TODO IRÁ BIEN
La prisa y la turba
A la derecha se le da bien la realidad, la mesura, entender el mundo en el que vive y gestionar las inevitables contradicciones
España ha evitado censurar a Marruecos por su problema con la libertad. España no tiene que censurar a Marruecos. España tiene que comprar a Marruecos. Éste es el único objetivo en la relación con nuestros vecinos, porque tenemos un deber fronterizo que va más allá ... de nuestros escrúpulos y las tiranías africanas pueden ponernos en situaciones muy complicadas si no colaboran con nuestra política migratoria.
La primera obligación de la diplomacia española es comprar al rey de Marruecos. Cualquiera que olvide este precepto, este primer fundamento de nuestra política exterior, es naíf, estúpido y no merece participar en una conversación civilizada.
España no puede darse el gusto de decir la verdad en un estéril debate oportunista sobre la libertad de prensa en Marruecos, una libertad que todos sabemos que no existe, del mismo modo que todos sabemos que Mohamed VI es un sátrapa. Yo puedo darme este gusto, pero España es mucho más lo que pierde que lo que gana. Yo puedo tener sentimientos, e ideales, pero un Estado sólo puede tener intereses y la única misión de nuestros representantes en el extranjero es defenderlos con frialdad, con cinismo cuando conviene, y siempre con mucha inteligencia. Si quieren decirle al rey de Marruecos que es un tirano –que lo es– que dejen la política seria y se hagan de Amnistía Internacional.
Nosotros, los españoles, no hemos venido al mundo a dar lecciones al rey de Marruecos. Es importante que la izquierda cuando manda y la derecha en la oposición tengan actitudes adultas al respecto. Nada fue más lamentable que Pedro Sánchez jugando a Pep Guardiola con el Open Arms, y luego aquel escándalo de acoger al terrorista jefe del Frente Polisario. Fraga y Pujol hicieron el ridículo a mediados de los 80 intentando que Felipe González perdiera el referendo de la OTAN. No hubo ataque más atroz a todos los españoles de buena voluntad que Aznar usando a los GAL de arma arrojadiza, creyendo que así llegaría antes a La Moncloa. Las democracias maduras han de tener claras sus prioridades.
Hay una jerarquía. Y no es propio de ciudadanos generosos ni de políticos inteligentes gritar contra lo que nos conviene para dar curso a nuestra agenda partidista. Cada vez que la derecha tiene prisa por llegar al poder, los españoles la mandan de vuelta a la cola. Sucedió con Aznar en 1993 y con Rajoy en 2008, víctima de aquellas multitudinarias y perdedoras concentraciones en Colón a las que siempre de vez en cuando, incomprensiblemente, volvemos.
A la derecha no se le dan bien las prisas ni las turbas. A la derecha se le da bien la realidad, la mesura, entender el mundo en el que vive y gestionar las inevitables contradicciones, que no son pocas ni fáciles de resolver en un mundo complejo, marrullero e imprevisible que espera lo mejor de nuestra audacia y de nuestra prudencia, de nuestra grandeza y nuestro pragmatismo para que al final del día el recuento de cadáveres quede reducido al mínimo.
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