Vencedores o vencidos: 'La solución Carelia' para acabar con una guerra que Rusia no puede ganar, pero tampoco perder
Otro país ya plantó cara al oso ruso en el pasado y a la larga demostró que su estrategia fue un acierto, mientras el 'think tank' estadounidense RAND escribe documentos con el título: 'Una guerra que no se puede ganar, Washington necesita un final'
Por qué Occidente cree que conoce a Putin y se equivoca
En el desarrollo de esta guerra se ha comentado en más de una ocasión que Rusia no puede ganar, pero tampoco puede perder. No estamos ante una guerra de victorias absolutas, paz perpetua y caída de sables, sino de pesos y contrapesos donde las ganancias y pérdidas son relativas en cada momento y las amenazas permanentes. Eso hace que surjan inevitables interrogantes ¿qué se entiende por paz y por final de una guerra? Es entonces cuando podemos remitirnos a una idea que deslizó el secretario general de la OTAN, Jens Stotelberg, en el verano de 2022, la llamada 'Solución Carelia'.

La cuestión es: «la democracia está dispuesta a sacrificarse por la paz»
Jens Stoltenberg
secretario general de la OTAN
Stoltenberg repasando la historia apuntaba: «Los finlandeses perdisteis Carelia después de la Segunda Guerra Mundial. Esto demuestra que Finlandia está dispuesta a pagar un precio por la independencia y la libertad». Con ello se refería a que Finlandia cedió terreno, en el contexto de la Guerra de Invierno, para evitar que Rusia la engullera por entero.
Lo logró porque Finlandia a pesar de que a la larga sabía que iba a ser derrotada estaba en una posición de fuerza, dado que su demostrada capacidad para resistir iba a causar enormes bajas al enemigo. Al final de su intervención Stoltenberg señalaba: «¿la democracia está dispuesta a sacrificarse por la paz?», en realidad «ése es un dilema muy difícil».

Como si de un 'deja vu' se tratase quiere replicarse lo ocurrido en Carelia a la medida de Ucrania. Esto implicaría de fondo que a pesar de sus enormes sacrificios y aunque ganase en avances, podría tener, por acuerdo, que ceder una parte a las fuerzas rusas. Frente a la solución Carelia, Zelensky ya esbozó una respuesta tajante que sigue hoy plenamente vigente, la no renuncia ni a un centímetro de la tierra ucraniana.

«Lo único peor que una guerra es perderla. Empezar fue un error demencial, pero ahora tenemos que ganarla. Pero lo cierto es que no apoyo a Putin, maldito sea».
Ciudadano ruso
Y este verano, el jefe de gabinete de Stoltenberg, Stian Jenssen, en un debate en Noruega habló de que el peaje a pagar de Ucrania para pertenecer a la OTAN era mover sus fronteras. En detalle comentó: «Creo que una solución podría ser que Ucrania cediera territorio y, a cambio, obtuviera su membresía en la OTAN«. Algo que después se apresuraría a rectificar diciendo que los ucranianos tienen la última palabra. No obstante, pese a las reticencias, para algunos expertos ésta es una inevitable realidad que más tarde o temprano podría que tener que asumirse.
«No hay marcha atrás»
Mientras, el sentir real de muchos rusos, como destaca la publicación rusa independiente Meduza, es que si bien inicialmente no apoyaban la guerra, sin embargo ahora ante la pregunta de 'por qué continuar', contestan: «Lo único peor que una guerra es perderla. Empezar fue un error demencial, pero ahora tenemos que ganarla; de lo contrario estaremos en la posición de 'vae victis' (estar a merced de los ganadores). Pero lo cierto es que no apoyo a Putin, maldito sea». Y algunos subrayan: «Ya no podemos dar marcha atrás».
Otro lector declara abiertamente que «es mejor esperar a las personas que reemplazarán a Putin, en cuanto a pasar las próximas tres vidas arrepintiéndonos, renunciando a nuestras armas nucleares y pagando reparaciones, gracias, pero no».

