El misterio de los panzer: ¿quién fue el comandante de tanques nazis más letal de la Segunda Guerra Mundial?
Todavía hoy existe una gran controversia sobre las cifras de enemigos abatidos por los tanquistas alemanes a lo largo de la Segunda Guerra Mundial
Hambre y millones de muertos: el acto de barbarie que los Aliados ocultaron en la Segunda Guerra Mundial

Ganaron una infinidad de batallas, pero perdieron la Segunda Guerra Mundial . En el arma acorazada del Tercer Reich despuntaron una infinidad de «ases»; genios de los carros de combate que se convirtieron en la pesadilla de los tanques aliados. Sin embargo, todavía ... hoy existe controversia al abordar las cifras concretas de enemigos abatidos por cada uno de ellos. Y lo mismo sucede con algunos personajes como Martin Schroif, cuya aparición en las listas es más que discutida. ¿Quiénes fueron los carristas más letales de la contienda por el bando alemán?
Kurt Knispel
A Kurt Knispel , nacido en los mismos Sudetes que, poco después, fueron anexionados por los nazis, se le recuerda por dos cosas. La primera: la extensa melena y la descuidada barba castaña que lucía en las instantáneas del fin de la Segunda Guerra Mundial . La segunda, las entre 168 y 195 bajas que, todavía hoy, le acreditan como el mayor «as» de los carros de combate de la historia. Y ello, sin contar con la infinidad de búnkeres y nidos de ametralladora soviéticos que destruyó en su avance a través de la estepa rusa tras el comienzo de la Operación Barbarroja en el verano de 1941.
Desde el principio, su vida pareció estar destinada al arma blindada del ejército germano. De hecho, fue su trabajo en un taller mecánico el que le granjeó hacerse un hueco en los carros de combate del Tercer Reich . Tras ser aceptado en 1940, recibió su primera instrucción en la Baja Silesia y, poco después, aprendió a manejar los panzer I, II y IV . Fue en el interior de este último donde inició sus andanzas como artillero en la invasión de la Unión Soviética. No le fue mal y, apenas dos años después (en 1943) regresó a territorio patrio para instruirse en el buen uso del Tiger I ; para muchos, el mejor tanque de la Segunda Guerra Mundial.

Adorado por sus compañeros, aunque mal visto entre los altos mandos por su independencia, Knispel fue uno de los pocos afortunados que tuvo la suerte de comandar el temible y escaso (pues apenas se fabricaron medio millar entre noviembre de 1943 y marzo de 1945) Tiger II . Con sus 69 toneladas, su cañón de 88 milímetros y su blindaje de hasta 150 milímetros, este carro de combate se convirtió, a partir de 1944, en la bestia negra de los Shermans y los T-34 soviéticos ; en la práctica, los blindados medios que formaban la columna vertebral de las unidades acorazadas aliadas. Hasta sus equivalentes rusos, los IS-2, sufrían ante él.
Ya fuera en un Panzer IV o en un Tiger, aquellos que combatieron a su lado supieron apreciar sus dotes como comandante y su escasa petulancia. No en vano, se hizo famoso por evitar las discusiones sobre quién había destruido uno u otro enemigo. Ejemplo de ello son las palabras que su superior, Alfred Rubbel , le dedicó tras la Segunda Guerra Mundial :
«Como persona, Kurt Knispel estaba siempre dispuesto a ayudar a sus compañeros y era discreto. Compartía su comida y, si era necesario, hasta su última camiseta limpia. Era sincero y alegre. Todos los que le conocíamos teníamos la sensación de que, ya fuera a la ofensiva o a la defensiva, si estaba a […] nuestro lado estábamos a salvo. Nunca abandonó a nadie sin importar la situación. […] ¡Nos superó a todos, y no solo del batallón, sino del arma blindada. No hubo, en todo el ejército alemán ni en el aliado, nadie que destruyera tantos carros de combate enemigos. Fue simplemente insuperable».
«Todos los que le conocíamos teníamos la sensación de que, ya fuera a la ofensiva o a la defensiva, si estaba a […] nuestro lado estábamos a salvo»
Por desgracia para él, la animadversión que generó hacia el mando retrasó sus ascensos y consiguió que le fuese mucho más difícil obtener medallas. Así, y como bien señaló Rubbel, recibió la Cruz de Hierro de Primera Clase ; la Insignia de Asalto de Tanques y la Cruz Alemana de Oro , pero no la ansiada Cruz de Caballero.
