Crítica de «El oficial y el espía»: La verdad sobre Dreyfus y la posverdad sobre Polanski
Maravillosamente filmada, narrada e interpretada (también por los actores, pero referido aquí al modo en que el propio Polanski traduce lo que tiene de alegoría, de «chuche» rechupeteada por él y para su consuelo), «El oficial y el espía» es cine del grande

En este caso (no en el de la película, sino en el de escribir sobre ella), hay que prevenir de un par de detalles que no son baladís: el titulo original de la película es «J’acusse» , que fue también el titular del célebre artículo de Émile Zola en el que denunciaba la conspiración contra Dreyfus y que lo llevó a juicio, y el hecho de que el director de esta película sea Roman Polanski , cuyo eterno «caso» lo convierte, en cierto modo, en protagonista reverberado y especulado de la historia que se cuenta… Algo que, naturalmente, él niega.
La narración que aborda Polanski con enorme precisión, intriga y detalle tiene al fondo el conocido caso Dreyfus , y lo hace desde la perspectiva de la investigación que emprendió el coronel George Picquart, jefe del servicio de contraespionaje francés; y lo hace también con una extrema sabiduría de las posibilidades que le ofrecen los elementos más puros del cine clásico, combinados con una lectura rigurosa pero también dúctil e interesada de los hechos históricos y su adecuación al espíritu actual, donde operan conceptos tan líquidos como el de la «posverdad»…
Maravillosamente filmada, narrada e interpretada (también por los actores, pero referido aquí al modo en que el propio Polanski traduce lo que tiene de alegoría, de «chuche» rechupeteada por él y para su consuelo), «El oficial y el espía» es cine del grande, que transmite con minuciosidad lo transparente y lo opaco de sus líneas argumentales y de sus medidos entrelineados, que provoca sentimientos y que calcula los pesos y medidas de cada uno de los géneros de que se sirve, el drama, el suspense, lo judicial e incluso lo romántico.
También los pesos y medidas de cada uno de sus personajes y sus relaciones, pues deja al de Alfred Dreyfus en un segundo plano, se vuelca en el de George Picquart, y en cambio consigue que la relación entre ambos, brevísima, tenga una intensidad explosiva en lo esencial de la historia. Jean Dujardin y Louis Garrel captan lo sublime en su exigüidad. No alcanza ese grado de compenetración interior la relación sentimental con el personaje de Emmanuelle Seigner, que más parece ahí un ingrediente obligado en «chez Polanski». Pero, por lo demás, qué película tan buena e inteligente, y en la que quizá el «villano Polanski» suspira por un Picquart.
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