«¿Dónde terminan las fronteras de Rusia?, las fronteras de nuestro país no terminan nunca»
Vladimir Putin
No en vano, Margarita Balmaceda, investigadora del Harvard Ukrainian Research Institute de la Universidad de Harvard, señalaba anteriormente a ABC que los dirigentes democráticos tienen que responder ante una opinión pública y sus electores, mientras que Putin, pese a que su ejército tenga defectos, puede 'obligar a su población a seguir comiendo patatas', exprimiendo al máximo la situación. Y como destaca el diario independiente ruso 'The Moscow Times', Occidente no debería subestimar la resiliencia de Rusia porque «si bien los rusos han perdido la oportunidad de tener un futuro más próspero, el régimen sigue siendo rico». Acotando que los funcionarios ven a Putin como la mejor oportunidad para la supervivencia colectiva.
¿Qué supuso la solución Carelia?
Finlandia comparte con Rusia más de 1.300 kilómetros de longitud, y el recelo entre ambos sigue vivo. El Ejército Rojo atacó en 1939 a Finlandia, en lo que se conoce como la 'Guerra de Invierno'. Pese a la disparidad de fuerzas entre el coloso soviético y el país finés, éste último consiguió resistir y causar daños significativos en las tropas invasoras.
Sin embargo, sabían que no aguantarían mucho tiempo, y los rusos si bien podrían salir victoriosos los costes materiales y las bajas por las gélidas temperaturas serían considerables. Por eso terminaron firmando un acuerdo de paz en los cuarenta en el que Finlandia cedió algunas zonas, como nos explica Enrique Ayala, analista de la Fundación Alternativas y general de brigada retirado. Actualmente el país finés solo conserva una pequeña parte.
Esto significó la pérdida de un 11% de su territorio y el éxodo masivo de 400.000 habitantes que fueron reubicados. El nuevo territorio de Rusia «fue ocupado por rusos, ucranianos y bielorrusos» indica Ayala. Esta es una de las razones por lo que tras la desintegración de la Unión Soviética no hubo un creciente interés por recuperar los territorios perdidos. Y a ello se sumó que la zona finlandesa experimentó un gran desarrollo, en contraste con su vecina.
La posición de Carelia, a pocos kilómetros de San Petersburgo, también fue clave para la anexión soviética. Para algunos esto es similar a lo que ocurre con la actual posición del Donbás, rica en materias primas. Y según lo que apuntaba a la prensa el cineasta español Andrés Duque, que hizo una película sobre la historia de Carelia, hubo un progresivo proceso de homogeneización con la 'Gran Purga' de Stalin, en ella murieron un gran número de carelios. Explicaba que «bajo tierras carelias, hay miles y miles de muertos, de asesinados, no solo de carelios, sino de muchas partes del mundo». En Rusia «parece que hay una obsesión por reescribir la historia constantemente».
«Pregunten al difunto Prigozhin»
Frente a estas realidades cabe recordar lo que declaraba Putin, durante una ceremonia de la Sociedad Geográfica rusa en Moscú en 2016, ante la pregunta hecha a un niño, ¿dónde terminan las fronteras de Rusia?, y el líder ruso respondiendo en su lugar y entre aplausos contestaba:«las fronteras de Rusia no terminan nunca».
La amenaza constante entre fronteras está viva en este debate y el historiador Stephen Kotkin, miembro en la Institución Hoover y perteneciente a la Universidad de Stanford, recuerda que «desde el reino de Iván el Terrible en el siglo XVI, Rusia ha conseguido extenderse a un ritmo promedio de cientos de kilómetros cuadrados durante centenares de años, llegando a ocupar un sexto de la masa continental de la Tierra», un detalle que no es menor.

