El médico que intentó quitar la voz de pito a Franco: «Apliqué un tratamiento muy doloroso que aceptó resignado»
Su odontólogo confirmó en una entrevista que un problema en la dentadura le provocaba «aquella particular forma de hablar»
Las confesiones más íntimas sobre Franco de la adolescente que no quiso acostarse con él

La entrevista de Hendaya no fue como nos la han contado. Aunque sobre el papel se mantuvieron las formas, Adolf Hitler se despachó a gusto con su comitiva. En las horas posteriores espetó el ya mítico «mit diesem Kerl ist nichts zu machen» («con estos tipos no hay nada que hacer») y bosquejó a Francisco Franco como una suerte de títere en manos de su cuñado, Ramón Serrano Súñer. Pero si hubo una cosa que irritó sobremanera al 'Führer', esa fue la voz del español. En palabras de Paul Schmidt, del ministerio de Asuntos Exteriores germano, al nazi le molestó que hablara con un tono muy agudo y de forma «baja y reposada, cuyo monótono soniquete recordaba al almuédano llamando a los fieles a la oración» .
Y es que, según los expertos, Franco debía tener una voz particular cuanto menos. El hispanista Staley G. Payne, en su obra 'Franco, el perfil de la historia', la define como «poco enérgica y ceceante», además de «decididamente aguda». Añade, además, que hablar por la nariz y su «tendencia a contonearse un poco cuando caminaba» lo convertían en el blanco perfecto de los caricaturistas. El historiador Paul Preston, en su libro 'Franco', es de la misma opinión; de hecho, desvela que aquel tono, unido a su escasa altura, le granjeó «diversas humillaciones menores» en la academia militar, así como el apodo de 'Cerillito'. Y eso, solo por nombrar dos ejemplos.
El sentido común, el menos común de los sentidos según nuestro castizo refranero, dicta que aquel tono le fue entregado a la par por el destino y la genética familiar; enemigos contra los que no se puede combatir en el campo de batalla. Sin embargo, no opinó lo mismo el doctor Juan José Iveas Serna, odontólogo personal del dictador durante la etapa que este pasó en El Pardo. En una entrevista publicada en la revista 'Sábado gráfico', el galeno desveló que «el Caudillo adolecía de una desviación en de tabique, razón por la que tenía ese particular modo hablar» y explicó los problemas dentales que le habían aquejado durante la última parte de su vida.
El artículo en cuestión, difícil de hallar en la actualidad, lo recogió en sus memorias el que fuera el médico y amigo personal de Francisco Franco durante más de cuarenta años: Vicente Gil. El doctor, cuyos hijos explicaron a ABC los pormenores de la relación de su padre con el dictador en una entrevista publicada el pasado noviembre de 2020, dejó también sobre blanco las escasas enfermedades que su paciente sufrió a lo largo de las décadas que estuvo a su lado. «En los largos años de asistencia puedo asegurar que no tomó ni una simple aspirina, ni fue asistido de enfermedad alguna, a pesar de una vida activa con cambios de hora para las comidas y para el descanso», afirmó en su obra.
Desvelar el enigma
La casualidad quiso que fueran los problemas dentales los que permitieran a Iveas desvelar las dificultades respiratorias de Franco. Molestias que, según explicó en un informe publicado en 2019 el coronel Francisco Bendala, persiguieron al dictador desde su llegada a África para combatir con la Legión. Ya entonces le fueron retiradas varias muelas para evitar infecciones futuras. Algo que se repitió durante su etapa a las órdenes de la Segunda República; años, por cierto, en los que fue laureado y aplaudido por el mismo Gobierno contra el que dio un golpe de estado en 1936. Finalizada la Guerra Civil, en la década cincuenta, un odontólogo judío le extrajo varias piezas más.
