LA BARBITÚRICA DE LA SEMANA
«Los vamos a cazar»
No basta el patriotismo. Al enemigo hay que invocarlo, blandirlo y pasearlo, humillarlo y vejarlo si es preciso. No debe haber ambigüedad sobre a quién se debe odiar. El decálogo de la propaganda ha cobrado una nueva vida esta semana, cuando la secretaria de Seguridad ... Nacional de Estados Unidos, Kristi Noem, visitó El Salvador, país con el que el gobierno de Trump ha estrechado lazos de cooperación en temas de seguridad y migración. Ataviada con una gorra, camiseta blanca y pantalones, cual si se condujera por un safari o un teatro de operaciones, Noem visitó el Centro de Confinamiento del Terrorismo (Cecot), la megacárcel creada por Bukele. El penal es la imagen hiperbólica de la mano dura, la épica del garrote y el infierno de las pandillas violentas en la tierra. Justo ahí fue la señora Noem: a una cárcel de máxima seguridad con capacidad para 40.000 presos y a la que fueron trasladados 200 venezolanos por supuesta pertenencia a la organización criminal El Tren de Aragua. Todo se hizo invocando Ley de Enemigos Extranjeros, una legislación del siglo XVIII.
Tras recorrer la prisión en compañía del ministro de Justicia salvadoreño, Kristi Noem hizo una pausa para grabar un vídeo. De espaldas a una de las grandes celdas con literas de tres pisos desde donde decenas de hombres con las cabezas rapadas y cuerpos llenos de tatuajes la miraban fijamente, dirigió a la cámara el siguiente mensaje: «Si vienen a nuestro país ilegalmente, esta es una de las consecuencias a las que se pueden enfrentar. Sepan que esta instalación es una de las herramientas que usaremos si cometen crímenes contra el pueblo estadounidense».
Al pie del encuadre, un texto rotulado en amarillo acompañaba la intervención de la secretaria de Seguridad Nacional: «Si no se van, los vamos a cazar, arrestar, y podrían terminar en esta cárcel salvadoreña». Toda guerra, para que obre su efecto, ha de ser escénica. Al poder es necesario blandirlo. Sobreactuar su ejercicio y despliegue como si en lugar de una democracia, Estados Unidos se hubiese convertido en una granja o una distopía.
La grandeza americana que invoca Trump tiene tanto de parodia y hojalata como de disfraz. Se concreta ahora en pesadilla. No basta el patriotismo, hace falta ponerlo en escena, convertirlo en acciones concretas: contra los inmigrantes, Europa o cualquier idea que desentone con el delirio trumpista. El populismo malversa la idea del bien común a través de la crispación, la simplificación, la polarización y la demagogia. Una cosa, sin embargo, es cuando recorre el mundo y otra muy distinta cuando intenta gobernarlo.
La tergiversación de los hechos, el ataque a determinados valores y las instituciones que los encarnan muestran el camino a la obcecación que Donald Trump ha puesto en marcha como si de una versión de Batman dirigida por Christopher Nolan se tratara. Trump no restituye ni construye nada, pone en marcha una moviola de monserga racista y xenófoba, hecha del peor imperialismo que el cine de acción haya creado jamás.
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