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ABC Cultural

¿Quién fue el mejor general de la IIGM? El presentador de 'Megaestructuras nazis' desvela el misterio a ABC

James Holland, que presenta estos días 'La Segunda Guerra Mundial. Una historia ilustrada', analiza en este periódico las características que hacían de un comandante un genio sobre los campos de batalla

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Manuel P. Villatoro

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James Holland no para. Graba programas como 'Megaestructuras nazis', da conferencias, viaja a todo aquel país que huela a batalla de los años treinta... y hasta tiene tiempo para escribir. Su último ensayo, 'La Segunda Guerra Mundial' (Ático de los libros') es algo diferente, pues mezcla la historia del conflicto con una serie de ilustraciones elaboradas por el artista Keith Burns. Sin embargo, sus postulados muestran las características habituales: son pícaros, controvertidos y novedosos. Hoy le preguntamos por el eterno misterio de este período: el mejor general que, en su opinión, pisó los campos de batalla de la vieja Europa y de la lejana Asia entre 1939 y 1945. Y su respuesta sorprende por estar alejada de los maniqueísmos. No es tajante; más bien todo lo contrario. Analiza las características de todo buen militar, las sopesa y da su veredicto.

–En su libro, insiste en ver la guerra desde una nueva perspectiva

La forma tradicional de invocar la Segunda Guerra Mundial ha sido a través de una de estas dos perspectivas: o bien desde la cúpula, desde la gran estrategia, o desde lo bajo, el soldado de infantería, los tanques y los combates en sí. Pero realmente existen tres niveles: el estratégico, el táctico y el operacional. El problema es que, en Occidente, se han cubierto solo los dos primeros. Tradicionalmente hemos intentado desvelar lo que tenía Winston Churchill en la cabeza, lo que Adolf Hitler pretendía o cuáles eran los planes de los generales. También se ha contado qué es lo que pasaba en el día a día del militar raso. Pero, a cambio, no se ha cubierto la economía o la forma de enfocar el conflicto de las diferentes naciones.

–¿Cómo enfocaba la guerra cada país?

La forma de enfocar la guerra de los aliados occidentales poco tenía que ver con la de Japón o la Alemania nazi. Tanto por el acceso a los recursos, como por la posición geopolítica de estas naciones previamente. Yo reinserto este nivel operacional en la narrativa de la Segunda Guerra Mundial porque reúne también el táctico y el estratégico. Así emerge una nueva imagen del conflicto, una visión panorámica.

Un ejemplo. La Alemania nazi tenía pocos recursos. Carecía de petróleo y su acceso al mar, una estrecha franja en el Báltico, fue bloqueada en septiembre de 1939. En noviembre de 1941, cuando había sido derrotada en la batalla de Inglaterra y lanzó la Operación Barbarroja, lo tenía todo perdido. Para ganar tendría que haber conquistado los recursos de Europa y de la Unión Soviética. Las fechas nos dicen mucho. En junio de 1941 solo tenía un gran enemigo: Gran Bretaña. Seis meses después, por el contrario, había dos más: Estados Unidos y la Unión Soviética. Esto demuestra que no podía ganar el conflicto. No tenía números para ello.

–A nivel operacional siempre se alaba la flexibilidad de Alemania...

Muchas veces se pone a los generales alemanes en un pedestal por su gran flexibilidad táctica y su capacidad para formar y movilizar grupos de combate con facilidad. Pero esto, que es una virtud, es también una muestra de su debilidad: como no tenían una gran cantidad de recursos que organizar, les era relativamente fácil. Los aliados occidentales, por su parte, debían estructurar un inmenso parque de vehículos, mucha artillería, millones de hombres, naves de guerra... Siempre se habla de la lentitud aliada, pero, al final, estamos analizando los hechos de forma errónea. Tardaban más porque les era más difícil.

–¿Y en el caso de las naciones aliadas?

Gran Bretaña siempre se tomó muy en serio la lucha material. En la primera parte de la guerra invirtió muchos recursos en ganar la Batalla de Inglaterra porque la consideraban, de forma para mí acertada, la contienda crucial del conflicto. Pusieron todos sus esfuerzos en ello a través de muchos ámbitos. Un ejemplo es que inventaron el magnetrón, un pequeño radar que se usaba en barcos y aviones y que no conocían los alemanes.

–¿Qué general aunaba mejor los niveles operacional, estratégico y táctico?

Es una cuestión muy difícil. Había generales excepcionales que aunaban estos tres niveles y que, además, le sumaban el de la humanidad. Para mí, esta característica es clave. En Rusia, por ejemplo, te diría que Konstantín Rokossovski, que no fue tan brutal como el famoso Gueorgui Zhúkov. En Estados Unidos Patton era operacionalmente muy bueno. Y Montgomery, por parte británica, también. De hecho ha sido juzgado mal por la historia. Es verdad que a nivel táctico no destacaba, pero en el operacional era sí era un portento. También Bill Simpson, del 9º Ejército; Bradley; Collins; el mariscal de campo Slim... A los japoneses no se les suele poner en un pedestal, y es normal porque sus tácticas eran bastante tímidas y mediocres; no lograban sorprender. Tras alcanzar su pico de conquistas, todo fue repliegue para ellos.

