Mariano Barbacid: «Han intentado inútilmente enviarme a casa»
Acaba de recibir la medalla Echegaray, uno de los mayores reconocimientos de la ciencia española. Con 71 años, asegura estar en «un momento dulce de mi carrera», con resultados prometedores en cáncer de páncreas y fondos suficientes para apoyar su investigación. Todo jalonado con zancadillas en el camino

En un país en el que la ciencia rara vez sale del anonimato, Mariano Barbacid es uno de los científicos más populares . Se conoce al hombre de la mancha roja en la cara, al investigador estrella del cáncer que hace tres décadas volvió a ... España tras hacer una brillante carrera en Estados Unidos y descubrir algunas de las averías genéticas que desencadenan los tumores. Con su regreso comenzó una edad de oro de la ciencia española. La investigación interesaba a los políticos , se apostaba por atraer talento extranjero y recuperar cerebros huidos como el suyo. Fue entonces cuando se construyeron grandes centros como el CNIO, el Centro Nacional de Investigaciones Oncológicas.
Decir CNIO es decir Mariano Barbacid . Cruzó el Atlántico con la misión de poner en pie en España uno de los centros de investigación del cáncer más punteros de Europa. Diseñó el proyecto, participó en su construcción y lo convirtió en la joya de la investigación que es. Desde 1988 a 2011 lo dirigió, a la manera anglosajona, sin funcionarios y con investigación competitiva. «Fueron unos años gloriosos, los mejores de mi vida». Hasta que Cristina Garmendia , la entonces ministra de Ciencia de Zapatero, cuestionó la entrada de financiación privada para llevar a cabo una investigación del cáncer de pulmón. La polémica se zanjó con su salida.
Barbacid dejó la dirección y se centró en su labor científica en una posición no muy cómoda en el centro. Desde entonces ha continuado su investigación en el CNIO, con escasa presencia pública. En estos años se ha prodigado poco en los medios de comunicación, salvo para participar de algún avance científico. Ha estado callado, pero en la entrega de la medalla Echegaray, Barbacid dejó atrás años de silencio. En presencia del Rey y del ministro de Ciencia, Pedro Duque, habló alto y claro al recibir uno de los mayores reconocimientos que en España puede concederse a una persona de ciencia: «A pesar de quienes me han intentado insistentemente enviar a casa, la ciencia no conoce barreras de edad, sobre todo cuando se conserva la memoria y se capta financiación para seguir investigando».
Días después de aquel discurso, Mariano Barbacid prefiere volver al voto de silencio cuando le pregunta ABC. El «enfant terrible» que es y, de vez en cuando, deja salir, opta esta vez por la discreción . Sabe bien cuándo tirar la piedra y esconder la mano. «Lo contaré en mis memorias», corta, cuando le interesa escabullirse de preguntas incómodas.
La medalla Echegaray le llega en un buen momento, ¿qué significa para usted?
Es un reconocimiento muy especial porque la lista de anteriores premiados hace sentir vértigo. Desde Rutherford, el descubridor del átomo, a Santiago Ramón y Cajal en la época pretérita y más recientemente Margarita Salas que para mí ha sido mi faro y mi guía en cuanto a honestidad y labor científica.
En su discurso de agradecimiento hizo una defensa de su carrera científica con 71 años cumplidos. Aseguró que seguiría investigando hasta quedarse sin recursos o sin neuronas. Y ni uno ni lo otro.
Sí, estamos muy bien de recursos gracias al apoyo del European Research Council (ERC), la Fundación CRIS y la Asociación Española contra el Cáncer. Estamos en un momento dulce en cuanto a financiación y resultados. Evidentemente, lo último que considero en estos momentos es irme a casa. Lo de las neuronas, a veces se me olvidan nombres, pero sigo en la brecha.
¿Se está dando de lado a una generación que le dio todo cuando había un desierto de oportunidades?
A los científicos hay que juzgarlos por su productividad científica y su ética. Ni por su edad ni por su sexo ni por su raza. Resulta paradójico, pero tres de los principales grupos que están desarrollando una vacuna contra la Covid en España son eméritos, jubilados. ¿Por qué hacer esa discriminación cuando el artículo 14 de la constitución prohíbe la discriminación por razón de sexo y edad?.
«Tres de los grupos que desarrollan en España una vacuna contra el Covid son eméritos, jubilados»
En España, ¿se discrimina a los científicos por edad?
Con el coronavirus no se están poniendo pegas, pero a partir de los 70 años estás abocado a trabas burocráticas para pedir ayudas y proyectos, solo por la edad. Esto no sucede en Europa. Conozco a un científico al que tengo mucho cariño, Pierre Chambon, que pidió un ERC (ayuda europea para la investigación más competitiva) a los 82 años. Conozco a investigadores mayores que pese a su edad tienen una capacidad mental maravillosa, como si tuvieran 40 o 50 años. Seleccionemos a los que producen con independencia de la edad que tengan.
