Darán que hablar...
Irene Briceño, la felicidad estaba en la piscina
Waterpolo
Madrileña de 17 años y jugadora del Canoe, ha encontrado en el agua su medio natural. Atrás dejó el baloncesto y serios problemas de salud para ganar un Mundial sub-18 y soñar con los Juegos Olímpicos
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Si hay una época del año capaz de cambiarle la vida a uno es el verano. Tiempo de viajes, descubrimientos y amoríos, puede afectar decisivamente en el destino de una persona. Como en el de Irene Briceño, una madrileña de 17 años a la ... que una concentración estival y un campeonato con la selección española sub-18 de waterpolo le han terminado de abrir los ojos para soñar despierta con un futuro brillante en la piscina. «Era mi verano, una vez acabado el Bachillerato... y de repente me llega la convocatoria. Pero vacaciones hay muchas y concentraciones con la selección muy pocas». Eligió bien, pues el sacrificio del viaje familiar para desplazarse al Centro de Alto Rendimiento de Barcelona tuvo recompensa. Irene entró en la lista para el campeonato del mundo sub-18 y España se proclamó vencedora.
Sin embargo el camino de esta joven deportista hasta el cajón más alto del podio en Chengdu (China) no ha sido sencillo, y no precisamente por tener que renunciar a unas vacaciones o a su tiempo con la familia y los amigos. Antes de probar las mieles del éxito Irene ha tenido que superar pese a su juventud obstáculos notables. El primero en 2015, con apenas 8 años, cuando tuvo que lidiar con un cáncer. Un carcinoma en la glándula salivar. Logró superarlo y tres años después, en septiembre de 2018, entró en el Canoe, pero para jugar al baloncesto. «Su hermano empezó a competir con el club y ella, cabezota como nadie, dijo que también», recuerda su madre, Maricarmen. Ni siquiera los fuertes dolores de cabeza que sufría desde unos meses antes la frenaron. Y no era una cuestión baladí, como determinó el diagnóstico de febrero del año siguiente: Malformación de Chiari, una dolencia relacionada con la morfología del cráneo y una presión anormal sobre el cerebelo. «Fue terrible para ella. Vomitaba mucho, los dolores eran salvajes, pero seguía con la idea de ser deportista de alta competición».
Irene perseveró y pese a las dificultades no dejó de jugar al baloncesto. Hasta que un día, durante una final contra el Estudiantes, una entrenadora de waterpolo del propio Canoe se interesó por ella y pidió a sus padres que fuera el lunes a jugar con su equipo. «Aquello fue abrirle la entrada del paraíso», recuerda su madre. De aquella prueba volvió decidida a dejar el baloncesto, comenzó a entrenar y ese mismo año le propusieron ir al Instituto de Alto Rendimiento de la Comunidad de Madrid. «Creo que la mentalidad del baloncesto le daba un factor diferencial y enseguida la cogieron, por delante de muchas niñas con muchos años de agua».
«Mi sueño es ir a unos Juegos y voy a por ello»
«El cambio al waterpolo fue porque sentía la necesidad de probar cosas nuevas. Me tiré a la piscina, nunca mejor dicho, y ha sido una de las mejores decisiones que he tomado en mi vida», señala la propia Irene, que además de enamorarse del waterpolo vio cómo el medio acuático redujo sus dolores. Y si los problemas físicos no habían sido obstáculo para hacerse un hueco en la pileta, tampoco lo fue empezar a una edad más avanzada que otras chicas o hacerlo en un deporte cuyo epicentro está en Cataluña, lejos de Madrid. «Estoy muy orgullosa, obviamente por el equipo, pero en especial de mí misma porque me lo he ganado. Llevo cuatro años, desde los 13, mientras otras compañeras llevan desde los siete años, y es complicado. Así que lo que he hecho tiene mucho mérito, no me importa decirlo».
El título mundial ha reformulado sus prioridades vitales, colocando al waterpolo por delante del doble grado en Ingeniería Informática y ADE que estudia. No tiene prisa, sabe que es joven, pero sí un objetivo claro: «Obviamente mi sueño es ir a unos Juegos y voy a por ello».
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