La Segunda Guerra Mundial. Una historia ilustrada

Imagen - La Segunda Guerra Mundial. Una historia ilustrada
  • Editorial Ático de los libros
  • Precio 34,90 euros
  • Páginas 336

–¿Quién era Rokossovski?

Sí. Fue un personaje fascinante. Pertenecía a la aristocracia polaca y pasó varios años en la prisión por ello. Cuando se produjo la guerra con Finlandia, aceptó su rol en el nuevo régimen. Fue uno de los comandantes de ejército más brillantes de la Segunda Guerra Mundial. Los mejores movimientos de la batalla de Kursk se deben a él. Y fue quién decidió la forma de actuar en la Operación Bagration; y en contra de lo que opinaba Stalin. Tenía coraje, moral, valentía y corrección moral. Sabía cómo aunar las fuerzas, las debilidades y fortalezas del enemigo... Pulsaba los botones que había que pulsar.

–Se ha olvidado de alemanes que siempre están en las quinielas como Erwin Rommel...

Rommel fue brillante a escala de división, pero en la guerra hay muchos tipos de generales. Puede ocurrir que seas un gran oficial en los niveles más bajos, y un pésimo líder desde el punto de vista más general. Como comandante de primera línea desarrolló unas tácticas espectaculares en Francia, pero, cuando se le dio el mando en el norte de Francia, fue pésimo a nivel operacional; no sabía integrar bien a los ejércitos de tierra con la 'Luftwaffe'. Volvió a recuperarse durante el Desembarco de Normandía, pero no fue el genio tan grande que nos han vendido.

–¿Y a Heinz Guderian y Erich von Manstein?

Se les ha inflado. Guderian combatió bien en el oeste de Francia, pero en la Unión Soviética no luchó de forma acertada.

–El caso de Montgomery es curioso. Las barbaridades que vio en la Primera Guerra Mundial le hicieron un general muy cauto.

Los historiadores no han sido amables con su figura, aunque en los últimos tiempos está ganando puntos. Es difícil juzgar la trayectoria de un general como algo estático. Durante los seis años de guerra ocurrieron muchas cosas. Y lo cierto es que tomó más decisiones buenas que malas. Él entendía cuáles las capacidades del cuerpo humano, así como la vulnerabilidad del soldado ante las nuevas armas. Esto lo conjugaba con su visión operacional. Sabía que un ejército formado por conscriptos, gente que no quería estar ahí, tenía unos límites. Se suele decir que no era brillante a nivel táctico, y estoy de acuerdo, pero se olvida que los aliados no necesitaban generales que sobresalieran en ese sentido por la gran cantidad de recursos que tenían a su disposición. Por el contrario, valoraba la vida humana, algo que no sucedía en la URSS. Pero insisto: era un gran organizador. Nadie criticó su planteamiento de cara al Día D.

–Pero su gran golpe de mano contra Alemania, la operación Market Garden, fue un desastre absoluto...

Sí. Es una cuestión interesante. Cuando se planteó esta operación, todo el mundo estaba impaciente por acabar la guerra lo antes posible y dedicarse al frente de Japón. Él se propuso dar uso al ejército aerotransportado aliado, que se hallaba quieto en Gran Bretaña, para conseguirlo. Es verdad que fracasó, pero los generales compartían con él la idea de que había que intentar un movimiento que diera el golpe definitivo a Alemania y de que el asalto debería estar liderado por estos hombres. Al final, su personalidad le ha pasado factura. Se le ha juzgado negativamente por su paranoia, su arrogancia... Eso ha afectado de forma pésima a la visión que tenemos de sus habilidades. No hay que juzgarlo por ello, sino por sus características como general.

James Holland ABC

–La última. Usted suele plantear teorías algo controvertidas. ¿Cuál es la que le da más problemas de cara a los historiadores tradicionales?

La idea de que los alemanes no eran tan buenos como se suele decir. Y lo sigo pensando. Un ejemplo es que la campaña de Francia, su gran victoria, se debió en gran parte a los fallos del gobierno galo. Otra es que la 'Luftwaffe' no lo hizo bien en la Batalla de Inglaterra, o que Alemania no estuvo cerca de ganar el conflicto del Atlántico. Y también mi máxima de que el impacto del frente Oriental fue mucho menor del que se cree. Los datos son lo que son: el 45% del presupuesto militar del Tercer Reich se gastó en aviones. Y, de ese total, el 80% fue destinado al frente Occidental. Al final, mi máxima es ver las cosas desde una perspectiva diferente.

–También se le acusa de ser muy anglófilo...

Bueno, el Reino Unido lo hizo mejor que Alemania, entre otras cosas porque ganó la guerra. La lista de errores de los nazis fue larga. El primero es que Hitler se inmiscuía constantemente en las decisiones militares. El segundo es que, aunque en 1941 carecía ya de recursos, se negó a llegar a un acuerdo y a parar la guerra y decidió seguir luchando bajo esa idea maníaca y paranoica del Reich de los mil años. Para ellos era un todo o nada, una visión en blanco y negro. Y pagaron por ello.

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