Los vídeos virales y un criadero ilegal destapan en Valladolid el negocio de las peleas de gallos
Guardia Civil y Policía tienen «indicios» de que se celebran, «pero es muy complicado perseguirlo»
En el barrio de Las Flores, Valladolid: «Faltan, faltan gallos, pero esos ya no los recuperamos»

Peleas de gallos. Sí. Y no de esas que quizá conocen más los jóvenes en las que se demuestra la habilidad para rapear improvisando, sino de las de aves de pluma de verdad, aunque con las crestas y babillas mutiladas para que el ... rival tenga menos posibilidad de agarrar con su pico. Aunque suene a cosa del pasado, todavía existen, con sus aficionados, sus criadores y «mucho dinero» de por medio. Y dos operaciones en la provincia de Valladolid prácticamente simultáneas en el tiempo, aunque en principio sin relación y sobre las que se mantiene abierta la investigación, han sacado a la luz el 'negocio' que pervive en torno a esta práctica, prohibida por ley en el caso de Castilla y León desde 1997, aunque en comunidades como Andalucía y Canarias sí está amparada, con matices.
«Somos de Valladolid. Nos han robado los gallos. No queremos jurar fuerte por cuatro plumas», arrancaba uno de los vídeos que se han hecho virales en el que un nutrido grupo familiar denunciaba la sustracción de sus aves, recuperadas en parte unos días después en Soria. «Somos reconocidos en toda España», clamaban los denunciantes, que visto que no tenían de vuelta a sus preciados ejemplares fueron subiendo el tono de sus «juramentos». Casi a la vez, la Guardia Civil localizaba un criadero ilegal de gallo combatiente español con 136 animales en la cercana localidad de Tudela de Duero. «Este tipo de operaciones tienen una larga trayectoria en la provincia», reconocía la Benemérita. Y es que, como apunta el subdelegado del Gobierno, Jacinto Canales, las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad tienen «indicios de que en Valladolid se producen este tipo de acontecimientos». «Pero –añade a renglón seguido– es muy complicado perseguirlo». Sobre todo porque quienes acuden y participan de las peleas de gallos son conscientes de su ilegalidad y se cuidan muy mucho de elegir el lugar y hasta de tomar medidas de seguridad.
«Se organizan muy bien», subraya Canales por la información recabada de Policía y Guardia Civil, que disponen de datos que apuntan a que se celebran esas batallas con cierta frecuencia, «pero ni todos los días ni todas las semanas». Aunque, reconoce, cuando se da una operación así «es que, sin duda, existe esta práctica». «Esto es la punta del iceberg», pues «no es fácil pillarlos con las manos en la masa». Las peleas son la clave para demostrar la ilegalidad, más allá de encontrar a gallos con partes «mutiladas y con marcas» y que suponen de por sí un delito contra el bienestar animal con penas de hasta un año de cárcel. Aunque, «no es fácil» incluso esto, pues «los esconden o los matan».
Poder llegar en el momento preciso «es sólo a través de soplos y confidentes que dan la voz de alerta», pues se organizan entre «grupos muy cerrados». «Núcleos en entornos familiares muy opacos en los que es difícil infiltrarse», reconocen desde las Fuerzas de Seguridad, que, aun así, aplican su «inteligencia» investigativa para cortar sus alas.

Sólo entre 2019 y 2021, tres operaciones en la provincia de Valladolid desmantelaron en Tordesillas una red que organizaba peleas de gallo con apuestas ilegales, cinco investigados en la capital con quince ejemplares también de la raza combatiente español con «mutilaciones» y hasta un tentadero con gradas, restos de sangre, plumas, gallos heridos y espolones afilados y hasta el dinero en metálico de las apuestas en el interior de una caseta a las afueras de Corcos del Valle. Un gran número de vehículos concentrados fue en esa ocasión la pista para los agentes, pero lo normal es que extremen las precauciones.
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Además de ser grupos que se conocen entre ellos, eligen para las peleas clandestinas el interior de naves en lugares que «no están a la vista». Son puntos de «difícil acceso» donde tienen «controlados» los accesos, con una «única» entrada y salida y hasta «centinelas» que si detectan presencia policial «gritan: 'agua, a correr todos' y en medio minuto desaparecen todos». «Se organizan muy bien», reconoce Canales en torno a una actividad que mantiene ese cierto arraigo en esta provincia. Aunque saben que «viene gente de otros lugares, incluso alejados de Valladolid y Castilla y León» a presenciar esas peleas que son más que ver desplumarse literalmente a dos animales a los que también se llegan a poner cuchillas en los espolones y son incluso entrenados caminando sobre cintas para fortalecer las patas –en la última operación, había una–.
Y acuden «a apostar». No hay cifras oficiales, pero saben que «se mueve mucho dinero», siempre «contante y sonante» que tampoco tributa como otros juegos a Hacienda. En el fondo, es la clave y el motor que alienta esta práctica ilegal que también se enfrenta a sanciones de hasta 30.000 euros por infracción muy grave de la normativa de Castilla y León que prohíbe expresamente las peleas de gallos.
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