Premios PRincesa de Asturias 2024
Zorros, erizos, música y poesía: la celebración de las buenas personas
Fue un día de muchas preguntas. «¿Puede la poesía salvar al mundo?» «¿Cuándo llegará el tiempo de vendimiar los sueños?» «¿Por qué llueve si no se ve tanta nube?» «Señor Barbón, ¿qué opina de las revelaciones sobre Errejón?»
Felipe VI, en los Princesa de Asturias: «La historia nos alerta de las graves consecuencias de la polarización»

Fuera del teatro Campoamor, todas las conversaciones empezaban por el tiempo. Claro que los poetas lo son porque juegan al relámpago. Nada más subir al atril, Ana Blandiana soltó: «Como siempre que recojo un premio, mi primer pensamiento ha sido para Platón». ¿Y sus padres? ... A Ignatieff le pasó lo mismo con Shakespeare: «Escucho a Hamlet exclamar: 'si todos tuviéramos lo que nos merecemos, ¿quién escaparía a los azotes?'» Fue un día de grandes preguntas. «¿Puede la poesía salvar al mundo?» «¿Cuándo llegará el tiempo de vendimiar los sueños?» «¿Por qué llueve si no se ve tanta nube?» «Señor Barbón, ¿qué opina de las revelaciones sobre Errejón?» «¿Pero no tenía Goebbels un doctorado en filosofía?» «¿Y el doctor Mengele no había hecho el juramento hipocrático?» «Papá, ¿quién es toda esta gente?». Ignatieff dijo: «Soy uno de esos zorros que siempre deseó ser un erizo».
Antes, en la puerta del Reconquista se abrían paraguas y se estiraban cuellos, en un ejercicio que ya es un deporte ovetense, y de riesgo. Una señora se desmayó después de muchas horas en primera fila. La tuvieron que tumbar. «Las 'piernes parriba', oh», indicaba un hombre, como dirigiendo una obra. No muy lejos, una mujer gritaba: «¡Víctor Manuel, guapo!». De Ana Belén, que iba con él, no opinó. Tampoco su marido, imperturbable. Dos hombres se divertían señalando las ventanas y balcones donde había policías, celebrando la seguridad. Los periodistas de TVE se entretenían con el aplausómetro: «Carolina Marín es la que más se ha llevado». Y a los cinco minutos: «No, es Serrat». La espera agitaba las neuronas, invocaba la sorpresa. «Avilés es como Palencia». «Y Valladolid es lo contrario». «La excelencia es indiscutible». Los fotógrafos de Magnum posaron muy bien, dentro y fuera del teatro.
Una mujer explicó en RNE que estaba encantada porque había visto a su tercera persona favorita en el mundo: Luis García Montero. La primera era Serrat, por eso había venido desde Barcelona. Cerca, una sevillana se quejaba del frío y hablaba mucho: «Pues a mí la que me encanta es Satrapi. ¿Cómo se llama, Marianne?». Y ya en la ceremonia, Marjane se hizo escuchar: «Entre los que los biólogos denominan animales auténticos, es decir los mamíferos, el hombre es el único que mata a su hembra. Y calificamos ese acto como bestial, siendo así que ninguna otra bestia, fuera de nosotros, lo comete. Eso es la humanidad».
Como en el cóctel hasta los poetas hablaban de Errejón, era difícil no pensar en él, como cuando se te pega una canción del verano en lo más hondo del hipocampo. El Rey dedicó su discurso al concepto de persona. «La historia nos alerta de las graves consecuencias de apartarse de ese camino», sentenció. Y acudió a Thoreau: «Todo hombre tiene como tarea hacer su vida digna, hasta en sus menores detalles». Ay. ¿Puede la poesía salvar al mundo? ¿Y a los hombres?
Blandiana recordó a los presos que, en Rumanía, escribían versos en la cárcel y los pasaban de celda en celda gracias al código morse: es eso lo que nos separa de los robots, insistió. Fue la única premiada que citó a un español, Unamuno: «Me duele España». Pero a ella le dolía Rumanía, el mundo, el universo. Ignatieff se fue por Isaiah Berlin: «El zorro sabe muchas cosas, el erizo sabe una única cosa importante». Y Satrapi eligió a Saadi, un poeta iraní del siglo XIII: «Tú que eres indiferente a los demás / no mereces llamarte humano».
En el Reconquista, Serrat aseguró que no cantaría, pero cantó. Ya en la rueda de prensa del martes había avisado que solo se había retirado de los escenarios, no del arte. Eligió 'Aquellas pequeñas cosas' y lo acompañó una viola. Su discurso también breve, tres minutos: «Quiero dejar el recuerdo de un buen hombre, justo y agradecido». Casi nada. Dio las gracias a su mujer, a sus padres, a sus hijos y a sus nietos. Luego, la Princesa borró la distancia entre las décadas y se despidió con otra de las canciones del catalán: «Pelea por lo que quieres y no desesperes si algo no anda bien. Hoy puede ser un gran día y mañana también». Antes, invitó a los asistentes a comprar un billete para el tren de la esperanza. Aunque casi todos habían llegado en AVE.
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