Episodio 2
En primera línea de fuego
JAVIER PAGOLA: ¿Quieres café? Un poquito de café.
ISRAEL VIANA: Muchas gracias
IV: Ahora, Javier, quería preguntarte por un tema importante en este contexto de violencia. Y es por la familia. ¿Cómo alguien que puede estar en el foco o que se dedica a luchar contra la violencia de ETA, como un escolta o un periodista como tú, le cuenta a su familia los riesgos que puede correr con su trabajo?
JP: Siempre se intenta mantener a la familia lo más al margen posible, pero es es imposible porque obviamente la familia de la escolta sabe que es escolta y sabe que está sometido a un riesgo mayor que el del resto de los ciudadanos. Lo de los periodistas es lo mismo. Porque trascendió. Lo que pasa que intentas evitarles, pues si recibes un día una llamada o notas que ha habido un cartel de que aparecía tu nombre o lo que sea, pues obviamente eso no lo cuentas, lo ocultas. O sea que lo saben, pero no todo
ORLANDO SANTANA: Bueno, la decisión de ir al País Vasco y luego explicárselo a la familia, eso era algo bastante complicado. Mi madre ya estaba quemada en el sentido de que ya tenía tres hijos en la Policía Nacional y que estaban destinados tanto en Navarra, sobre todo mi hermano el mayor de todos, estaba destinado en Pamplona y entonces mi madre ya había vivido muchas experiencias con él. Yo creo que ella lo vio pues como uno más y ya está. Y mi padre pues nunca ha reprochado nada. Él siempre ha dicho que hagamos lo que nosotros quisiéramos o viéramos conveniente.
ISABEL: Bueno, en aquel momento yo tenía, tenía pareja y entonces se fue más por parte de la pareja que no le gustaba que portase un arma que en realidad por mis padres. Es que no recuerdo la expresión, pero sí que no le gustaba eso, porque pensó que como que me iba a convertir en otra persona diferente el portar un arma, que iba a ir de subidita. Pues no, nada más lejos ¿no?
TABOADA: Mis padres en todo momento me apoyan. No puede ser de otra manera. Es que viene rodado. Te quiero decir, es que nosotros lo mamamos. Es que nosotros lo mamamos desde el minuto uno.
ROSA AMOR: Más que mentir fue que no le quería decir donde trabajaba. Pues resulta que estoy ahí esperando a que saldría la protegida y compañero estaba en el coche y tal y me encuentro con mi tía. “Pues, ¿qué haces aquí? Digo “Pues nada tía, pues que que he empezado a trabajar aquí y tal y bueno, pues ya”. “Uy, ¿pues dónde has empezado a trabajar?. Ah, ya sé, en el bar”. “No, qué va, que va, tía. No, no, qué va, qué va”. Claro, yo no sabía por dónde salir. Y claro, en una de estas ya me pilló. “No tía, trabajo en la calle, en la calle”. Y claro, su cara fue de sorpresa, “esta se ha debido creer que soy prostituta o algo”. Al decirle que trabajaba en la calle con ese misterio. Pues claro, la mujer, ya te digo, salió espantada.
AITOR GOIKOETXEA: Mi hermano también escolta. Sí. Los dos escondimos a nuestros padres para no preocuparles. Y recuerdo que estábamos comiendo y fue mi madre. Fue madre la que ya no aguantaba más. Y preguntó: “¿Bueno, vosotros dos qué? ¿Qué hacéis?” Y yo “Ama, ¿qué me quieres decir? ¿cómo que qué hacemos?”. “Sí, vosotros sois escoltas”. Nos miramos y dijimos: “Sí”. Las amatxu son las amatxu. Lo saben todo.
IV: ¿Qué idea tenía la gente de fuera del País Vasco de lo que era ir a trabajar a esa zona Y cuánto se correspondía eso con la realidad cuando llegan?
JP: Las cosas se ven mucho peor desde afuera. ¿Por qué? Porque las únicas noticias que salían del País Vasco todos eran malas. Yo creo que hubo años en que no salía ninguna buena. Gente de fuera, gente culta que lee los periódicos pero que tampoco a lo mejor está muy encima pensaba que estábamos todos los días a tiro limpio. Entonces tenía una imagen mucho peor de la que de lo que verdaderamente pasaba, que ya de por sí era, era muy malo.
