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ESPAÑA CAÑÍ

La vocación de folclórica: de Lola a Rosalía

Han sido mujeres de valentía que han llevado una vida desabrochada, remontando una España negra y adversa, que es la que les tocó

Cuando Sara Montiel aprendió a leer

Lola Flores, en 1985 Archivo ABC
Ángel Antonio Herrera

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Folclóricas, lo que se dice folclóricas, ya van quedando pocas, porque van a la cárcel o las apaga el alzheimer. Pero la folclórica está ahí, con los brazos en jarra ante la noche, ante el hombre, ante el mundo. La folclórica es una diosa de ... sí misma, con el alma mirando a un tablao, y un clavel reventón como ajuar de la copla de hacer lo que venga en gana. La folclórica es tan españolísima como la paella, el taco o la siesta, y conviene levantar un rato el homenaje a la vida de folclórica, que es una extrema estirpe ya en remate de extinción, o casi, salvo los casos desflecados de Pantoja, o Lolita, o María del Monte, o Falete, si me apuran, más Rosalía, que yo diría que es un folclorismo eléctrico, de reguetón en chándal. Si miramos más lejos, nos salen Sara Montiel, Rocío Jurado, o Carmen Sevilla. Y Concha Márquez Piquer, o Marifé de Triana. Hasta acabar o empezar en Lola Flores. No reverencio las faenas laborales de estas señoras, pero procede aupar sus afanes biográficos, porque han sido mujeres de valentía, y han llevado la vida desabrochada, remontando una España negra y adversa, que es la que les tocó, en principio.

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