Episodios locales
Tragedia en el Copero
Se cumplen veinticinco años del desgraciado accidente de un helicóptero del Bhelma-IV tras el transporte de un enfermo desde Ceuta al Hospital Militar: la tripulación nunca volvió a la base
Para cualquier tripulación de aeronave, la vuelta a la base sin novedad tras cumplir la misión asignada es siempre la mejor noticia. El teniente de Infantería Juan José Tirante García, el sargento copiloto José Manuel Nava Martínez y el sargento especialista Martín ... Zazo León nunca llegaron de vuelta a la base de helicópteros de las Fuerzas Aeromóviles del Ejército de Tierra (Famet) en El Copero.
El aparato HU-21, un Superpuma del Bhelma-IV, inició la maniobra de acercamiento a la pista de aterrizaje alrededor de las siete y media de la tarde del fatídico 4 de marzo de 2000, cuando se le paró el motor y cayó a plomo, sin incendiarse, sobre la carretera de acceso, apenas a unos doscientos metros de la garita de control de la base militar, junto a la esclusa. El sargento Zazo murió en el acto, el teniente Tirantes una vez evacuado al hospital y sólo Nava sobrevivió a aquel desgraciado accidente aunque muy grave con politraumatismos por el impacto.
En un primer momento, las hipótesis que barajaron los investigadores se limitaban a dos: un fallo mecánico o falta de combustible. Nada más conocerse el trágico suceso, el capitán general de la Región Sur, el teniente general Juan García Martínez, declaró que «el motor se paró». Nunca se hizo público el resultado de la investigación.
La tripulación había cumplido con su deber aquel día, el último para dos de ellos. Habían trasladado desde Ceuta a un guardia civil herido que precisaba atención en el Hospital Militar. El accidente ocurrió cuando ya lo habían dejado allí en el vuelo de vuelta desde el helipuerto del centro hospitalario con destino a la base.
MÁS INFORMACIÓN
Dos días después, el lunes 6 de marzo, el jefe del Estado Mayor del Ejército de Tierra, el general Alfonso Pardo de Santayana y Coloma, prendía sobre las banderas que cubrían los ataúdes de los dos militares muertos sendas cruces al Mérito Militar con distintivo amarillo que los distinguía como caídos en acto de servicio.
En la homilía, el capellán castrense de la base resaltó que no hay «muestra de amor más grande que dar la vida por salvar la de otro» como había hecho la tripulación siniestrada. Se leyó un mensaje del arzobispo castrense, monseñor Estepa, en el que se ponía de manifiesto el amor por su profesión militar que les había llevado a «recorrer un camino de servicio a los demás».
El teniente Tirante, sevillano, estaba casado y tenía dos hijos de corta edad. El sargento Zazo, natural de una pedanía del municipio abulense de Hurtumpascual, estaba soltero. El sargento Navas también tenía 29 años entonces. Sirva este recordatorio al cumplirse un cuarto de siglo como reconocimiento a su entrega al límite.
Esta funcionalidad es sólo para suscriptores
Suscribete
Esta funcionalidad es sólo para suscriptores
Suscribete