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«La culpa nace con la maternidad, tanto en lo que haces como en lo que no»

Laura Torné publica 'La maternidad real' con el fin de empoderar a las mujeres y derribar el mundo edulcorado que rodea a cuestiones tan importantes como la búsqueda de un embarazo, el duelo gestacional, el parto, el posparto, la lactancia y la crianza

Laura Torné dándole el pecho a su hijo Victòria Peñafiel
Ana I. Martínez

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La maternidad, por normal general, tiende a idealizarse. Pero Laura Torné se niega a seguir una corriente que le ha hecho -como a millones de mujeres- cierto daño. Por eso, esta escritora, guionista y copywriter ha escrito 'La maternidad real' (Litera). Y es que en la aventura de ser madre se incluyen conceptos como las almorranas, las ojeras de no dormir, las náuseas del embarazo, el sentimiento de culpa e, incluso, un escaso amor o aprecio por ese bebé que acaba de nacer.

En definitiva, se trata de «una bofetada de maternidad real contada en primera persona y sin pelos en la lengua», dice su autora. Porque Torné, al igual que muchas mujeres, se dio cuenta al convertirse en madre de que aún hay muchas cosas de las que no se hablan.

- Laura, ¿por qué este libro? ¿No se suele hablar de la maternidad real?

El libro es la segunda parte de todo el proceso porque todo empezó antes, hace unos cuatro años, con mi cuenta de Instagram (@elembarazodelosunicornios). Y es que cuando yo me quedé, mejor dicho, intentaba quedarme embarazada, las cosas no fueron tan fáciles como me habían contado o como yo pensaba. Para empezar porque no tenía a nadie cercano que hubiera tenido sus hijos por un proceso de reproducción y, además, ¡todas se quedaba embarazadas muy rápido! Está claro que no es tan rosa, mágico o edulcorado como me contaba la gente o como se refleja en las películas. Y esa falta de conocimiento de la realidad me pasó también en el posparto. Y luego mi madre, que ya había pasado por ello, me decía que no me preocupara, que era normal… y le dije, que por qué no me lo había contado antes. «Para no asustarte», me contestó. Pero no se trata de eso: se trata de saber, de informar, para no sentirte luego un bicho raro.

- Gracias a tu divulgación por Instagram, seguro que muchas madres o futuras mamás se hacen ya una idea de lo que que es vivir la dura realidad de la maternidad.

Eso espero. Porque yo me pasé el embarazo con la cabeza metida en el váter. Tuve ardor, acidez... Yo realmente estuve enferma, aunque se diga la contrario. Para mi, escribir fue una catarsis con la que dar cabida a esa rabia, tristeza y pena que sentía porque estaba viviendo algo que nadie me había contado. Se me dio tan bien escribir, que decidí abrir la cuenta en Instagram para ayudar a esas mujeres que, como yo, podían sentirse bichos raros al no vivir un embarazo o la maternidad de esa manera tan idealizada. Y fue todo un éxito. Por eso, decidí escribir el libro. Aunque he de reconocer que me daba un poco de miedo por el qué dirán porque, sin ir más lejos, yo no sentí el amor hacia un hijo que se supone que debía experimentar cuando nació mi bebé. Yo tenia ganas de que se lo llevaran cuando lloraba y exponerme así no me resultó fácil. Pensaba que todo el mundo me tacharía de mala madre… pero no, sucedió todo lo contrario. ¡Me sentí muy arropada! Lo mismo me pasó al hablar abiertamente del proceso de fecundación in vitro (FIV) al que me sometí. Ahora ya se empieza a hablar más de estos temas pero hacer unos años no era normal exponerlos.

«Yo no sentí el amor hacia un hijo que se supone que debía experimentar»

- De hecho, hablas en el libro de todo lo que rodea a una FIV: miedos, incertidumbre, el proceso, el no saber si funcionaría...

Sí, todas las parejas siempre empiezan con mucha ilusión. Nosotros lo buscábamos y no llegaba. «Ya llegará», te dicen. Y la ginecóloga me decía lo mismo, que esperase y que si al año no me quedaba, que ya veríamos. Y así fue. La realidad es que, en momento así, hacer el amor se convierte en un trabajo. Te haces test de ovulación, sigues todos los consejos que puedes seguir para quedarte embarazada… Y nada funciona.