Como explica José A. Márquez en su obra 'Héroes panzer de la Segunda Guerra Mundial', en la actualidad existen diferentes versiones sobre su muerte. La más extendida afirma que se sucedió a finales de abril de 1945, cuando la contienda estaba decidida para la Alemania nazi. El 29, el Tiger II de su compañero Heinrich Skoda solicitó ayuda, pues estaba rodeado de enemigos en las cercanías de Wostitz (la actual República Checa). Knispel acudió, pero la marea de enemigos (todavía se desconoce el número) acabó con él. Para entonces, como bien recuerda el autor español, faltaban menos de dos semanas para que finalizara el conflicto.
Enigmático as
Si bien todos los estudiosos coinciden en que Knispel fue el mayor «as» de los caros de combate del Tercer Reich, no sucede lo mismo con los siguientes puestos. El segundo lugar está muy difuminado. En el maremágnum que supone la red se ha extendido que este honor corresponde a Martin Schroif, con 161 enemigos abatidos . Sin embargo, la realidad es que no existen obras que avalen esta gran cifra. Uno de los pocos autores que hace referencia a ella es el cineasta Bob Carruthers, quien, en 'Tiger in combat', hace referencia a un tal «Walter Schorif» «con 161 bajas» en su haber.
Anthony Tucker-Jones, experto en inteligencia y autor de varias obras sobre el conflicto, sí confirma en que Martin Schroif fue uno de los «ases» que más blindados enemigos destruyó durante la Segunda Guerra Mundial. Con todo, no ofrece una cifra concreta de vehículos. Se limita a señalar que personajes como « Kurt Knispel, Johannes Bälter, Otto Carius, Martin Schroif y Michael Wittmann noquearon a más de cien enemigos cada uno». Sin embargo, solo nombra a nuestro protagonista dos veces en su obra.
¿Quién diantres era, entonces, este misterioso tanquista? En 'Tigers in Normandy' , el estudioso del Tiger I Wolfgang Schneider hace referencia a este personaje. El experto sitúa al Untersturmführer (teniente) Martin Schroif en la cota 112, en las afueras de Caen, durante el avance aliado en la Operación Júpiter (entre el 11 y el 12 de julio de 1944). Allí, en mitad de Normandía, el germano tuvo que hacer frente, junto a su unidad, a un nutrido contingente británico. En la «feroz batalla» que se vivió a continuación, nuestro protagonista consiguió destruir un carro de tanque y dejar fuera de combate dos armas anticarro, toda una proeza para un comandante.

Poco después lideró un nuevo ataque junto a su compañía colina arriba y bajo un intenso fuego de artillería británico. Narra el autor que los mismos Panzergrenadier (Granaderos Panzer, infantería mecanizada), sucios y sin afeitar tras varios días de lucha, quedaron asombrados ante la muestra de valentía de sus compañeros. Durante la consiguiente batalla, el comandante de carro destrozó hasta tres Shermans con su Tiger, así como varios cañones anticarro. Una proeza digna de aparecer en los libros de historia de la Segunda Guerra Mundial , en efecto, pero que poco tiene que ver con que lograra 161 bajas en lid.
A partir de este punto cuesta seguirle la pista. En 'Death Ride of the Panzers: German Armor and the Retreat in the West, 1944-45' , el militar Dennis Oliver explica que, en agosto, Schroif (al que ubica en el Tiger 241 ) perdió en combate a sus compañeros y se unió a una nueva compañía en las afueras de Potigny . Como él, otros tantos investigadores clásicos ubican sus primeras acciones en Normandía, ya al final de la contienda, por lo que parece difícil que pudiera acabar con casi dos centenares de enemigos. El enigma, pues, sigue activo.
Un tigre en el barro
El tercer puesto no es menos controvertido. A Otto Carius , «as» de los panzer y autor de una auotobiografía convertida en best-seller ( 'Tigres en el barro' ), se le atribuyen nada menos que 150 blindados enemigos destruidos. Aunque él mismo, en una entrevista concedida a José A. Márquez y publicada en 'Héroes panzer de la Segunda Guerra Mundial', confirmó que desconocía el número exacto de carros de combate abatidos y que el tiempo había exagerado los datos.
En sus palabras, si se sumaran todos los tanques rusos que los comandantes dijeron haber hecho saltar por los aires, la cifra excedería los construidos en la Unión Soviética y en Estados Unidos. No le falta razón.

