café con neurosis
Patria de todos
En el territorio de la lengua española cabemos los casi 500 millones de personas que hemos aprendido a decir mamá, desde el tibio nido de la cuna
Yolanda y José Félix (20/03/2023)
Clasificación de tontos (13/03/2023)
Cuando Carlos Cano te abrazaba, lo hacía de manera tan contundente, que te parecía que se estaba despidiendo para siempre, hasta que se despidió, intentando abrazar a unas navidades que no llegaron nunca. Me acordé de Carlos Cano este fin de semana, cuando mi ... amiga Irina Nemchenok de Ardila, me llamó para decirme que había abandonado Panamá para asistir al Congreso de la Lengua, en Cádiz. Y es que Antonio Burgos le brindó a Carlos Cano la hermosa letra de una habanera inolvidable, que cinceló en nuestra memoria una de esas metáforas que no son hipérboles, sino raciocinio: «La Habana es Cádiz con más negritos, Cádiz, La Habana con más salero». Naturalmente Cádiz se pronuncia Cái, si estás en Cádiz, pero sea con apócope gaditano, o en castellano ortodoxo, escucho el nombre de la ciudad y el archivo de mis neuronas extrae, con automatismo independiente, la letra de Antonio Burgos y la voz amigable de Carlos Cano.
Estos días, Cádiz es la patria de todos, porque en el territorio de la lengua española cabemos los casi quinientos millones de personas que hemos aprendido a decir mamá, desde el tibio nido de la cuna. Y, también, personas de origen ruso, como Irina, que se casó con un panameño y, por la vía conyugal, se convirtió en profesora de esta patria de todos.
Los que nos dedicamos al extravagante oficio del periodismo (fundamentalmente, contar las cosas que hacen otros) o nos adentramos en la complicada tarea de convertir fantasías individuales en relatos y novelas, podríamos decir que somos unos aprovechados, porque lo que es herramienta para discurrir, opinar, mostrar amores y odios, entender a los otros y que los otros nos entiendan, lo hemos aprovechado para vivir de ello.
Me gustaría perderme por los bares y tabernas del barrio del Pópulo, y observar si los congresistas son más partidarios de la tortillita de camarones o de la ortiguilla, esa ambigüedad invertebrada que parece el salto de la vida vegetal a la animal; qué impresión les produce pasear por la plaza de las Flores, donde vigila los pétalos, desde lo alto, Torre Tavira; o pasear con Irina por el Malecón que lleva a la Caleta, y mirar ese mar por el que puedes llegar a África o desviarte hasta América.
Y todos, con acentos diferentes y variados, con la compañía de paisajes muy diferentes en sus biografías, entendiendo las ironías –que es el certificado de cualquier idioma para concederte el pasaporte– en la patria de Cervantes y Darío, de Lope y Cortázar, de Quevedo y Neruda, de Cela y Borges, de Juan Ramón y Vargas Llosa, en ese territorio donde, a través de unos 100.000 vocablos, podemos decir lo que nos duele y lo que nos place, en esa inmensa plaza que es el español, patria de todos.
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