OS: Cuando yo vine aquí lo único que hice el primer mes fue ir a entierros y funerales. Me llamo Orlando Socorro, soy de Gran Canaria, y llegué al País Vasco en 1999 para trabajar como escolta privado. Íbamos por la calle “mira, aquí mataron a fulanito, aquí mataron a menganito, mira, aquí fue no sé qué”. Es que cada esquina, yo sé que que también me van a poner a parir por eso, pero es que es así, es que no te puedo contar otra cosa, sino lo que viví. Y es que, por desgracia, cada esquina de San Sebastián tiene su historias que son muchos muertos, muchas víctimas.
AG: Una primera etapa en donde entras y no tienes ni idea dónde te estás metiendo, porque lo que te han dado la formación no es acorde a lo que realmente existía. Soy Aitor Goikoetxea y empecé mi carrera como escolta privado en 1999. Esa primera etapa en la que te enfrentas a la cruda realidad, dices hostia, aquí te tengo que espabilar. Entonces ahí es donde descubrí que dije tengo que ser bueno. Me hice yo a pregunta Tengo que ser bueno? Y dije No, tengo que ser mejor, pero tengo que ser mejor que los que tengo alrededor, porque yo soy bueno y soy el mejor. Voy a intentar que los malos se fijen en otros. No en mí [02:33:57][25.6]
T: Tú salías de casa a las ocho. Desayunabas, comías y cenabas en la calle. Soy Juan Luis Blanco Taboada, “Tabo” y trabajé como escolta privado de 1999 a 2011. Para tomar un café, para echar una meada, si tenías cualquier necesidad, tenías que buscarte la vida para ir, tenías que llamar al protegido. “¿Va a salir? Es que necesito acercarme al banco a sacar dinero. Incluso a esos extremos llegábamos”.
IÑAKI URAGA: Era vital que la persona sea colaborativa. Que entendiese cuál era nuestro trabajo y que nada lo hacíamos para fastidiarle a él o a ella, que era simplemente porque su seguridad estaría al 100%.
AG: Tienes gente que después de salir de trabajar dice “ahora vamos al gimnasio y hacemos reunión del niño en el colegio” y “pues tengo lo que es una cena, la recena y luego tengo las copas”. Llegamos a las dos de la mañana y “mañana a las diez me vienes a buscar”. Entonces tú acabas a las dos. Entre que vas a tu domicilio, te pegas una ducha, duermes, te levantas antes para hacer lo que es la contravigilancia una hora antes de la hora que está prevista al final, pues dormimos cinco horas, o cuatro horas. A veces dormías ocho horas. Entonces, ¿cuánto se trabajaba? La vida de una persona.
OS: El partido no se podía permitir tener una víctima y que no estuviese protegida. Entonces, políticamente, los réditos eran muy importantes. Entonces, si tú renunciabas a la escolta, tenías que renunciar al cargo.
FEDERICO AYALA: Soy Federico Ayala, responsable de documentación y archivo del periódico ABC desde el año 2008. Vamos a irnos a la edición del 26 de enero del 2002. En la página 28 se informa de dos nuevas dimisiones en el Partido Socialista de Euskadi. En Rentería, por ejemplo, dimitió una concejala llamada Gema Artola, que llevaba diez años en el cargo y el motivo que dio fue precisamente tener que llevar escolta. También se cuenta en el tercer párrafo que Gema Insausti sería su relevo.
GEMA INSAUSTI: Yo me llamo Gema, fui concejal en el Ayuntamiento de Rentería. Bueno, digamos que en principio sustituía una persona que había dimitido y luego pues estuve los cuatro años restantes dirigiendo el Departamento de Hacienda. Empezaba el día. Me preparaba un café. Miraba así, a lo lejos. Veía el coche de la Ertzaintza justo en la mitad de la plazoleta y llegaba el coche de mi servicio de seguridad. Se hacían así. Encendían las sirenas, se iban y llegaban ellos.