Luego ya supimos que los dos teníamos problemas para concebir. Te decantas por intentar quedarte embarazada por otros métodos y ya vas nerviosa. Sufres mucha ansiedad porque siempre te preguntas: «¿Y si no podemos?». Se pasa un duelo durante todo el proceso. Fue difícil.

Recurrir a la reproducción asistida fue complicado porque hay mucho tabú. Y te sientes culpable. Los dos teníamos problemas y nos dijeron que era difícil conseguirlo, no imposible. Además, hay otro aspecto que no suele tenerse en cuenta: nada te asegura que vayas a conseguir un bebé. Es lo más complicado de todo lo que vivimos. A pesar de ser un proceso duro, no sabíamos cuál sería el final. Solo las parejas o madres que pasan por esto saben de lo que hablo.

- Precisamente le dedicas al «Ya llegará» una mención especial. Estas dos palabras hacen mucho daño, ¿no?

Sí y yo me meto en el saco porque seguro que lo dije alguna vez. No nos damos cuenta porque la realidad es que un bebé puede no llegar. Y hay muchas parejas lo llevan en silencio. Ojo, es una frase que no se dice con mala intención. Pero siempre damos por hecho que «ya llegará». Por eso creo que exponer todos estos temas es bueno.

- Apuestas por decir alto y claro que tu hijo fue por FIV.

¡Claro! Tenemos una visión romántica de cómo se produce un embarazo y cuando hay un laboratorio de por medio, es un duelo. «No voy a tener un hijo haciendo el amor», piensas. Al principio, cuesta aceptarlo. Cuando nace, te alegras y ya ni te acuerdas. Nosotros, por ejemplo, tenemos en el comedor colgada una serigrafía de los dos embriones que me transfirieron y que solo progresó uno de ellos. Y mi hijo sabe perfectamente qué es y que eso forma parte de su historia. Nosotros somos una pareja con mucho humor y nos tomamos la vida así. Y esto no iba a ser menos: el humor nos ayudó a transitar mejor por el proceso.

- Menuda dosis de realidad plasmas en el embarazo: arcadas, vómitos, aborto espontáneo, almorranas, la grúa en la que se convierte tu marido que te ayuda a moverte, masaje perineal...

A mi tener barriga me encantó y me gustaba enseñarla porque precisamente a las mujeres no nos gusta enseñar la barriga. Luego pasas a odiarla... Hay que aprender a quererse porque hemos llevado vida dentro y es muy feo que no nos queramos luego con esa otra barriga que se nos queda.

Pero, volviendo al tema, es verdad que yo tuve un embarazo de manual: todo lo que podía pasar, a mi me pasó. ¡Vomitaba hasta durmiendo y me daba pánico ahogarme! Tuve lumbalgia, ciática…. ¡de todo! Y nadie me había contado que podía llegar a este punto. ¿Por qué no se cuenta? Solo se cuenta lo bueno y lo negativo lo callamos y yo creo que eso ha hecho mucho daño a la mujer. Nada es tan rosa como lo pintan ni tan negro como padece.

«Hay que aprender a quererse porque hemos llevado vida dentro»

- Hablas en el libro del parto. Escribes: «Un grito agudo, un suspiro relajado. Tu despertar animal maternal. Fiera agotada y poderosa. El nacimiento de una diosa. Eso es parir». Y no te olvidas de la cesárea: «Créeme, bebé, con la misma dignidad llegas que el que lo hace entre unas piernas». ¿Cómo fue tu parto?

Tuve mucho miedo durante el embarazo a este momento porque a mi no me gusta sentir dolor. Pero cuando llegó, se me pasó. Fue programado en la semana 40 porque venía muy grande: pesó casi 5 kg. Y se me quitaron los miedos de repente porque era más grande la ilusión por verle. Intenté parir pero tras 20 largas horas, acabó en cesárea. Tuve un posparto también con más sombras que luces. Y fíjate que con mi segundo hijo, que tiene tres meses y que por cosas de la vida fue concebido de manera natural, fui con más miedo. Pero este segundo fue un parto vaginal muy sanador.

