La misión de la UE Atalanta logra acabar con la piratería en el Índico
A los 15 años de su creación, se enfrenta a nuevos desafíos contra el tráfico de armas y el narcotráfico
La jura de bandera, un compromiso con España al alza
El 20 de abril de 2008, el pesquero español Playa de Bakio fue secuestrado en la costa de Somalia. Durante seis días, su tripulación (trece marinos españoles y otros trece africanos) estuvo retenida por piratas hasta que una ardua labor diplomática logró su liberación. De aquel episodio han pasado 15 años, los mismos que cumple la operación Atalanta de la Unión Europea de lucha contra la piratería en aguas del Índico. Su historia es la historia de un éxito: de más de 200 ataques anuales hace más de una década a su práctica desaparición en la actualidad.
El Cuartel General de la misión, ubicado en la base naval de Rota (Cádiz), acogió la semana pasada una ceremonia de conmemoración del aniversario coincidiendo además con el relevo de su comandante. El vicealmirante José María Núñez entregó el mando al vicealmirante Ignacio Villanueva con el encargo de mantener en mínimos los ataques a barcos internacionales, tanto pesqueros como pertenecientes al Programa Mundial de Alimentos.
De hecho, la misión empezó en el año 2008 muy enfocada a la piratería, pero actualmente funciona como operador de seguridad marítima en todo el océano Índico Noroccidental y el Mar Rojo, lo que abarca desde la piratería hasta el narcotráfico o el tráfico de armas. España, con 350 militares aproximadamente, es la principal nación europea en Atalanta, compuesta por entre 600 y 700 efectivos en total. Las Fuerzas Armadas españolas aportan a la misión un buque de guerra, un helicóptero embarcado, un equipo de operaciones especiales y el destacamento Orión en Yibuti, donde el Ejército del Aire tiene continuamente desplegado un avión de reconocimiento y vigilancia marítima.
En su punto más álgido, en enero de 2011, las redes de piratería llegaron a retener hasta 736 rehenes y 32 buques en la región; unas cifras que se han dejado atrás pero que sin embargo no pueden ser olvidadas. En la operación Atalanta son muy conscientes de que la piratería puede resurgir en cuanto los actores internacionales desatiendan la seguridad en la zona, ya que la región sigue sumida en una situación de alta inestabilidad. «No podemos bajar nunca la guardia. Tenemos que estar mirando con un ojo las nuevas misiones y con el otro ojo las antiguas», explicó el vicealmirante Villanueva, quien asumió las riendas de una operación que conoce bien desde dentro, ya que en 2020 ya ocupó su jefatura operativa embarcado en pleno Índico. Fue además un periodo muy duro, según recordó, porque coincidió con la pandemia de Covid-19 y los marinos tuvieron que pasar meses embarcados sin poder pisar tierra.
El vicealmirante Núñez por su parte entregó con «optimismo» el bastón de mando. Según recordó, Atalanta nació hace 15 años ante la «caótica» situación de peligrosidad en la zona y ahora el clima es de seguridad, pese a los nuevos retos a los que se enfrenta. El objetivo final es que los países de la región se hagan cargo de la seguridad por ellos mismos, sin ayuda internacional, y eso aún está lejos, pero mucho más cerca que hace 15 años. «Teníamos una situación desesperada con efectos globales y ahora la zona es tranquila, no exenta de amenazas y desafíos pero segura», subrayó el vicealmirante.
Esos nuevos desafíos quedaron plasmados en el nuevo mandato de la misión aprobado por la Unión Europea en 2022. Ya entonces, el Alto Representante, Josep Borrell, avanzó que su objetivo ahora es mucho más extenso del de hace 15 años, ampliando su zona de acción y delitos contra los que actuar. Esos desafíos son los que tendrá que afrontar el nuevo líder de la misión desde Rota, donde se ubica el cuartel general desde el año 2019, cuando fue trasladado a España desde Reino Unido como consecuencia de Brexit y su salida de la Unión Europea.
Ataque este mes
Entre otros se presenta el reto de ampliar la zona de operaciones al Mar Rojo, algo que el vicealmirante Villanueva aclaró que podrá hacerse sin medios adicionales y reorganizando los actuales, aunque un aumento de las capacidades «siempre sería deseable». En su día a día, los integrantes de la misión acompañan a los barcos del Programa Mundial de Alimentos para garantizar el traslado de ayuda humanitaria, realizan patrullas y controles e inspecciones de los buques que transitan por la zona.
Uno de los casos de piratería más recordados en España es el del barco Alakrana, obra de piratas somalíes el 3 de octubre de 2009. El buque se encontraba faenando fuera de la zona protegida por Atalanta cuando fue abordado, pero en su rescate acudió la fragata Canarias, que había zarpado para incorporarse a la misión, y más tarde se sumó también la Méndez Núñez. Sus 36 tripulantes (16 de ellos españoles) fueron finalmente liberados tras 47 agónicos días de secuestro.
Desde entonces los casos empezaron a reducirse y ha habido un periodo de cuatro años, desde 2019, sin ataques piratas. Este récord finalizó este mismo mes de noviembre, cuando un pesquero con bandera iraní fue secuestrado frente a la costa de Somalia, aunque finalmente la tripulación pudo ser liberada y los piratas huyeron. «No hay que bajar la guardia, la piratería puede volver», había avisado solo un día antes del ataque el comandante de la operación.
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