REAL MADRID 2 - AT. MADRID 1
Un derbi apacible, sin conflicto ni apercibidos castigados
La tensión vivida en la previa da paso a un partido deportivo, sin apenas momentos de enfrentamiento y sin ninguna amonestación para los ocho amenazados de sanción
Euroderbi de golazos y contundencia blanca
Es día de derbi en la capital de España. Lo que significa que el hermano, amigo, vecino o compañero se convierte durante unas horas en rival, incluso en enemigo. Una desapacible tarde bien servida de lluvia no impide a la parroquia madridista acudir a ... su cita para brindarle a los suyos un recibimiento a la altura tras la habitual acogida hostil al autobús atlético. La humareda roja se funde con el nuboso cielo que se cierne sobre Madrid.
A pocos metros, la afición colchonera llega en comitiva al Santiago Bernabéu, bien acompañados por las fuerzas de seguridad para evitar males mayores. A pesar del férreo control sobre el acceso, a través de entradas nominativas y pulseras, algunos valientes buscan evitarlo para presenciar el partido sin entrada. Como es de esperar, no tarda su artimaña en ser descubierta y abandonan al resto del grupo, los casi 4.000 aficionados rojiblancos presentes en el feudo blanco. La tensión se traslada a los aledaños del estadio, donde los insultos, hostilidades y exabruptos vuelan en ambas direcciones. Una vez en el Bernabéu, el enfrentamiento se torna en una guerra de cánticos con la mirada puesta en la grada rival.
«Yo te quiero ver campeón» reza el tifo merengue que acompaña la salida de los futbolistas. Apenas cumplidos unos segundos del minuto de silencio por la muerte de Javier Dorado, canterano y exfutbolista del Madrid, la afición colchonera lo interrumpe al grito de «madridistas hijos de p...». Mal ejemplo de cómo entender la rivalidad, al contrario que Mbappé y Griezmann, que demuestran su buena complicidad justo antes del pitido inicial.
La animosidad entre vecinos no tiene su prolongación en el césped del Bernabéu, donde se vive un partido con ritmo, pero ninguna entrada fuera de lugar, tangana o jugadas tan características de los derbis. La zona rojiblanca de la grada se levanta del tempranero gol de Rodrygo para resonar, a pesar de su notable inferioridad, tanto o más que la parroquia blanca. Un esfuerzo sonoro al que Julián Álvarez da su recompensa con una obra de arte.
Pero tras el descanso, el también genial tanto de Brahim levanta a los merengues y, sobre todo, aminora el nivel de decibelios visitantes, venida a menos tras el segundo gol blanco. El derbi discurre de principio a fin por los cauces futbolísiticos y deportivos, incluso demasiado para lo esperado, gracias a lo cual todos los apercibidos se libran de la amarilla y podrán estar en la vuelta. La afición madridista, satisfecha con la ventaja; la rojiblanca, frustrada pero esperanzadora al saber que el Metropolitano dictará sentencia.
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