UNA RAYA EN EL AGUA
Poder blando, poder duro
Sánchez y Meloni explotan a su conveniencia una realidad sociológica: el escaso compromiso militar de sus compatriotas
La leyenda del santo perdedor
Asuntos internos
A Sánchez no conviene menospreciarlo nunca, ni confiar en que no va a atreverse a cualquier cosa que considere idónea o provechosa para sus intereses. Se atreve siempre. Por eso éste es el Gobierno de «las primeras veces», se trate de otorgar una amnistía, ... de retorcer el espíritu de las leyes, de pactar con golpistas, de violentar el principio de separación de poderes… o de perder unas elecciones y acabar investido como presidente. Tiene un sentido personalista, o más bien patrimonialista, del poder y de la política, y un potente instinto de conservación que, unido a la falta de escrúpulos, le permite escoger sin remordimientos la opción que más le beneficia. Y conoce bien las corrientes de masas, entre otras cosas porque dispone de un ejército de ayudantes –el más numeroso de la democracia– encargados de escrutar los estados de la opinión ciudadana, primera y esencial condición necesaria para dirigirla o manipularla.
Es, pues, probable que su renuencia ante el rearme europeo no se deba sólo a la falta de apoyos parlamentarios y al designio de no pactar con el PP en ningún caso. Hay muchos españoles para quienes la amenaza rusa contra los países bálticos y escandinavos resulta un problema muy lejano. Los jóvenes, sobre todo, están mucho más preocupados con la vivienda, el paro, los salarios bajos o el cambio climático; educados en un pensamiento pacifista esquemático, se les hace muy cuesta arriba la idea de prepararse para un eventual conflicto armado. Y el sanchismo, que carece de un concepto prescriptivo del liderazgo y ordena sus prioridades en función de las preferencias del electorado, ha detectado ese estado de ánimo coincidente con su tendencia escapista a ponerse de perfil ante los asuntos antipáticos. Por mucho que la situación geopolítica se haya complicado, el incremento del gasto en defensa no entra en el marco de lo que sus votantes identifican con un compromiso solidario.
De ahí la falta de concreción del Ejecutivo a la hora de involucrarse en la nueva hoja de ruta de Europa, remoloneo que ha encontrado una inesperada complicidad en Meloni, «querida Georgia». Tampoco parece casual que ambos tengan problemas con sus socios, satélites putinianos de diametral filiación ideológica, y utilicen la misma táctica de dulcificar con eufemismos y paráfrasis el áspero lenguaje bélico de la OTAN. Tanto el uno como la otra son conscientes del escaso entusiasmo militarista de sus compatriotas, y lo utilizan como soporte de una posición diplomática cautelosa que esconde el temor a enfrentarse a sus bases sociológicas. Resulta significativo el énfasis común en el llamado poder blando, el de los valores culturales, económicos y morales como ejes motores del progreso público, para oponerse con sutileza retórica a un cambio de rumbo. Al menos en Sánchez tiene lógica el recurso: en materia de poder duro ya le basta con el suyo.
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