«Soy consciente de los intentos de hacer algunos tratos turbios...Pero no se puede confiar en el mal. Pregúntele a Prigozhin si vale la pena confiar en las promesas de Putin»
Volodimir Zelensky
Discurso en la Asamblea General de la ONU
Por todos estos antecedentes Zelensky, en su reciente discurso en la Asamblea General de la ONU, afirmaba: «Soy consciente de los intentos de hacer algunos tratos turbios entre bastidores. Pero no se puede confiar en el mal. Pregúntele a Prigozhin si vale la pena confiar en las promesas de Putin». Pese a todo, la controvertida 'Solución Carelia' que por entonces se mostraba tímidamente, ha ido ganando presencia en la idea de cómo entender la paz o el final de este conflicto.
Más allá de eso, se plantea la incómoda cuestión de si el apoyo a Ucrania tiene fecha de caducidad. Sobre todo porque hay quienes empiezan a mostrar impaciencia con una retórica basada en apostar por los intereses propios más que por los ajenos. En suma, un perfecto campo fértil para hacer germinar la duda y que da cabida a voces que buscan una solución cosmética a lo que venden como un pozo sin fondo o un cheque en blanco que más pronto que tarde tiene que parar. Es mas, un documento del reputado think tank RAND de estrategas estadounidenses habla de que Washington necesita un final.
Samuel Charap, politólogo del RAND Corporation, señala que Putin es muy posible que siga luchando incluso si cree que va a perder. Al hilo de esto el Centro de Estudios Estratégicos e Internacionales, apuntó que cuando las guerras interestatales duran más de un año, en promedio se extienden a más de una década. Incluso aquellos que duran menos de diez años pueden ser excepcionalmente destructivas.
«Una guerra que no se puede ganar: Washington necesita un final»
Hasta el momento, el Congreso ha aprobado el envío de 113.000 millones de dólares a Ucrania. El presidente de Estados Unidos, aunque se mueve en aguas turbulentas, sigue convencido en hacer llegar a los ucranianos una nueva partida de ayuda del tío Sam. Sostiene que en el fondo apoyar a Ucrania no es simplemente lo correcto, sino que redunda en el interés nacional vital. Recalca que «Rusia cree que el mundo se cansará y permitirá que brutalice a Ucrania sin consecuencias», la idea es evitarlo. Pero con las elecciones en el horizonte hay quienes comentan si Biden se arriesgará a tomar una medida impopular entre su ciudadanía.

«El fin de la guerra que deja a Ucrania en pleno control de todo su territorio...sigue siendo un resultado muy improbable»
RAND Corporation
Charap del RAND Corporation señala que «la conquista territorial –o reconquista– no es en sí misma una forma de poner fin a la guerra. Incluso si Kiev tuviera un éxito más allá de todas las expectativas y obligase a las tropas rusas a retirarse a través de la frontera internacional, Moscú no necesariamente dejaría de luchar».
Además, recuerda que el espectro del uso nuclear ruso ha perseguido este conflicto desde sus inicios. Pero aclara que «el fin de la guerra que deje a Ucrania en pleno control de todo su territorio reconocido internacionalmente sigue siendo un resultado muy improbable».
Apunta que un conflicto prolongado, por perverso que parezca, tiene algunas ventajas potenciales para Estados Unidos. Mientras la guerra continúe, las fuerzas rusas seguirán preocupadas por Ucrania y no tendrán el ancho de banda para amenazar a otros. Sin embargo, indican que esto no compensa porque las perturbaciones económicas globales se multiplicarán mientras dure el conflicto. Especialmente, porque «ambas partes creen que su poder relativo y, por tanto, su capacidad para prevalecer mejorarán con el tiempo».
Un artículo del presidente estadounidense a inicios de la guerra en 'The New York Times' establecía claramente que esta guerra terminará en la mesa de negociaciones. Tal vez, la imagen exacta sería un acuerdo rubricado en papel con una Mont Blanc en un salón de techos altos y mesas de caoba. Por ello, desde RAND insisten en que cuanto más tiempo pasen los aliados y Ucrania sin desarrollar una estrategia diplomática, más difícil será obtenerla.
No obstante, los políticos ucranianos hablan con ironía de conseguir un «Minsk 3», en referencia a dos anteriores acuerdos- (Minsk 1 y Minsk 2)- de alto el fuego que resultaron fallidos, en 2014 y 2015.

