el burladero
Jessica y la compasión
Me apena que ella no fuera capaz de evaluar el gran perjuicio que le iba a acaecer por continuar de la mano del exministro
Más respeto a los españoles, Sánchez
La pértiga de Olona
La figura de Jessica, la sobrina carnal del ministro Ábalos –más carnal que sobrina–, me remueve una cierta conmiseración. Llámenlo indulgencia, misericordia, condolencia, piedad, como quieran, pero no me siento capaz de blandir excesiva crueldad con una mujer que, a buen seguro, está atravesando ... un tormento indescriptible a medida que se van conociendo detalles de sus peripecias, esas que fueron plastificadas el día que hubo de declarar ante un juez vestida de riguroso luto. Cierto es que ella decidió, motivada por las razones que fueran, compartir su tiempo encamada con unos determinados cetáceos a cambio de compensación económica, oficio antiguo que ejercía voluntariamente, al parecer, anunciándose en una página de 'escorts' que fue a parar al teléfono del célebre Koldo y que sirvió para entrar en contacto con José Luis Ábalos. Ese trago cada uno lo solventa como cree aconsejable, pero todo lo que ha venido después y que se desarrolló merced al afecto –cierto o meramente comercial– que se estableció entre suministradora de placer y cliente, ya es un asunto que a todos nos ocupa y que, tengo pocas dudas, a ella la debe tener sumida en un determinado calvario.
Me apena de Jessica que ella no fuera capaz de evaluar el gran perjuicio que le iba a acaecer por continuar de la mano del exministro, que la llevó por un par de empresas públicas. El ministro, que presentaba un desahogo olímpico propio de medallista, le pagaba el piso –supongo que con fondos de sus picardías corruptas–, la llevaba de acompañante a los viajes oficiales donde tenía propiedades y la colocaba en empresas públicas que le pagaban un sueldo –escueto, es cierto, pero sueldo– sin que tuviera que presentarse en su lugar de trabajo, que confesó no saber donde estaba. Se saltó los procesos de selección –«con que sepa leer y escribir es suficiente»– y no era controlada absolutamente por nadie. Así durante un tiempo considerable. ¿Por qué razón no fue capaz de sospechar que eso revestía un peligro evidente? Antes o después podía descubrirse, caer su protector en desgracia y convertirse en titular diario en la prensa española no precisamente en términos elogiosos. Por alguna parte he leído que Jessica era mujer pública que Ábalos privatizó en empresas también públicas, y me parece un brillante resumen. Me pregunto también por el tránsito amargo que estarán pasando sus allegados, los que la aprecian, su familia… porque digo yo que esta mujer tendrá su círculo íntimo –no es broma de mal gusto– y su gente que la quiera. Hasta el propio Ábalos sentirá afecto por ella. No tiene buena digestión que tu nombre se convierta en paradigma de la corrupción, de sórdidas bromas sobre tu ejercicio carnal o de la poca vergüenza que han mostrado muchos protagonistas del culebrón. No entiendo cómo no se dio cuenta de lo que le podía ocurrir, con la mala hostia que produce en España que se paguen vicios con nuestro dinero. Se lo ha buscado, pero eso no evita el humano sentimiento de la compasión.
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