- ¿Qué te pasó en el posparto que no querías a tu hijo? Hay un poema en el que narras lo que duele el alma cuando no quieres a tu bebé tanto como pensaste.

Tenia la sensación que no sentía el amor que experimentan las mujeres cuando paren. «¿Qué he hecho mal?», me preguntaba. Después, me he dado cuenta que querer a un hijo va aumentando, es un proceso, aunque con el segundo no me ha pasado. Cuando lloraba, quería que se lo llevaran a pasear. Pero esto es hormonal, es natural y no pasa nada. Pero como no se normaliza y no se habla, te sientes mala madre y mala persona.

- El duelo perinatal es algo de lo que también hablas. Aunque ahora mismo eres madre de dos pequeños, en su momento perdiste uno y hablas del duelo que viviste por no poder ser una familia de cuatro.

Es un tema que siempre he tenido muy presente en mi cuenta de Instagram. A mis seguidoras les preguntaba sobre qué temas querían que hablásemos y me hablaban del duelo gestacional, de haber tenido pérdidas…. Nunca te haces a la idea si no lo vives. Y yo lo viví.

Mi primer hijo fue una FIV. Me quedé embarazada del segundo a modo milagro. Imagínate la ilusión de una pareja que no pensaba que pudiera tener más hijos jamás porque gastamos todos los embriones que teníamos congelados cuando mi hijo mayor tenía 3 años y no funcionó. Pero me quedé. Cuando fui a la ecografía de las 9 semanas, no había latido. Fue un golpe duro. Lo pasé muy mal.

Desde ese momento, escribí con conocimiento sobre la muerte gestacional. Es un dolor que no puedes esconder, que es difícil de digerir y por eso creo que hay que hablar de ello. No nos gusta contarlo y es un error. Cuando te pasa y lo cuentas, te das cuenta de la cantidad de mujeres que han pasado por lo mismo. Esto se tiene que conocer porque la mujer necesita sentirse arropada y acompañada.

«Cuando fui a la ecografía de las 9 semanas, no había latido»

- Cuentas también sobre el doble parto que experimenta toda mujer: nace un bebé pero también un sentimiento: la culpabilidad. «Desde entonces, vive conmigo».

Es muy fuerte. Te sientes culpable de hacer cualquier cosa incluso cuando estás embarazada. La culpa te persigue siempre. Creo que siempre me sentiré culpable. Saber gestionar esta culpabilidad es clave. Cuando dejé de dar el pecho, me sentí culpable. Pero yo lo necesitaba. Cuando sacas a tu bebé de la habitación, también sientes lo mismo. Y sientes culpa tanto con lo que haces como con lo que no.

- Reflexionas de una manera muy profunda sobre lo que supone la maternidad. Y hay dos cuestiones muy importantes: la primera, hablas de cómo ser madre supone despedirte de la mujer que fuiste para dar la bienvenida a un nuevo yo y que, sin duda, pasas de oruga a mariposa. Y por otro, de cómo la invisibilidad es el nuevo superpoder que una madre adquiere tras dar a luz. Qué contradictorio, ¿no?

Es que te transformas por dentro y por fuera. Para empezar, porque tu cuerpo cambia y hay que aceptarlo. Cuando estás embarazada no eres consciente pero en el posparto ya empiezas a ver que ya no es el mismo, que tu cuerpo no te gusta ya tanto. Y tienes que aprender a aceptarte tal y como eres porque has traído vida al mundo.

Por dentro, también cambias: dejas de ser la mujer de antes. Jamás volverás a disfrutar de un viaje como cuando estabas sola porque tu vida gira en torno a otra persona.

Y por supuesto que somos mariposas aunque no lo veamos. Deberíamos verlo al vernos ante el espejo pero no somos capaces.

Sobre la invisibilidad te das cuenta de que, cuando das a luz, todo gira alrededor del bebé. Tienes apoyos pero la gente que llega a casa viene a ver al niño y no te preguntan cómo estás. Pasas a un segundo plano. Sin embargo, en el posparto necesitamos apoyo, que te pregunte cómo estás, que te abracen. Desaparecemos en la familia y en otros aspectos de la vida, como en el laboral.

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