El 55% de los estadounidenses quiere parar el envío de ayuda a Ucrania
Sondeo de la CNN
Charap destaca que resulta llamativo que a la misión de ayuda y entrenamiento Estados Unidos se haya dedicado un Grupo de Asistencia de 300 personas, pero no hay ni un solo funcionario dedicado a la diplomacia de conflictos.
Divide y vencerás a la opinión pública
La mella será claramente sangrante si el apoyo decae por el lado de Estados Unidos de acuerdo al balance de RAND. Y según una encuesta de la CNN, el 55% de los estadounidenses quiere parar el envío de ayuda a Ucrania. A diferencia, por ahora, de Europa, donde el Eurobarómetro de junio indicaba que el 64% de los ciudadanos de la UE están a favor de la financiación y el suministro militar a Ucrania. No obstante, voces como la del partido de extrema derecha 'Alternativa para Alemania' quiere retirar el apoyo a Ucrania Y Polonia es otro factor a tener en cuenta.
Mientras en EE.UU. los candidatos republicanos al estilo Trump, como el el gobernador de Florida, Ron DeSantis, y el empresario Vivek Ramaswamy, no sienten un especial interés por Ucrania. Y reprochan que se use el presupuesto de sus ciudadanos en esta guerra en lugar de luchar contra los cárteles de la droga en la frontera o contra la amenaza china.
Liana Fix,miembro para Europa del Consejo de Relaciones Exteriores, y Michael Kimmage profesor de Historia en la Universidad Católica de América, señalan en su artículo de Foreign Affairs que si el apoyo se difuminara por el lado de Europa, «Rusia aplicaría una estrategia de divide y vencerás. Podría proponer un falso acuerdo negociado, una pausa o una diplomacia de píldora venenosa como la que Rusia practicó en 2014 y 2015, cuando daba la impresión que buscaba un compromiso cuando en realidad pretendía dominar Ucrania. La idea sería abrir una brecha entre algunos gobiernos europeos y Washington y entre Europa occidental y Europa oriental».
Afirman que lo cierto es que los líderes con el poder de llevar a sus países a la guerra o detenerla no son meras máquinas que calculan costes y beneficios, muchas decisiones son tomadas de manera emocional. Y admitir la derrota es una prueba de osadía racional que no está en el vocabulario de Putin.
Por otro lado, «si Occidente no hace un esfuerzo sostenido para ayudar a la reconstrucción de Ucrania, y los líderes occidentales están decididos a tratar a Rusia como un paria permanente», entonces el futuro para ambos países será de miseria, inestabilidad política y revanchismo.
Un miedo metódico y un misterioso mapa
En el lado ruso el miedo a una posible disgregación de la Federación Rusa es un argumento repetido hasta la saciedad por el Kremlin para justificar todo acto agresivo. Y, en redes, desde hace algunos años, circulan unos mapas de la hipotética disolución de la Federación Rusa. Tal es la preocupación que en marzo se presentaron dos propuestas de ley para cortar por lo sano la difusión de este misterioso mapa.
Si bien se considera que la desintegración de Rusia no es una posibilidad realista, eso no ha evitado que aparezca en la tarta de cumpleaños del jefe de los espías ucranianos y en una entrevista en el despacho del jefe de la inteligencia ucraniana, Kirilo Budanov.

En él, las islas Kuriles serían devueltas a Japón, Rusia perdería Kaliningrado o Carelia volvería a Finlandia. Y el lejano Oriente caería bajo la órbita de China. Además, Ucrania se anexionaría las regiones fronterizas donde hay una minoría ucraniana.
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Por todo ello el oso ruso adoctrina metódicamente a la ciudadanía en ese temor. Tal es su efecto que un lector de Meduza contestando a por qué apoya la guerra establece: «La guerra siempre trae dolor, pero a veces las decisiones impopulares son las correctas», y otro añade «se ha derramado demasiada sangre como para que podamos decir simplemente: «Gracias a todos, es hora de tomar caminos separados», «la guerra fue un error, perderla es inaceptable». Por tanto, en un escenario donde se puede perder ganando, y ganar perdiendo, ¿quiénes serán al final los verdaderos vencedores o vencidos?
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