Mil policías no cambian el Raval de Barcelona
El barrio más multicultural y denso de la ciudad se lame las heridas una semana después de un golpe policial contra la droga que acabó con 60 detenidos
Vecinos y entidades sociales piden luchar contra los pisos vacíos, la pobreza y la explotación para solucionar definitivamente los males del barrio

«Bienvenidos al súper de la droga». Esta frase escrita en una pancarta de gran tamaño saludaba, desde el pasado verano, a quienes entraban en la calle Dels Salvador, en el céntrico barrio del Raval de Barcelona. Aunque el cartel intentaba vestirse de ironía, ... reflejaba el hartazgo y la desesperación de gran parte de los vecinos de esta y otras calles de una zona de la ciudad que hace una semana despertó tomada por la policía. Ni más ni menos que 1.000 agentes de los Mossos d’Esquadra, la Policía Nacional y la Guardia Urbana se desplegaron al amanecer para llevar a cabo la operación Coliseo contra el narcotráfico. El golpe policial tenía en el punto de mira mafias de rumanos, pakistaníes y nigerianos que habían convertido el Raval en su campo de operaciones, una actividad que se recrudeció durante el confinamiento.
El operativo se saldó con 68 detenidos -20 de ellos entraron en prisión- y cuarenta registros. Un duro golpe para la red que, desde hace tiempo, se ha adueñado del lucrativo negocio del tráfico de heroína y cocaína en esta área de la capital catalana caracterizada por sus calles estrechas y oscuras, la gran diversidad étnica que acoge -sobre todo filipinos y árabes- y su vibrante vida nocturna. Siete días después, el Raval se lame las heridas. Quienes viven allí defienden que sus calles no son un «gueto» apartado, más bien es la ecléctica «cara B» de una urbe ahora deprimida por los azotes de la pandemia. En el barrio, uno de los más densos y con menor renta familiar de Barcelona según las estadísticas municipales, confluyen casi todas las problemáticas de la Ciudad Condal; de la infravivienda a la sobreexplotación turística, pasando por la inmigración ilegal, la pobreza infantil, la prostitución y el tráfico de sustancias ilegales.
«El Raval vive hoy la realidad más dura de los últimos 30 años. Nos hemos encontrado con una degradación espectacular, ya no es aquel arrabal de la prostitución que empeoró con la droga, es un Raval de la violencia, del miedo, de las injusticias. Además de ocupaciones tenemos el problema de la droga en unos niveles profundisimos que se mezclan con una injusticia social elevada a muchos decibelios. Se está luchando contra los narcopisos, pero sin resultado. Dicen que han encontrado 40, todos ocupados, en cinco días vuelven a estar llenos», explica a ABC una veterana trabajadora social de la zona que lleva 30 años trabajando en el Raval y que prefiere permanecer anónima. Cuenta un último caso dramático . Esta semana pasada un hombre de 84 años vecino del barrio salió del hospital tras unos días ingresado. Al llegar a su casa, estaba ocupada. «Así todos los días», añade.

A lo largo de los últimos años los vecinos han creado una compleja red de plataformas por calles y fincas para denunciar su situación ante un Ayuntamiento que mira a otro lado. Una de las más vitales es Acció Raval y tiene Ángel entre sus miembros destacados. Se muestra escéptico ante el operativo policial del miércoles. «Hemos visto que se han intervenido muy pocos de los puntos que teníamos localizados. Han ido a descabezar lugares menos conflictivos, almacenes, pisos francos …», explica a este diario. A su juicio, las redadas no van a la raíz del problema. «Todo nace en las viviendas vacías, muchas de fondos de inversión y entidades financieras», apunta. Ahora ve un ambiente de «calma tensa» en el barrio. Durante el confinamiento la falta de turistas ahuyentó a los traficantes y ladrones de poca monta, pero el esqueleto de las mafias permanece adormecido a la espera de que vuelva su momento.
Para evitar que estos vuelvan a llenarse de «menudeo» de cocaína y heroína los vecinos solo ven una fórmula: más policía, pisos llenos y trabajo de base contra la pobreza y la explotación. «Es la única forma de dejar de alimentar este bucle», resalta Llum Delàs, responsable de la Fundació Roure que atiende a cientos de personas sin recursos en el Raval y en todo el centro de Barcelona, hoy convertido en un erial sin turistas y barceloneses. A lo largo de las últimas décadas miles de personas -locales e inmigrantes- han abandonado la exclusión gracias a ONGs como Roure , que tiene programas de formación, alimentación y acompañamiento de jóvenes y ancianos. «Los policías y sus redadas sirven para poner miedo en el cuerpo de quienes delinquen, que ya es algo, pero el problema es ya tan extenso que no se soluciona ni con mil agentes. Hay que ir al fondo, a las políticas de vivienda, de trabajo», resume Delàs.
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