AINHOA VILLANÚA: Bueno, el ambiente político en aquella época, en el año 99, por ahí 2000, era pues muy tenso. Yo Me acuerdo ir a los plenos. En eso yo no llevaba escolta, pero claro, me hacían una especie de escraches, digamos. Me acuerdo, tenía para ir al Ayuntamiento, iba sola yo andando y pasaba como por un pasadizo así y se me ponían ahí todos, todos vestidos de blanco, con pancartas que pasaba y me hacían, me gritaban y así pues, consignas a favor de los presos y cosas cada día. Imagínate con mis 23 añitos ahí super sola. Hola, soy Ainhoa Villanúa. Fui concejala por el PSOE durante los años 1999 y 2007. Pues como mucha sorpresa, como una sensación de qué extraño todo, me parecía muy surrealista. ¿Yo, con escolta? Por favor. Y entonces esa fue la de “jolín, qué cerca lo tengo, ¿no?” Se te enciende como una luz en el cerebro de, pues eso, me la estoy jugando pero bien. Yo no recuerdo ningún curso de seguridad. Vamos, la seguridad más o menos te la indicaban los escoltas hasta el final. Delegabas tu vida o tu seguridad en ellos. Mi barrio es un barrio muy cerrado y al final era como una especie de ratonera. Y el tema era ese siempre, cómo salir de aquí. Claro, ya sabes que en esos tiempos la rutina mataba.
GI: Cuando llegaba el equipo de protección, lo mío era brutal y de un cuadriculamiento salvaje. Vamos a ver “aquí no os metáis, aquí tampoco. Aquí tampoco. Este es batasuno, este del PNV, este del PSOE. Aquí no comprar aquí, allá, allí no podemos. Yo empecé con mi equipo. Entonces, claro, había un planning. Tú no podías repetir absolutamente nada Nunca jamás. Yo no salí jamás de la puerta de mi casa sin escolta, nunca.
IV Un político se enfrentaba a un clima muy adverso, lo que contaban Ainhoa Villanueva o el propio Ordóñez, por ejemplo es que se empezaba a sufrir desde muy pronto la presión de la banda terrorista. Pero esto no solo le pasa a los políticos, esto también lo vivíais los periodistas. ¿Os formaban de alguna forma a los periodistas para poder auto defendernos de los ataques o de un posible acto de violencia de ETA?
JP: No, no nos dieron ningún tipo de instrucciones. Pasa que hablabas con amigos de la Policía, de la Guardia Civil y entonces pues te daba una serie de recomendaciones, por lo menos pintorescas, que te podían valer. Me decían que cuando saliera de casa pues me llevara la mano a la cazadora, al bolsillo interior de la cazadora, o del abrigo, que la mantuviera fija y si veía que se me acercaba alguien, que le miraba fijamente a la cara como diciendo “si tú vienes a por mí, yo la voy a sacar antes, la pistola”. Y bueno, pues sí, puse en práctica eso. Yo creo que la gente pensaría que estaba loco, porque efectivamente yo veía gente que se acercaba a mí pero que al mismo tiempo pasaba de largo.
T: Mira, la primera habilidad que tienes que tener es la discreción. La siguiente habilidad que tienes que tener es una potencia psicológica muy fuerte.
CC: Si hablamos de las habilidades que tiene que tener una escolta, yo diría que la primera es ser una persona inteligente. Tiene que ser una persona conocedora del entorno en el que se mueve y que sea capaz de leer cambios en él. Siempre se suele decir la mejor protección es la que no se ve.
IU: Serenidad. Ser riguroso en todo. Educación.
OS: Tú eres escolta y te da igual quiÉn sea tu protegido, da igual que sea de izquierda, que sea de derecha, que sea de… Aquí había sacerdotes, había curas amenazados por ETA y tenían que llevar escolta, ¿no? Y había compañeros que decían pues “yo no soy católico, no tengo que entrar a una iglesia” y digo pues pues mal escolta eres.
AG: “Temed de la ira del hombre paciente. Prefiero ser un samurai trabajando de jardinero que un jardinero metido una guerra”. Es decir, si tú te quieres preparar, debes estar preparado psicológicamente, físicamente, tácticamente, técnicamente. Y luego ojalá que nunca te tengas que enfrentar.
CC: Tenía un conocido escolta que me decía “yo no miro nada debajo del coche. Total, si te quieren poner una bomba te la van a poner”. Hombre, pues no se lo digas a tu protegido porque te echan. O sea, vamos a ver, eso no es tener mentalidad, eso es ir a por un sueldo que al final te puede salir muy mal.
IV: Cuéntame cómo actuaba. ¿Te acuerdas del modus operandi de ETA?