Más allá de las cifras, lo que no se puede negar es que Carius fue uno de los «ases» de los panzer más conocidos en la Segunda Guerra Mundial. Y eso, a pesar de que este joven, nacido en 1922 en Renania, fue rechazado por los reclutadores hasta en dos ocasiones por su extrema delgadez y su baja estatura. No obstante, su obsesión por convertirse en soldado le permitió acceder a un batallón de reemplazo primero y, a continuación, presentarse voluntario para el arma acorazada del Tercer Reich . En ella pasaría al estrellato tras demostrar sus capacidades y ser asignado al 502º Batallón de Tanques Pesados en 1942 .
Llegó a ser una estrella, en efecto, pero jamás olvidó la frase que le dedicaron sus compañeros cuando le vieron por primera vez: «A mi también me gustaría saber qué pretenden hacer con ese enano». Ni él mismo se imaginaba que, al final de la Segunda Guerra Mundial, sería galardonado con medallas de la talla de la Cruz de Caballero con Hojas de Roble.
«A mi también me gustaría saber qué pretenden hacer con ese enano»
Además de la ingente cantidad de bajas, Carius es recordado por haberse convertido en un verdadero estudioso de la guerra blindada. Durante la invasión de la URSS, cuando se hallaba al frente del 21.º Regimiento Panzer , no tuvo problema en admitir la superioridad de los míticos T-34 soviéticos ; una verdadera pesadilla para los germanos. «Un suceso que nos cogió como si nos hubiera caído encima una tonelada de ladrillos fue la aparición de los primeros carros rusos T-34. Nos sorprendieron completamente». Su frustración durante los primeros combates fue tal que esgrimió alguna que otra queja contra sus mandos. «¿Cómo era posible que “los de arriba” no conocieran la existencia de este carro superior?».
También admitió que era casi imposible, al menos por entonces, parar el torbellino de blindados de Stalin: «¿Qué se suponía que deberíamos hacer contra tales monstruosidades que los rusos arrojaban contra nosotros en enormes cantidades?». En sus palabras, «cundió entre nosotros la sensación de estar prácticamente indefensos».
«¿Qué se suponía que deberíamos hacer contra tales monstruosidades que los rusos arrojaban contra nosotros en enormes cantidades?»
Sin embargo, todo cambió con la llegada del Tiger I, el que fue su caballo de batalla durante el final de la Segunda Guerra Mundial y un tanque que definió como «el mejor de cuantos conocí». En sus palabras, «el cañón de 8,8 cm» que portaba «era lo suficientemente bueno como para derrotar a cualquier carro, suponiendo que se le acertase en el lugar correcto», y su blindaje lo hacía casi impenetrable. Los editores de sus memorias, por cierto, afirman que Carius fue el segundo «as» panzer con más bajas, por detrás de Knispel y por delante de Wittmann . No nombran, por tanto, al enigmático Schroif ni a otros personajes como Hans Bölter .
Otros ases
El siguiente «as» de la lista, Hans Bölter , es casi tan enigmático como Schroif. Algunos le autores le atribuyen entre 139 y 144 bajas, mientras que otros no le incluyen entre los primeros genios de los tanques de la Segunda Guerra Mundial. Su historia se ha popularizado gracias a la biografía 'Hauptmann Johannes Bölter: Als Panzer-Ass in Ost und West' (publicada en 2013), así como a los ya míticos libros 'Panzer Aces' . Participó en la campaña polaca, en la invasión de Francia y, en 1941, en la Operación Barbarroja . Como alguno de sus compañeros, fue transferido al 502º Batallón de Tanques Pesados en 1942, con el combatió en el Frente Oriental. Obtuvo la Cruz de Caballero en 1944 e hizo las veces de instructor.
El último gran «as» de los Panzer es también el más conocido: Michael Wittmann , cuya tumba se halla hoy, junto a las de los miembros de su tripulación, en el cementerio germano del norte de Francia. Aunque no se hizo famoso por las 138 que consiguió, sino porque destruyó, durante el Desembarco de Normandía , la friolera de 21 carros de combate británicos y otros tantos vehículos de transporte a lomos de su 'Panzerkampfwagen VI Tiger'. La humillación fue de dimensiones gigantescas, pues el oficial perpetró esta acción en apenas 15 minutos, sin la ayuda de sus compañeros y a sabiendas de que se encontraba solo frente a cientos de enemigos.
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