Dijo que le habían intentando inútilmente enviar a casa. ¿No se siente apoyado por su centro de investigación?
En el CNIO se trabaja muy bien, tenemos gran cantidad de recursos, con unidades de apoyo que nos hacen la vida muy fácil. Es cierto que dije que habían intentado inútilmente enviarme a casa. Pero el artículo 14 de la Constitución lo prohíbe y por consiguiente no ha lugar. Si algún día me da por escribir mis memorias, lo contaré con más detalle.
Es una acusación dura, entiendo que estará fundamentada por algo concreto
Acusar no está bien. Como no es posible hacerlo y no se puede jubilar a nadie forzosamente por razones de edad, entonces, como dicen ahora, pues «ya pasó».
Le formulo la misma pregunta de otra manera: ¿Intentaron forzar su jubilación en el CNIO?
Como le he dicho antes. Lo contaré en mis memorias.
Si hubiera ocurrido esto que contará en sus memorias, ¿el centro de investigación habría preferido perder los recursos con los que cuenta su laboratorio con tal de que se fuera?
El dinero del ERC sí sería un problema si me fuera a otro centro de investigación. Ese dinero iría conmigo y mi proyecto. No sé lo que ocurriría si me jubilara o si me muriera. No lo he preguntado porque no tengo ningún interés en morirme (risas), pero si me fuera a otro centro de investigación ese dinero iría conmigo y mi proyecto.
Desde que abandonó la dirección del CNIO, ¿ha pensando en irse a otra institución?
No, porque como le decía en el CNIO se trabaja muy bien. Es un centro que tiene en estos momentos más personal investigador en las unidades de apoyo que en los grupos de investigación, con lo cual tenemos unas ventajas muy importantes en cuanto al apoyo que nos prestan. El animalario, la unidad de histología, de proteómica, de genómica, de transgénicos… funcionan estupendamente.
¿Ha tenido alguna oferta para llevar sus investigaciones a otro sitio?
No, pero tampoco lo he buscado. Después de 24 años en EE.UU, once construyendo el CNIO, para mí el CNIO es mi segunda casa, aunque en mi familia dirían que es la primera (risas). Sería muy difícil encontrar el apoyo que he tenido siempre en el CNIO. Tampoco se invierte en una persona de mi edad.
Lideró el grupo que puso en pie el CNIO. En poco tiempo se consiguió un centro de investigación puntero, capaz de atraer talento e inversión europea.
Éramos 26 grupos de investigación y teníamos ocho ERC, ese ratio no lo tenía ningún otro centro de Europa. Tuvimos los mismos que el Karolinska y el Weizmann, pese a ser instituciones más grandes. Fue un gran orgullo. Esto se consiguió gracias a un modelo diferente al que se tenía en España, alejado de la burocracia. Yo pude contratar a quien creí necesario, teníamos libertad de sueldos. Era un centro muy joven y ágil. Fue un espectáculo cómo se desarrolló y el impacto que tuvo en Europa.
Tras esos años dorados, ¿lo reconoce ahora?
Han cambiado cosas que no vienen al caso hoy y contaré en mis memorias. La estructura fundamental permanece la misma. El centro no ha crecido, pero sigue siendo puntero en España.
¿Y sigue atrayendo talento? ¿es una institución a la que un investigador extranjero querría venir?
Ahora sería más difícil que cuando yo era director por las restricciones que ha puesto el Gobierno. Le cuento un caso concreto: al científico Erwin Wagner le pudimos pagar lo que él estaba cobrando en Viena; no vino con un aumento de suelo, pero al menos sin perder. Entonces le aplicamos la «ley Beckham», por la que los extranjeros podrían estar cinco años pagando un 25% en el IRPF. Eso ahora es imposible, llevamos varios años que no podemos dar ni gratificaciones. Es imposible atraer a nadie de alto nivel de Europa pagándole un sueldo de 70.000 o 75.000 euros. Se reirían. Antes teníamos flexibilidad, pero ahora estamos encorsetados dentro de la administración. No somos funcionarios, pero se nos impone la misma normativa.
«Nunca entendí por qué no nos permitieron a los científicos ayudar y hacer pruebas PCR»
De poco ha servido entonces tener un Ministerio de Ciencia
Hasta ahora no se ha notado mucho la diferencia. No ha habido un cambio significativo. Estamos en un momento de espera. Se ha anunciado una inversión de mil millones de euros para 2020-21. La Confederación de Sociedades Científicas de España dice que hay buenas noticias, que se ha prometido un incremento del 60% aunque la preocupación es que el 90% de ese incremento esté basado solo en el dinero que va a facilitar Europa para promover la recuperación económica. Eso significa que solo se subirá el presupuesto una vez. ¿Qué pasará en 2023 o 2024?
