visto y no visto
Gente pa tó
«¡Los españoles! ¡He aquí hombres que han querido ser demasiado!»
Resignificar la cruz
La guerra de los Rosie
Ahora que la gente fina anda pidiéndonos dinero para mandarnos a su guerra contra Rusia, unos locos de los libros nos han presentado en Madrid, y con una elegancia que ya no se lleva, 'Gente pa tó' (alusión al «tié que haber gente pa ... tó» que contestó El Gallo al enterarse de que Ortega era filósofo de profesión), un plano secuencia a lo Scorsese en 'Uno de los nuestros' por la vida española, que es decir taurina, en tiempos de nuestros mayores, quienes con un umbral del dolor muy por encima del nuestro («hagan lo que quieran, todo lo resisto, con tal de que pueda matar un par de toros este abono», dice Dominguín, con el vientre perforado por asta de toro, a sus doctores), tuvieron a bien no presentarse a la Gran Guerra, aquélla que, en lógica marxista, nunca tendría lugar porque los obreros pondrían, por delante de su patria, su clase social. 'Gente pa tó' lo firma José Ramón Márquez y lo prologa Hughes («los toros serían una forma más, pronto la única, de volcar un carácter que ahora sólo podemos intuir y admirar por joyas como ésta»).
—¡Los españoles! ¡He aquí hombres que han querido ser demasiado!— fue la frase de Nietzsche (después vulgarizada, lamenta Claudio Sánchez-Albornoz) que diera a conocer Ortega.
Al acto no faltaron representantes del Ministerio de Cultura, epígono del Ministerio de Propaganda creado por Millán Astray, hoy reducido (el ministerio, no el legionario) a trolear los toros con el cuento de la Ilustración. Vale: por la Crónica de Alfonso VII sabemos, dice don Claudio, que se practicaba la milenaria fiesta taurina de los iberos, «y por ella sabemos que las masas gozaba y reían viendo acuchillarse a un grupo de ciegos que, colocados en el centro de la plaza, armados de dagas, se herían entre sí en vez de herir a un puerco que entre ellos corría y que de ellos escapaba». La barbarie, frente a la Ilustración de la ejecución de Malesherbes como abogado defensor del rey: arrestado con su hija, su yerno y sus nietos, fue guillotinado el 23 de abril (día del libro, hoy) del 94, después de ver a todos ellos ejecutados.
En 'Gente pa tó' cabe incluso el perro Paco, animal totémico de nuestros liberalios, pues se granjeó un porvenir con saber tirar de la levita buena. Tan edificante paseo por el dolor y la muerte (ahora, decía Paz, que nadie piensa en la muerte, en su muerte propia, como quería Rilke, porque nadie vive una vida personal) se remata con la media verónica de Valle-Inclán ante el Caballero Audaz: «Antes, nosotros éramos como los griegos, que convertían la emoción en materia artística: moría un torero en la plaza y continuaba la lidia, porque éramos un país fuerte y artista. Ahora convertimos todo en materia sentimental y lloramos. Es la labor que está haciendo esa prensa ridícula, que siempre está con lamentaciones cursis, que se duele de que muera un teniente en la guerra. ¿Hay cosa más lógica y natural que un teniente muerto en la guerra y un torero en la plaza?».
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