CUENTAS SIN CUENTOS
Los aranceles también tienen efectos secundarios
Una UE dividida ha decidido convertir en permanentes las tasas a los coches eléctricos chinos. La medida se toma para proteger a los fabricantes europeos, pero algo no cuadra cuando son estos mismos los que advierten de que «este no es el camino»
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El pasado viernes una Europa dividida aprobó convertir en definitivos los aranceles a los coches eléctricos chinos. Al igual que el conjunto de la UE, las grandes potencias europeas tuvieron votos dispares. Mientras Alemania se opuso a la medida, Francia e Italia votaron a ... favor y España se abstuvo. Además y aunque en teoría la medida se toma para proteger a la industria europea, los grandes fabricantes europeos de automóviles se revolvieron contra los aranceles: «Son el enfoque equivocado», aseguraban. Probablemente, porque alguna de estas grandes compañías de la UE también fabrican en China para abaratar costes y ahora se verán afectadas por estas tasas.
Lo cierto es que no es esto lo único que sorprende de la votación del viernes. En Bruselas se daba por hecho que España votaría en contra después de las declaraciones que el presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, realizó durante su viaje a China el pasado mes de septiembre y que no sentaron muy bien en la Comisión. Desde Pekín planteó que la «UE debería reconsiderar su posición sobre los aranceles». ¿Por qué entonces en lugar de votar no, como ha hecho Alemania, sólo se ha abstenido? Hay quien dice que España necesita los coches chinos baratos para poder cumplir con su plan de energía y clima, que prevé 5,5 millones de coches eléctricos para el año 2030. Aunque sinceramente, ese objetivo parece inalcanzable por mucho coche chino que llegue a venderse en nuestro país. Haría falta vender un millón de eléctricos cada año para poder lograr esos objetivos, y en estos momentos se venden poco más de 100.000 y eso si sumamos eléctricos e híbridos enchufables.
Sea como fuere, y siendo cierto que el presidente español no debía haber hecho esas declaraciones por su cuenta y riesgo, la verdad es que Pedro Sánchez tenía su parte de razón. La imposición de aranceles no es inocua. China ya ha amenazado al porcino español y a otros productos europeos con los que puede hacernos daño, y entrar en una guerra comercial no es bueno para nadie.
Europa tiene muchos problemas, y uno de ellos es la falta de competitividad, pero eso no se resuelve a golpe de aranceles, sino eliminando burocracia y regulación, y de esa tenemos mucha en la Unión. Nos hemos puestos estupendos poniendo trabas de todo tipo a nuestros emprendedores, exigiendo a nuestras empresas que cumplan mil regulaciones,... y estamos empezando a pagar cara esa excesiva burocracia. Europa se ha dado cuenta de que tiene que apostar por la producción nacional y reducir la dependencia de los productos importados. Primero la pandemia y luego la guerra de Ucrania nos han hecho despertar del sueño de la globalización. Y en este sentido, podría entenderse esos gravámenes a los productos chinos para proteger a nuestra industria y e incluso la seguridad nacional. De hecho no solo Europa, Estados Unidos y Canadá también han impuesto aranceles a los coches eléctricos chinos.
Pero los aranceles también tienen efectos secundarios. Los coches eléctricos chinos ya no serán tan baratos, lo que dificultará la capacidad de los consumidores europeos para comprarlos. Y además la medida puede afectar a la competitividad de las empresas locales en el mercado global. Y eso sin olvidar que los aranceles también pueden tener un impacto en las cadenas de suministro globales. Y lo que es más peligroso y a lo que más miedo hay que tener es a que se desencadene una guerra comercial que no beneficie a nadie. De modo que por el bien de todos la UE debe seguir negociando para intentar lograr un acuerdo con China.
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