¿Echa de menos dirigir el CNIO?
No, no, en absoluto. Yo cumplí mi labor de diseñarlo, ponerlo en marcha y darle prestigio. A partir de ahí ya solo me interesa mi investigación.
¿Es difícil seguir manteniendo la ilusión pese a las zancadillas?
A mí las zancadillas no me han afectado. La ilusión es lo único que nos mueve, ya ve que no es por el sueldo. No hay ningún otro objetivo. Como le decía antes, de toda mi carrera ha habido otros dos momentos muy ilusionantes, pero en el que estamos ahora lo pondría en el tercer lugar. El primero, fue al descubrir el primer oncogén humano y en estos momentos es la primera vez que hemos identificado vías para atacar terapéuticamente a los tumores que tienen la mutación de KRAS. Esta mutación está detrás del 20 por ciento de los tumores más agresivos, como el de pulmón, páncreas o colon. Y aún no hay un solo fármaco. Empezamos a ver vías para poder atacar este problema. Con buena financiación, con un proyecto ilusionante, lo último que se me ocurre sería irme a casa.
Su equipo ya ha demostrado en ratones que se pueden erradir tumores de páncreas. ¿Cómo avanza este proyecto?
Estamos muy ilusionados. Con una terapia basada en manipulación genética, logramos que desaparecieran los tumores en la mitad de los ratones tratados. Unos respondían muy bien, pero otros no lo hacían en absoluto. Ahora hemos identificado una nueva diana en cultivos celulares que bloquea el resto de tumores de páncreas. Debemos tener mucha cautela, porque solo lo hemos observado en líneas celulares, ni siquiera en ratones. Aunque no podemos negar que en estos momentos hay una puerta abierta. Vamos avanzando pero aún estamos muy lejos de conseguir algo práctico. Uno de los problemas es que los tratamientos aplicados en laboratorio necesitan trasladarse a la clínica. Y ahí tenemos otra puerta abierta, estamos viendo ya la posibilidad de desarrollar inhibidores contra RAF1, una de las dianas que bloquean el cáncer de páncreas.
En la primera oleada de la pandemia, durante el confinamiento, fue muy crítico porque se cerraron los centros de investigación. Ni podían trabajar ni colaborar en la realización de pruebas PCR.
Solo dos personas de mi grupo podían entrar para cuidar de nuestros ratones, unos animales muy delicados. Vivimos unos días muy preocupados porque no sabíamos si iban a sobrevivir. Temimos que las colonias de ratones pudieran desaparecer; entonces sí que me hubiera tenido que ir a mi casa (risas). En cuanto a las PCR, nunca entendí por qué no nos permitieron ayudar haciendo diagnósticos cuando tanto escaseaban. Para nosotros hacer PCR es como beber un vaso de agua, lo hacemos a diario. Teníamos las máquinas, el conocimiento… Sigo sin entender por qué se nos prohibió. Yo lo reclamé ante el Ministerio de Ciencia, pero no hubo explicación.
«Me vacunaré seguro. Que esté el primero para ponérmela... Eso ya no lo tengo tan claro»
¿Cómo valora la gestión de la pandemia?
Científicamente no ha habido nada criticable. En semanas se conocía la secuencia del virus, cómo nos infectaba, la puerta de entrada de nuestras células… Luego, cómo haya sido la gestión de cada país se me escapa.
¿No le hubiera gustado tener un comité de expertos reconocible, los mejores entre los mejores asesorando al Gobierno?
Tengo mi opinión personal, igual que la tengo sobre muchas otras cosas pero no voy a dar mi opinión. De la Covid prefiero no hablar nada, que ya veo a mucha gente hablar de ello y se escuchan unas cosas tremendas. Quizá el ministerio éste de la verdad debiera actuar porque se está confundiendo a la sociedad (risas).
Ya tenemos vacuna, ¿se la pondrá?
Por supuesto, habrá que ponérsela, la cuestión es qué vacuna. La información que nos llega aún es escasa. Eso de que viene la vacuna es un poco de bienvenido Mr. Marshall. Habrá que ver antes cuál es la más eficaz. Es un milagro científico que en nueve meses se hayan desarrollado vacunas. Deberíamos estar superfelices, pero sabemos que la medicina no es una ciencia exacta. Hay muchas vacunas y muchas incógnitas aún que deberán ir resolviéndose en los próximos meses. Me vacunaré seguro; que esté el primero, de eso ya no estoy tan seguro. Ya hay coches autónomos y yo sigo conduciendo. A veces hay que esperar un poquito y ver cómo funcionan las innovaciones.
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