Los históricos del PSOE y el mensaje siciliano
LOS CAMINOS DEL ANTISANCHISMO (3)
La reciente expulsión de Leguina del Partido Socialista es el recado que Sánchez ha querido enviar a todos los socialistas con autoridad con el fin de evitar que discrepen y desmovilicen al votante de centro-izquierda
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Hay muchas formas de alcanzar el antisanchismo. Los partidos de la oposición tratan de encauzar ese deseo, esa convicción, con sus estrategias para atraer el voto. Así el PP, así Vox, así Ciudadanos. Pero hay un camino más que preocupa enormemente ... en La Moncloa porque ataca directamente a su espectro ideológico: las personas con autoridad en el electorado de izquierda que están desencantadas con la gestión de Pedro Sánchez tanto en el Gobierno como en el PSOE.
En ese espacio ideológico preocupan especialmente los históricos socialistas que ven con espanto la forma de actuar de Pedro Sánchez. Son los Felipe González, Alfonso Guerra, Nicolás Redondo Terreros, José Luis Corcuera, Cristina Alberdi... etc. Cada vez que uno de ellos critica públicamente algún aspecto de la gestión de Sánchez, en el antisanchismo surge inmediatamente una pregunta: ¿hasta dónde están dispuestos a llegar esos históricos para movilizar el voto antisanchista? Para responder es esencial citar a Joaquín Leguina, expresidente socialista de la Comunidad de Madrid expulsado del PSOE.
Leguina como mensaje
La reacción de Pedro Sánchez a la paliza que le dio Isabel Díaz Ayuso al PSOE (tercera fuerza) en las elecciones madrileñas del 4-M fue siciliana. El 7 de mayo de 2021, tres días después de las elecciones autonómicas, la Ejecutiva federal del PSOE decidió abrir sendos expedientes de expulsión del partido a Joaquín Leguina y a Nicolás Redondo Terreros bajo el argumento de que habían manifestado su apoyo a la candidata del PP.
Lo de Redondo Terreros se archivó pocos meses después, pero lo de Leguina finalizó el pasado 6 de diciembre con la expulsión del partido. En este episodio lo importante no es Leguina -que me perdone- sino el precedente que se sienta, el mensaje que Pedro Sánchez envía a todos los leguinas potenciales. Un mensaje que bien podemos catalogar de siciliano, pero que en realidad se adapta a la perfección a las formas de actuar del Partido Socialista desde tiempos de -curiosamente- Alfonso Guerra: «El que se mueva no sale en la foto».
Llegados a este punto, la pregunta se puede formular de otra manera: ¿están dispuestos los históricos socialistas de siempre a «manchar» el final de una larga y exitosa trayectoria en el entorno del PSOE por mojarse -otra vez- contra Pedro Sánchez? Sí, otra vez.
Un liderazgo autoritario
Tengamos en cuenta la forma de ser y actuar del presidente del Gobierno. Y no olvidemos que los históricos y los críticos ya le mataron una vez, y acabó resucitando. Y debemos recordar que quien desató la tomenta que provocó la expulsión de Sánchez como secretario general del PSOE fue Felipe González al revelar en la mañana del 29 de septiembre de 2016 que el hoy presidente del Gobierno le había mentido. González dijo que el entonces líder socialista le había asegurado que permitiría a Mariano Rajoy gobernar con una abstención en segunda votación, como finalmente no hizo: «Me sentí engañado». Y dio la orden de matarlo.
Seis años después, González ha sido domesticado bastante bien y el Partido Socialista es un búnker sanchista. El presidente le dio protagonismo en el 40 congreso socialista (octubre del 21) y le hizo la rosca en el 40 aniversario de su aplastante victoria en 1982 (202 escaños), en un acto que fue una apropiación indebida de la Transición, como indicó el eslogan elegido por el PSOE: «40 años de democracia». ¿Y entre el 75 y el 82? Felipe se lo devuelve midiendo enormemente sus críticas. Mucho más que, por ejemplo, Alfonso Guerra, que fue clamorosamente apartado de la celebración de esos 40 años, como desveló ABC. Curiosamente, y a pesar de esta entronización de González como el gran referente del socialismo que es, si algo enerva a los históricos es el modo en el que Sánchez retuerce la memoria democrática, aunque no solo.
Los manifiestos públicos
La Asociación para la Defensa de la Transición ha redactado y difundido en los últimos meses dos manifiestos públicos que han contado con la firma de algunos exministros socialistas y de importantes ex altos cargos del PSOE en defensa de la Transición y de la Constitución.
Las adhesiones cosechadas han sido muy relevantes y han trasladado a 2023 la idea de que el consenso de la Transición sigue vigente. Lo más importante es que trasladan a la opinión pública la idea de que se puede discrepar del Gobierno sin ser un «facha», pero no han conseguido hacer mella en las estructuras de un partido hermético y atrapado por el culto al líder. Y esto nos lleva al partido.
Un partido amordazado
En los entornos de las baronías más críticas admiten que la marca Pedro Sánchez está achicharrada, y que las siglas del PSOE están sufriendo mucho. Aún así, confían en que de cara al 28-M el votante socialista sepa diferenciar. De ahí que en los últimos meses presidentes autonómicos como Emiliano García Page o Javier Lambán hayan hecho esfuerzos más o menos contundentes para rechazar medidas polémicas.
Nadie pone en duda que lo hacen porque lo piensan, pero es evidente que detrás hay un interés personal: no verse arrastrados por las decisiones más polémicas del Gobierno, casi siempre vinculadas a cesiones a sus socios, ya sea Unidas Podemos (con los ataques a la Justicia o las leyes 'trans', del sólo sí es sí o bienestar animal, entre otras), Esquerra Republicana (indultos, sedición, malversación) o Bildu (beneficios a presos etarras o expulsión de la Guardia Civil de Navarra).
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Más preguntas: ¿pueden hacer estos históricos socialistas algo más que declaraciones? ¿Podrían, por ejemplo, apelar a los diputados nacionales elegidos en sus regiones para que no voten a favor de estas cuestiones en el Congreso? Evidentemente, eso sería poner entre la espada y la pared a buena parte de la bancada socialista, lo cual nos lleva a la pregunta final de esta tercera entrega de la serie sobre los caminos del antisanchismo: ¿están dispuestos los socialistas no sanchistas a ir más allá de las palabras para movilizar a ese votante de corazón socialista desencantado con Sánchez? La alternativa es admitir que al jefe del Gobierno le ha salido bien esa estrategia sicialiana que bien podríamos bautizar como «el plan Leguina».
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