Suscríbete a
ABC Cultural

Mantícora

Carlos Vermut: «Vivimos en una sociedad que tiene miedo al miedo»

El director madrileño presenta en el Festival de Cine de Sitges ‘Mantícora’, la cuarta película de su carrera

El director Carlos Vermut, en el Festival de Sitges EFE
Lucía M. Cabanelas

Esta funcionalidad es sólo para registrados

Mientras el mundo avanza deprisa, Carlos Vermut se lo toma con calma. Habla pausado, reflexiona y paladea cada respuesta. Casi como sus películas, que mima tanto que tarda lo que sea en hacerlas. De momento, cuatro en once años. En mitad del ruido, el director envuelve la vida en silencios, y enfoca una realidad a menudo desenfocada. «Supongo que tengo un caldo de cultivo de ideas inquietantes y de vez en cuando saco algo», confiesa desde el Festival de Cine de Sitges, donde presentó ayer ‘Mantícora’ , su cuarto largometraje y, probablemente, el más perturbador. «Es una carta amor a la fantasía, que no siempre tiene que ser colorista y positiva, también puede ser perversa, oscura».

No hay tabúes en su cine, capaz de convertir una perversión innombrable en una historia de amor, de salvoconducto. Quizás porque, aunque sea a través de una cámara y no desde un diván, el séptimo arte tiene para él algo de terapia. «Mi relación con el cine tiene que ver con las cosas que me dan miedo. Necesito humanizar a los monstruos porque es mi manera de no tenerles miedo», admite.

—La película trata sobre el deseo inconcebible de un hombre y de sus intentos de superarlo. ¿De dónde surgen este tipo de ideas?

—De vez en cuando me asomo a mi parte más intuitiva y aparecen temas como la identidad, la representación, las máscaras que nos ponemos. Supongo que tengo un caldo de cultivo de ideas inquietantes y de vez en cuando saco algo.

—Hablando de máscaras, ¿es posible escapar de ciertos impulsos rehuyéndolos, como su protagonista?

—Hay una esencia en nosotros que es inmutable: podemos buscar su mejor versión, pero hay partes que hay que asumir con estoicismo y no intentar ser las personas que no somos. Hay un punto de honestidad, sinceridad, de encontrar un mundo en el que podamos ser nosotros mismos sin necesidad de ser juzgados constantemente. Precisamente porque no tenemos capacidad de elección y, cuando no la hay, no hay capacidad de juzgar. Lo complicado, política y psicológicamente, es decidir qué parte de uno mismo se puede elegir y cuál no podemos controlar.

—No juzgar parece inviable hoy en día. ¿Es el thriller un género que permite mayor libertad? La comedia, por ejemplo, es un terreno minado.

—El thriller psicológico siempre plantea dudas que tienen que ver con la condición humana. El ser humano es muy interesante porque es complejo, es capaz de hacer las cosas más increíbles y, la vez, las cosas más atroces.

—De ahí el título, ‘Mantícora’, por el ser mitológico que tiene algo de fiera pero cabeza humana.

—La diferencia entre las fieras y los seres humanos es que los animales no tienen maldad, no tienen crueldad, son instintivos, se basan en la supervivencia. Los humanos son crueles, del mismo modo que pueden ser altruistas.

—O sea, que tenemos elección. ¿Cree que ahora se es más o menos libre que antes?

—Yo no cambiaría haber nacido en esta época por otra. Creo que vivimos en una época con más libertad, pero a veces tener más libertad limita mucho.

«No estoy en contra de los algortimos, pero quiero que las películas las hagan seres humanos»

—En el filme, los videojuegos surgen como una vía de escape a la realidad. ¿Lo es también el cine?

—La película es una carta de amor a todo aquello que no podemos hacer pero que pertenece al mundo de la fantasía, y una carta amor a la propia fantasía, que no siempre tiene que ser colorista y positiva, sino también perversa, oscura. No hay que tenerle tanto miedo a la ficción; vivimos en una sociedad que tiene miedo al miedo. Nos tenemos demasiado miedo a nosotros mismos.

—¿Sirve entonces el cine de terapia?

—Sí. Mi relación con el cine, valga la redundancia, está muy relacionada con las cosas que me dan miedo. Necesito humanizar a los monstruos porque es mi manera de no tenerles miedo. Quiero hacer el ejercicio de, si no justificar al malo, al menos entender que hay una persona detrás. Eso es lo que a mí me alivia.

—¿De ahí que su cine sea incómodo?

—No es que quiera incomodar, es que a la gente le incomoda que los protagonistas de una película sean personas que son abyectas. Es un ejercicio que yo hago para intentar mostrar que todos, hasta las personas más horribles, son seres humanos. En mi caso, supongo que hay algo así cuasi religioso, católico, de sentir una necesidad de comprender incluso al ser más abyecto.

—En plena tiranía de lo efímero, de olvidar rápido, ¿busca dejar poso con un cine más exigente, para que su película dure aun acabado el metraje?

—Totalmente. Hago películas como quien pone un mensaje en una botella. Puede que nunca nos conozcamos, pero si le llega a alguien... Me parece muy bonito. Como las películas cada vez son más impersonales, parece que no las ha hecho nadie, que son un algoritmo. No estoy en contra de los algoritmos, pero quiero que las películas las hagan seres humanos.

Esta funcionalidad es sólo para suscriptores

Suscribete
Comentarios
0
Comparte esta noticia por correo electrónico

*Campos obligatorios

Algunos campos contienen errores

Tu mensaje se ha enviado con éxito

Reporta un error en esta noticia

*Campos obligatorios

Algunos campos contienen errores

Tu mensaje se ha enviado con éxito

Muchas gracias por tu participación