perdigones de plata
Bananalandia
Sánchez nos conduce hacia el bananerismo más ramplón al quebrar la separación de poderes
Cada vez que salía para disfrutar de los placeres nocturnos, su madre le susurraba al despedirla: «Hija mía, pásatelo bien, pero no te regales, eh; recuérdalo, no te regales a la primera…». Cuando nuestra amiga nos contaba aquella recomendación materna en pleno zafarrancho noctívago, nos ... entraba la risa porque nos sonaba entre entrañable, sensata y rancia. No sé si ahora nos han regalado, malvendido, saqueado, estafado, vejado, humillado o, directamente, violado. Uno también creía, al principio, que el texto que certifica la felonía, no era sino bromazo, bulo o farsa. Resultaba demasiado chalado. Pero es tan real como el trallazo de los impuestos que, a lo mejor, olvidamos pagar para acogernos a una amnistía. ¿Y por qué no?
Sánchez nos conduce hacia el bananerismo más ramplón al quebrar la separación de poderes. Bueno, en realidad ya somos Bananalandia gracias a su pacto con los independentistas. Lo curioso es la gran cantidad de compatriotas incapaces de percibir el peligro. Les importa un bledo. No les interesa. Se cargan el Estado de Derecho, trituran el imperio de la ley, pretenden fumigar a los jueces que dieron la cara y cumplieron con su deber mientras sufrían amenazas, perdonan a los delincuentes y, claro, les conceden la pasta gansa. Y no les importa. Todo por la poltrona. Todo por la cara. Todo por la pasta. Pero a un buen número de españoles la apisonadora que nos metamorfosea en carne picada, en huesos sometidos al capricho de un autócrata, le resbala. Se equivocan, esta clase de trapacerías acaban por endosar una insoportable factura colectiva de la que será difícil recuperarse. Podríamos pensar que el prestigio de España, con este ridículo, se diluye, pero desde la tenebrosa temporada zapateril no pintamos un pimiento en el tablero internacional. Cuando era joven, hace siglos, y salía por las noches, la suplica de mi madre, esas cosas de las madres, era: «Que no te apuñalen, hijo, por favor». Nos han regalado y apuñalado. Nuestras madres sabían que, tarde o temprano, esto sucedería.
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