Hasta tres subidas de tipos este año o por qué debemos prepararnos para un periodo largo de alta inflación
Holzmann se refiere a dos o tres subidas de tipos «de 0,25 puntos porcentuales cada una» y esa sí es una pista efectiva
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Todavía en el pasado mes de septiembre, el BCE seguía asegurando que la inflación perdería fuelle por sí sola y al corto o medio plazo. Hoy ya nadie duda de que está fuera de control y la pregunta no es cuándo subir los tipos ... de interés sino a qué velocidad . El miembro del Consejo de Gobierno del regulador europeo Robert Holzmann nos da una importante pista: en una entrevista con el periódico austriaco Salzburger Nachrichten, ha adelantado que cree que «sería apropiado dar al menos dos o incluso tres pasos antes de final de año». Holzmann se esfuerza por deslizar un mensaje tranquilizador, asegurando que tales aumentos de tasas aún dejarían los tipos de préstamo significativamente por debajo de los promedios históricos, pero si nos atenemos a los mensajes tranquilizadores que el BCE ha seguido emitiendo hasta darse de narices con la realidad, conviene recibir esos mensajes con sentido crítico. Holzmann se refiere a dos o tres subidas de tipos «de 0,25 puntos porcentuales cada una» y esa sí es una pista efectiva.
«Si esto sucediera antes de diciembre, tendría el efecto de que, para 2023, las tasas de depósito para los bancos, que ahora son menos 0,5%, estarían en territorio positivo», calcula el director del banco central de Austria, que confirma la intención del BCE de comenzar a subir los tipos a partir de julio. Debemos prepararnos, por tanto, para este escenario. Y los mercados ya están descontando consecuencias.
Larry Summers, exsecretario del Tesoro de EE.UU. con Bill Clinton, auguró hace un año una inflación excesiva y el posterior desplome de los mercados financieros , a partir del momento en que los tipos de interés tuvieran que subir de forma rápida y más o menos violenta. Y eso ya lo estamos viendo: las bolsas mundiales han entrado en negativo, los bonos se han depreciado con caídas en torno al 4% y hay repuntes sensibles en el líbor y el euríbor. Pero esas consecuencias son relativamente manejables en comparación con los efectos con los que el nuevo escenario amenaza a las empresas y economías más endeudadas , como la española. El principal comprador de nuestra deuda, el BCE, ya ha decidido poner fin a esas adquisiciones. Una vez concluido el programa especial de compras contra la pandemia PEEP, la entidad ha acelerado la reducción de las compras al amparo de su programa tradicional APP. Este galimatías de siglas significa que el BCE dejará de comprar deuda en julio, según de Guindos, aunque ahora ya cualquier calendario resulta demasiado lento. El viernes, el jefe del banco central francés, François Villeroy de Galhau, abogó por el fin de las compras en junio y por que la tasa de interés del BCE sobre los depósitos se eleve a territorio positivo a fin de año. Sus palabras impulsaron instantáneamente el tipo de cambio del euro, de 1,0499 dólares a 1,0541 dólares.
Problemas de financiación para el Gobierno de España
A partir del verano, por tanto, el Gobierno español no podrá seguir financiando sus políticas con la misma facilidad, ni mucho menos. Nuestra prima de riesgo se disparó la semana pasada un 26% en solo cuatro días, hasta los 110 puntos básicos . Vuelve a niveles del estallido de la pandemia, aunque todavía lejos de los 537 puntos de agosto de 2012. Fue entonces cuando Mario Draghi pronunció el «whatever it takes», que hoy, sin embargo, no hará el mismo servicio a Christine Lagarde. El descuido con el que los bancos centrales han permitido que la inflación siguiera su curso durante todo el año pasado se basó en la experiencia previa. Desde la crisis financiera de 2008, el BCE, la Reserva Federal y demás autoridades monetarias han estado inyectando tanto dinero en la economía como querían sin que la inflación subiese significativamente, gracias a que la economía abierta y globalizada aseguraba una oferta casi infinitamente flexible, sin importar cuánto líquido se derramase sobre los mercados. Pero esa facilidad ha dejado de ser un hecho y las modificaciones de tipos ya no serán tan efectivas.
La guerra comercial de Donald Trump y la salida de Reino Unido de la UE ya indicaron una fragmentación de los mercados mundiales . La pandemia hizo el resto, haciendo crujir los vínculos de producción internacionales. Y además ahora, desde el 24 de febrero, el BCE es un banco central en guerra. Si bien la UE no está directamente involucrada en los combates en Ucrania, los boicots y los embargos hacia el mayor exportador de energía del mundo tendrán implicaciones económicas masivas. La oferta económica general está restringida, la energía y otras materias primas son cada vez más escasas y costosas.
El aumento de los costes de la energía está impulsando la dinámica de la inflación en una economía con evidente exceso de liquidez y tenemos ya sindicatos, como el todopoderoso IG Metall alemán, que reivindican subidas salariales del 8%. Incluso después de que termine la guerra en Ucrania, las cosas no volverán a ser como antes. Eso es al menos lo que advierte el presidente del Bundesbank, Joachim Nagel, que prevé “cierta desglobalización”. Las empresas tendrán que hacer las cadenas de suministro menos vulnerables, generando costes que tendrán impacto en la inflación. La transformación de la economía hacia una mayor sostenibilidad también podría tener consecuencias sobre los precios y los estudios del banco central alemán sugieren que esto contribuirá entre 0,3 y 1,1 puntos porcentuales a la inflación hasta 2030.
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