Las dos plegarias de Nicolás Fontanillas a la Esperanza de Triana: «Yo tormenta y tú bonanza»
Comentario de texto
Castellano de nacimiento él, a sus 21 años quedó prendido de todas las devociones sevillanas, a las que dedicó versos en varias obras
La seguidilla que Juan Sierra dedicó a la Amargura: «¡Ay, cristal de Sevilla / lazo y figura!»
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En un antiguo boletín con el que se daba la bienvenida al año 1983, a una primavera de distancia de su coronación canónica, la Esperanza de Triana tuvo a bien publicar un artículo escrito por el hermano Nicolás Fontanillas, de profesión, agente comercial; de ... vocación, un autor netamente desconocido. Uno que si bien no ha suscitado nunca un interés mediático como el que sí gozaron justamente alguno de sus coetáneos —como Juan Sierra, Rodríguez Buzón o Florencio Quintero, a cuyas palabras se entregó noches infinitas en el Baratillo—, su calidad literaria le hace merecedor de ser guardado en uno de los archivos dorados de la mejor literatura cofrade de la ciudad. Él vio la luz primera en un pueblo de Zamora, Villanueva del Campo, porque era de los que puntualizaba que los trianeros nacían donde les daba la gana. Y pese a que tuvo una interesante producción literaria que nunca conviene ignorar, tanto en lo que a poesía se refiere como a la elaboración de algún guion, como el del exitoso espectáculo 'La Pasión en Sevilla' (1965), la capital hispalense no ha hecho justicia a todo el cariño con el que se dirigió a ella durante décadas este escritor, un trovador enamorado de la décima y otras estrofas que encontró en Triana un puerto seguro hacia su inspiración en el segundo tercio del siglo XX. E hizo del barrio desde sus 21 años un ancla hecha de forja y cerámica que colgaba de su pecho para hilvanar toda su vida una métrica definida ligada con un elegante sentido de la rima.
Contaba Fontanillas en aquel texto cómo Manolo Espinosa, hermano mayor de la corporación trianera entre 1951 y 1957, fue el encargado de llevarle a la orilla alegre de la Esperanza, aceptando un año el cargo de consiliario. «Éramos ambos vocales de la Junta de Gobierno del Colegio de Agentes Comerciales de Sevilla, y como para dejar constancia de que al colocarnos profesionalmente bajo el patrocinio de la Esperanza, que tan bien cuadra con nuestro incierto quehacer, no significaba ninguna preferencia por una imagen concreta, razón por la que ahora, y desde que lo presido, rendimos homenaje a la Macarena, la de la Trinidad y la de Triana, pues Sevilla, como he dicho alguna vez, está cercada por la Esperanza, ya que a las citadas hay que sumar a la de San Roque, que además aporta la Gracia». Tras ofrecer un recital, el escritor reveló que la cofradía le permitió ir en presidencia una madrugada, y en ella le confundieron con Bobby Deglané: «Me dieron una noche de penitencia más pesada que si hubiese llevado los tobillos encadenados con grilletes, aunque compensada porque podía volverme de vez en cuando hacia la Santísima Virgen para comprobar que no podía haberla más bonita y para hablar con Ella en la noche más grande y luminosa de Sevilla», establecía.
De ahí que Fontanillas se rindiera a los encantos de quien hoy y siempre es guardiana de la capilla de los Marineros, dedicándole dos ruegos en forma de décimas que aparecieron en un volumen denominado 'Plegarias. Interpretación poética de la Semana Santa de Sevilla' (1951) en el que el autor incluyó una imperdible selección de sus letras, tanto con dedicaciones cristíferas como marianas para una ciudad que le cautivó. Un año antes de aquellas oraciones cantadas publicó 'Intimidad', otro poemario del que Camilo José Cela afirmó encontrarse «de cara a la contemplación y al goce de unos versos necesarios». Por exponer algunos de sus versos más cofrades, la lírica dedicada a la Piedad que anida en el Arenal: «La Niña del Baratillo / saetas canta que canta. / No es de mujer, es de ángel, / su cristalina garganta, / y en la noche misteriosa, / por la luna plateada, / seguidillas, martinetes, / saetas canta que canta... / Y lloran los corazones / con música de palabras». Otro día entonó la clásica pregunta que todos nos hemos hecho alguna vez por San Gil: «Macarena, Macarena, / ¿qué misterio hay en tu llanto? / ¡Madre mía! / ¿Por qué sonríes y lloras / y por qué estás suspirando / con un gesto de sonrisa / en el cáliz de tus labios?». Otro bezo del que escribió nace y muere en la calle Castilla: «Está Expirando el Cachorro, / tiene la boca entreabierta, / para que el dolor escape / hecho suspiros por ella. / Pero el alma está en su cuerpo, / en su cuerpo prisionera, / trasminando por sus llagas, / presente en su carne abierta, / dentro de sus fibras todas, / toda amor, toda largueza, / para ofrecerla a los hombres / con dolor de gloria eterna. / ¡Está expirando el Cachorro; / tiene la boca entreabierta!». A continuación, esas dos plegarias a la Esperanza de Triana, que a diferencia de los romances anteriores, sí encadena la justa medida de seis décimas, tres por cada plegaria, para hacer de
Plegaria a la Esperanza de Triana, por Nicolás Fontanillas (I)
«¡Madre! ¡Madre! Tú Esperanza
y yo la fuerza del mal.
Tú brisa y yo vendaval,
yo tormenta y Tú bonanza …
Tú eres velero que alcanza
el vuelo de raudas aves
y yo soy como las naves
que, destrozadas y rotas,
acabaron sus derrotas
en el fondo de los mares.
Déjame que, con Triana,
siga el ritmo de tu andar,
déjame, Madre, llorar.
Deja que mi alma cristiana
sienta la gracia lozana
de tu infinita dulzura
y se ilumine la oscura
mancha que mi vida encierra,
pues va pegada a la tierra
y está densa de amargura.
Déjame que, por el puente,
por el puente de Triana,
te siga en esta mañana
mientras que Tú, refulgente,
vas cruzando, suavemente,
por el poético rio
que estremecido de frio,
parece, en la madrugada,
una sierpe plateada
que perdió su poderío».
Plegaria a la Esperanza de Triana, por Nicolás Fontanillas (II)
«Y mientras tu pie ligero
va pisando en la corriente
la cabeza de serpiente
que encadenó al mundo entero.
Y con tu amor verdadero,
de madre y de dolorosa,
sonríes -y vas gozosa-
porque alargando tu manto,
toda Triana, con llanto,
te pone cerco amorosa.
Toda Triana fundida
en un clamor fervoroso,
que es amargo y es piadoso
porque te ama compungida
como a la madre dolorida.
Y tus ojos, de gitana,
son en la fría mañana
como una antorcha divina
que con amor ilumina
a su barrio de Triana.
¡Óyeme, Madre, que quiero
tu protección y tu amparo,
que me guíes como un faro
guía al pobre marinero.
Que seas como un lucero
que me enseñe a navegar
hasta que pueda llegar
por un camino seguro
hasta Ti más limpio y puro,
que las espumas del mar!».
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