JP: ETA es como una especie de, en realidad es una serpiente preparada para atacar. Un cuervo que espera. Agazapada. Lo que sí siempre han planificado muy bien los los atentados, sobre todo, más que acertar en el objetivo que obviamente, tal vez en la huida. No han hecho un atentado hasta que no tenían la huida preparada. Estudian muy bien la zona donde se va a perpetrar el atentado, los horarios de la potencial víctima y todo eso lo prepara muy bien. Lo que no prepara, les da igual a quién van a matar. Está casado, tiene niños pequeños. De eso se enteraba luego por la prensa.
CC: Aquí en lo que nos hemos centrado siempre es en hacer vigilancias y en garantizar el entorno por el que se va a mover la personalidad que se protege. Soy César Charro, como formador de escoltas escribí un libro titulado “Una pistola y 25 balas”, donde cuento cómo era la vida de los escoltas que trabajaron en el País Vasco. Reconocer. Es decir, primero tiene que activar el servicio una hora antes, hacer un reconocimiento de la zona lo más exhaustivo posible, las escaleras, todo. Si encuentra alguna anomalía, comunicarla, por supuesto, pedir datos, etcétera Y después tocas el timbre del protegido porque ya has chequeado la escalera, el buzón, tocas el timbre y el protegido baja.
RA: Yo me levantaba y bajaba por el vehículo. Hacías una revisión así por encima, disimuladamente, para no ver nada raro, nada extraño. Cogías el vehículo, te acercabas a Irún, que era donde prestaba servicio, recogía primero al compañero, nos íbamos allí.
CC: Embarcamos al protegido en el vehículo, vamos a al sitio donde vaya trabajo o lo que sea.
RA: Rosa, tenemos que ir a San Sebastián a tal sitio o tenemos que ir a tal sitio
CC: Para lo cual hay que haber estudiado los itinerarios. Tienes que tener siempre un itinerario por el que vas a ir y dos alternativos. Cuando trabajamos con dos, uno va con el protegido, el otro reconoce el local.
RA: Acerca el coche o vete hacia el coche o vente hacia aquí
CC: Se queda en un sitio discreto donde controle la puerta entre el protegido y otro se queda afuera.
RA: O sea, ya al final solo con mirarte ya ya sabías lo que lo que tenías que hacer.
IA: Sí es verdad que los escoltas privados trabajaban sin descanso Presentación Iñaki: Soy Iñaki Uraga, miembro de la unidad de escoltas de la Ertzaintza . Y eso, puedes tener muchos medios, pero el descanso era vital. Y más entiendo yo con gente que venía de fuera de Euskadi. Entiendo que todas esas cosas a ellos les supondría un lastre que nosotros no teníamos.
OS: Yo venía y estaba acostumbrado de Canarias. Allí la relación entre la seguridad privada, con la Policía, con la Guardia Civil siempre es como que ellos son el todopoderoso y lo saben todo y tú eres un inútil y que más o menos, como que te dicen las cosas por pena, porque están obligados a hacerlo. Sin embargo, el choque fundamental al venir aquí es que te veían como un compañero más. Esa relación era totalmente distinta. Éramos prácticamente iguales, no se diferenciaba ni quien era Policía Nacional ni Guardia Civil. Y entre todos, esa es otra cosa, porque íbamos todos de paisanos en la calle. Pero el trato era mucho mejor, mucho mejor.
IU: La Policía Nacional y la Guardia Civil en aquellas épocas, nadie nunca decían que lo eran. Hombre, al final la información era lo que te hacía avanzar, en un conflicto de esos, sin información no avanzas.
IA: ¿Hasta qué punto era peligroso que trabajaran en el País Vasco Guardias civiles, policías, ertzainas y escoltas privados al mismo tiempo?. ¿Eso realmente se podía coordinar?.
JP: Era muy complicado. Había tantos cuerpos policiales además en la lucha antiterrorista y además entre ellos muy celosos de llevar su trabajo. La Guardia Civil quería hacer las mejores operaciones, la Ertzaintza, las mejores operaciones y la policía las mejores operaciones. Yo creo que ahí se falló en un mando político que coordinara todo aquello, que pusiera un poquito de orden. Ya hubo intentos, pero fracasó. Y entonces hubo, hubo momentos muy trágicos entre ellos. Creo que fue a principios de 1997. Pues coincidieron un vehículo camuflado creo que eran dos agentes de la Ertzaintza de paisano y el otro camuflado también tres miembros de la Guardia Civil, también de paisano. Entonces estaban llevando a cabo labores operativas antiterroristas y se vieron. Unos sospecharon de los otros y se enzarzaron en un tiroteo, dos de los guardias civiles resultaron heridos, uno crítico y luego un ertzaina.
