedanía de Sosas de Laciana, también para investigación.
MÁS INFORMACIÓN
Ahora, la actividad de la mina ha sido paralizada por el Gobierno asturiano hasta que se esclarezca el accidente, y la petición de nuevas aperturas serán «analizadas con lupa para que se cumplan todos los requisitos», según han anunciado las autoridades. Mientras, la economía del Valle de Laciana seguirá languideciendo, en espera de una reconversión que parece no llegar nunca.
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