SOL Y SOMBRA
Los cenizos empapados
En cuanto un político con querencia ecologista anuncia que vamos a morir de sed, se abren los cielos
EN el otoño de 2007, ese tipo distinguido con el Premio Nobel de la Nada que respondía por Al Gore vino a Sevilla para reñirnos a todos como sólo los iluminados por la gracia de la superioridad moral saben hacerlo. Que su verdadero oficio fuese ... lobista de las energías renovables a despecho de los miles de litros de queroseno que quemaba el jet privado con el que se plantó en San Pablo era un detalle baladí. «Cabalgar contradicciones», llamaba a la figura un combativo feminista… a sueldo de la teocracia iraní. Eran tiempos de despilfarro sin medida y el Ayuntamiento (del PSOE) invitó al tótem progresista del momento, recién derrotado en las urnas por Bush Junior, para alertar sobre los peligros del cambio climático. Parece que fue ayer, pero sucedió hace más de tres lustros.
Como aquella temporada fue débil en términos pluviométricos, Gore y sus anfitriones doblaron la apuesta un año más tarde. En su segundo bolo hispalense, el chupasangre dijo que la sequía que azotaba a la región se había perennizado y que, según incontrovertibles pruebas aportadas por la Ciencia del Clima-Climático, un desierto sahariano se extendería del Cabo de Gata hasta Finisterre (Pepe Da Rosa) no después de 2020. Los meteoros, porque así de cabritos son, desmintieron la profecía con una lluvia torrencial al día siguiente de irse el cenizo yanqui, no guardamos los paraguas en todo el invierno y a la Feria siguiente, si hacen memoria, habría traído más cuenta llevarse la piragua de Beatriz Manchón que a la jaca jerezana.
No jarreó tanto en aquel abril como en la pasada Semana Santa, cuando las pocas cofradías que salieron lo hicieron tras librar feroz combate contra el sentido común. Sin ánimo de señalar, las alarmas que pulsó en su momento el exvicepresidente de los Estados Unidos las accionó esta vez el presidente de la Junta de Andalucía. Tanto empeño puso Juanma Moreno la primavera pasada por concienciar (que es el eufemismo que quita el tufillo salvapatrias al afán por instaurar el miedo) al ciudadano sobre cuán poco luchaba contra la falta de agua, que algún cura rural no sacará durante el próximo ciclo seco en procesión rogativa al patrón, sino a un político con querencia ecologista. ¡Milagro garantizado, oiga! Es anunciar uno de éstos que vamos a morirnos de sed y se abren los cielos.
La borrasca de esta semana, Nuria, ha traído además el efecto benéfico de contener la inflación procesional que padece últimamente Sevilla, disuadiendo al capilleo de pasear a sus santitos cuaresmales. Monseñor Saiz Meneses, cuyas declaraciones recientes –«no se puede pecar por defecto ni por exceso»– demuestran que empieza a darse cuenta de dónde se ha metido, lo habrá agradecido en sus oraciones. En cuanto escampe, cada cual a su tarea: los hermanos mayores, a preparar la salida en el día canónico y los políticos, a implementar un plan hidrológico para que la próxima vez no haya que desembalsar (tirar) tanta agua.
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