FA: La portada de ABC del 2 de marzo del 97. A ver, precisamente con un suceso que cuenta Javier Pagola, hubo un tiroteo accidental entre chinas y guardias civiles. El ministro de Interior de entonces, Jaime Mayor Oreja, y el consejero vasco de Interior, Juan María Atutxa, negaron, sin embargo, que ese tiroteo fuese una descoordinación policial entre ambos cuerpos.
CC: Nunca hubo coordinación. Y esto hay que decirlo bien claro entre los cuerpos y fuerzas de seguridad del Estado, de la Comunidad Autónoma y la seguridad privada.
RA: No, no, no, no, no. O sea, que ya te digo que colaboración de decir “oye, pues mira, ¿te has sentido arropado o apoyado? No sé, que te han echado una mano en algo” No. Ellos sus funciones no son las nuestras. Y eso.
IA: Al final éramos 4 equipos trabajando, la Policía Nacional, la Guardia Civil, la privada y la Ertzaintza. Cada uno llevaba su protegido, pero cada uno éramos de un cuerpo policial y en este caso de la empresa privada.
CC: Debió haber coordinación, porque la coordinación en esto es fundamental, pero nunca la hubo. Nunca, jamás, jamás.
IV: En este podcast, Javier, estamos hablando de gente que protegía a políticos y no precisamente de primera línea, sino concejales de pueblo que muchas veces seguramente ni cobraban por ello. ¿Qué caracteriza a un concejal de pueblo que sufría esa amenaza?
JP: Pues obviamente ahí sí que les cambió la vida radicalmente. Pero yo creo que a estos concejales y sobre todo si eran pueblos pequeños, les cambió no la vida, sino el día, el día, el día. En el País Vasco hay una institución que es casi casi sagrada, que es la cuadrilla de amigos. Se juntan varios días a la semana para ir al bar, el típico chiquiteo o poteo que se llama. Y encima ahí te encuentras no solo con tus amigos sino con un conocido, pues hablas en la barra. Todos tuvieron que prescindir de todo eso. Eso viendo la idiosincrasia, pues es bastante duro.
CC: Los escoltas privados eran un servicio de seguridad para pobres, era el servicio de seguridad para un concejal. Pues yo me acuerdo mucho de dos escoltas que tuve que se pasaban la vida laboral en un autobús metidos porque el protegido era un concejal del Partido Popular que era que era conductor de autobús y los tíos se ponían uno aquí y otro aquí en el autobús y ocho horas iban metidos en el autobús.
AG: Ese boom fue cuando toda España vino, lo que es gente de toda España, por la pasta, por dinero. En cambio, yo, me pagaban bien, evidentemente. Hay una gran diferencia. Por supuesto, pasamos de cobrar 1.200 euros de agente de seguridad, pero pelao, sin hacer horas, a cobrar 3000. 4.000... Al principio había sobres que se pagaban en B. Se pagaba unas cantidades, otras se dan en lo que es en un sobre cerrado. O sea, había un poquito de todo.
I: Yo de vigilante, por ejemplo yo podía ganar en el año 2000, 2001, 2002. Pies 1.600 o 1.700 euros, que ya era. Ya era bastante. Y de escolta pasé a ganar 3000 o 3.500. Una cosa así. Al principio. Soy Isabel Pérez y antes de dedicarme a la escolta privada, estuve trabajando de vigilante de Seguridad en el aeropuerto. Ya llegó un momento en que las empresas pusieron un sobre cerrado. No había horario, es decir lo que trabajarías. Y una especie de plus de productividad.
T: Esto es como todo. Si ganas 3000, gastas 3000. Si ganas 5000, gastas 5000. Si no te gestionas, tenemos un problema.
IU: Nosotros teníamos un sueldo al año igual que el resto, pero sí las semanas de trabajo teníamos unas dietas para comer, para cenar y demás, que con eso, pues bueno, hacías un poquito de cajita. Pero nuestro sueldo no varió en nada en diferencia al resto de compañeros que estaban en la calle trabajando como nosotros. Si es verdad que la seguridad privada ganaban dinero pero trabajaban todos los días del año. Entonces era una cosa que no es que se lo regalaban, se lo curraban.