Según explicó Gil en sus memorias, fue al principio de los años setenta cuando las molestias dentales volvieron a perseguir a Franco. Hasta tal punto fueron graves, que «estuvo por primera vez al borde la muerte» por culpa de una infección por hongos. Para sustentar esta teoría, en su obra transcribió parte de las palabras de Iveas a la revista. También médico en El Pardo, ambos se conocieron tras la Guerra Civil y trabaron una estrecha amistad que se extendió durante años. Así explicó el odontólogo aquel episodio en la mencionada entrevista:
«La infección por hongos suele ser benigna en la infancia y en la juventud, pero de suma gravedad en la senectud […]. Ante el cariz y la propagación que iba tomando esta infección, el doctor Gil y yo, de acuerdo con el doctor Lucas Tomás, decidimos aplicarle un tratamiento a sabiendas de lo doloroso que resultaría para él. Y lo soportó con resignación, con lágrimas como puños, pero sin un solo quejido.
Quisiera borrar de mi memoria aquella situación, ya que los doctores Lucas, Gil y yo suponíamos que, si en pocas horas no respondía al tratamiento, podía ocurrir lo peor. Así lo manifestamos a Carrero Blanco y, al día siguiente, en vista de la mejoría experimentada, oía yo el parte oficial que decía: 'Su Excelencia se ausentó ayer del Consejo de Ministros para ser sometido a una intervención en su boca'. Se interpretó como una extracción dentaria, pero la BBC de Londres daba cuenta de la grave infección bucal».

En esa parte de la entrevista, el doctor Juan José Iveas especificó que, además de ser más peligrosa durante la ancianidad –Franco vislumbraba por entonces los ochenta años– la infección por hongos era todavía más dañina en personas que padecieran dificultades respiratorias. «De más gravedad es en pacientes de respiración bucal (el Caudillo adolecía de una desviación de tabique, razón por la que tenía ese particular modo de hablar)», afirmó.
No pudo corregir este problema, pero sí le salvó la vida mediante la mencionada intervención. Aunque, años después, y para disgusto del dictador, el doctor Vaquero le tuvo que retirar todavía más dientes por culpa de un dolor intenso en la pierna. Eso sí, tras explicarle de forma pormenorizada sus razones:
–¿Y qué tiene que ver el estado de la boca con un dolor de muelas?
–A veces los focos dentarios pueden producir dolores. La sepsis es siempre peligrosa y usted debe convencerse de que hay que quitar esas piezas en malas condiciones. Lo más que puede ocurrir es que al día siguiente tenga la cara hinchada.
Desde niño
Su tono de voz persiguió a Franco desde la infancia. Preston, por ejemplo, es partidario de que el pequeño Francisco compartía con su madre rasgos como «los modales afables, la voz atiplada, la propensión a las lágrimas y el constante sentimiento de haber sufrido una pérdida». Esta característica fomentó todavía más un carácter que, según desvela el divulgador histórico José Luis Hernández Garvi en 'Breve Historia de Francisco Franco' , siempre fue introvertido y solitario. En 'Franco, el ascenso al poder de un dictador',
Andrés Rueda es, si cabe, más tajante: «Fue un niño enfermizo y enclenque, de permanente voz atiplada y femenina, y en su madurez conservó un extraño aspecto asexuado y eunucoide, es decir con características poco viriles».
José María Zavala –uno de los mayores expertos en Franco de nuestro país– señala en su libro 'Franco con franqueza' que fue durante su estancia en la Academia de Infantería de Toledo cuando «el escuchimizado Franquito debió aguantar las burlas por su voz atiplada y su ridículo bigotito». Así fue hasta que, un día, cansado como estaba, arrojó un candelabro a la cabeza de uno de sus provocadores. De esta forma lo atestiguó uno de sus compañeros de promoción, Vicente Guarner, quien incidió en que el gallego era «taciturno, apagado, nada brillante» y contaba con una llamativa «voz de falsete».
Su voz, en palabras de Garvi, hacía que se mantuviera en silencio: «Cuando acudía a una tertulia con sus compañeros militares solía permanecer en silencio, a no ser que le preguntasen directamente, y tan solo cuando se discutía sobre la guerra de Marruecos sus compañeros podían escuchar su voz atiplada durante un buen rato».
Por su parte, Zavala remarca también que, años después, la forma de hablar fue una de las mayores diferencias que existieron entre el futuro dictador y José Antonio Primo de Rivera . «El contraste físico entre ambos interlocutores era palmario: uno, de 43 años, bajito y poco agraciado, con voz atiplada; el otro, de 32 años aún, alto, apuesto y con ademán juvenil», incide en su obra.
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