casa de fieras
¿Cómo se monetiza la decencia?
El único camino es la calidad, el conocimiento y la importancia de una marca en la que confíen las personas
El odio de Luisgé Martín
Que sigamos callados
El lunes pasado estuve escuchando a Martin Baron, exdirector de 'The Washington Post', 'The Boston Globe' y el 'Miami Herald', en el aula de cultura de esta Casa junto a Julián Quirós, director de ABC. 18 premios Pulitzer a su espalda y un desencanto ... manifiesto hacia todo lo que sea una red social. Contó un episodio significativo. A las dos semanas de ser nombrado Trump presidente de Estados Unidos, en enero de 2017, se fue a la CIA y les contó la guerra abierta que mantenía con los grandes medios de comunicación, muy en especial con 'The New York Times' y el 'Post'. Baron recibió la llamada de un periodista para conocer su opinión. Contestó que él no estaba en guerra, solo trabajando.
Hace un par de semanas Jeff Bezos, dueño del 'Post', eliminaba la pluralidad en la sección de opinión del periódico. Una forma de acercarse al presidente de Estados Unidos, ahora que los grandes magnates de la tecnología como Musk, Zuckerberg, Tim Cook o Sundar Pichai, buscan aumentar su cuenta de resultados moviendo el rabo como perros de casa, perros pequeños, perros a secas. Es lo que tiene mantener intereses en tantas cosas, tantas empresas, tantos dineros. El tema de la independencia requiere de un convencimiento por parte de los editores. El camino no será fácil. Llevan muchos años pensando que modernizarse es improvisar, adaptándose a buscadores o recibiendo su audiencia desde segundos y terceros sitios. Esa decisión deja con el culo al aire a los medios de comunicación porque si se cambia el algoritmo se quedan fueran. Pero muy especialmente porque una audiencia fiel te debe elegir de primera opción, con la garantía de que contigo informarse es conocer la verdad y, en definitiva, ser un poco más libre.
Vivimos tiempos en los que la mentira no está penalizada. Todos estos magnates de las redes sociales apuestan por la provocación, el impacto, la polarización y la falta absoluta de criterio propio. Entonces, si la sociedad está acostumbrada a la mentira, si los medios de comunicación juegan a tener más impactos de un público al que no le interesan, ¿cómo monetiza un periódico la decencia? es decir, ¿qué sentido tiene un medio que dice la verdad y contrasta la información, que tiene pluralidad de opinión y despierta el interés de los más jóvenes, en un tiempo en el que todo eso ha dejado de ser importante? El único camino es la calidad, el conocimiento y la importancia de una marca en la que confíen las personas. Me contaba John Müller –siempre certero, John– el caso de 'El Mercurio', un periódico que se negó a adaptar sus contenidos a versión web y se ha mantenido vendiendo periódicos siendo fieles a sí mismos.
Para volver a entonces hay que sacrificar la cuenta de resultados a corto plazo. Ofrecer un contenido de calidad y establecer un diálogo entre cabecera y audiencia. Desgraciadamente da igual la ideología: está de moda controlar a la prensa. Y si no se mojan –de verdad– los editores, será demasiado tarde cuando busquemos en ella la forma de controlar al poder.
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