AG: No son solo las jornadas maratonianas porque haces la vida de una persona, sino que además tenías su vida laboral, su vida institucional, su vida de ocio y ya cuando la dejabas en casa es cuando podías descansar.
IV: A ti como periodista Javier, y sobre todo a nivel familiar. Eso tuvo que poner la vida patas arriba. ¿Cómo cambió vuestra vida con el hecho de tener que mudaros a Madrid para estar más seguros?
JP: Yo en principio, cuando a raíz ya de de lo de que hemos visto del asesinato de Gregorio Ordóñez por una serie de indicios que dio la Guardia Civil, a mí el servicio de información me aconsejó que me fuera a otra casa. Entonces, pues bueno, les hice caso y me fui a vivir yo solo a Irún, a un piso de Irún. Yo no estaba casado y entonces yo dije a mi familia, dije que me iba a Madrid. Y bueno, todo esto fue muy rápido. Otro día me llaman, esta vez al telefonillo automático, que estaba yo solo en casa y me dice “soy Enrique, ¿me abres?”. Enrique era un miembro del CNI que yo lo conocía mucho desde hacía ya unos cuantos años. “Tenemos que contarte algo”. Yo “nada bueno, puede ser”. Entonces subieron y me dijeron “te vamos a llevar al aeropuerto de de Sondica que te vas pa Madrid”. “¿Cómo es eso?” “Cógete algo, lo que puedas y ya te lo vamos explicando por el camino”. Y me dijeron “hasta que no te montes en el avión, no, no te dejamos”. Habían detectado una comunicación interna de KAS, planteando ya de atentar directamente con alguien de ABC. Y claro, el que tenían las papeletas era el corresponsal en el País Vasco, ¿no? Sí es cierto que lo estuve hablando con Ansón y me dijo “nada, una semanita, unos cuantos días, hasta que hasta que se aclare un poco la situación”. Bueno, y yo aquí sigo
AG: Yo he cambiado cuatro veces de domicilio. A mí me intentaron quemar el coche. Me han pinchado ruedas, las cuatro ruedas del coche. Y a la gente del barrio, porque ya sabían que estaba trabajando, lo que es de escolta. Entonces, para no poner en riesgo lo que es a mi mujer y a mi hija, evidentemente, pues cambiábamos de domicilio, vendemos un piso y compramos otro cada par de años, cambiando siempre lo que es de lugar. Cuando entramos, cuando yo entraba, a lo que es una nueva comunidad de propietarios, yo siempre decía que era comercial.
T: La labor de educación de mis hijos, de mi hija los primeros ocho años y mi hijo los cuatro primeros es años de mi mujer. Es ella la que ha aportado absolutamente todo. Yo no estaba en casa, yo trabajaba 20 días y libraba diez. A eso hay que sumar que yo por necesidad me formaba, por necesidad entrenaba para mantenerme físicamente. De los diez días había meses que se te quedaban en dos días libres. Me compro el coche. Y cuando ella se saca el carné dos años después, no le puedo dejar coger el coche. Para que coja el coche, tengo que haberlo revisado previamente. Eso es una de las cosas que posiblemente más me ha fastidiado y más me ha marcado a día de hoy. ¡Fíjate qué tontería! Yo tuve a mi suegra muy malita, de hecho falleció después y eso de que mi mujer no pudiera coger mi coche, me dolió mucho. Quizás sea lo que más me ha marcado.
RA: A la hora de conciliar con la vida personal, pues un poco complicado por el tema de horarios y todo eso. De hecho, uno de los motivos de que aquel entonces terminara con mi pareja, el que fue escolta también, pues uno de los motivos fue que al final si él tenía libre, tú te tocaba currar. Tú has currado doce horas, él estaba libre, y si no al revés. Ostras tienes que tener una pareja que entienda muy bien lo que es tu trabajo y que no te haga decidir o no te haga elegir. O el trabajo o yo, ¿me entiendes?
OS: Oyes la explosión y empiezas a escuchar la sirena de la policía, de los bomberos. Y enseguida dices “esto es que ha sido un atentado”. Entonces esa presión, pues como que no lo aguantó, igual que no lo aguantaron tampoco muchos compañeros, pues no lo aguantó tampoco mi exmujer y tuve que tomar otra opción. ¿Me voy o me quedo? Y al final dije pues me gusta esto y me quedo.
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