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A Fernando Adrián le toca la lotería con Garcigrande y logra su tercera Puerta Grande consecutiva
Justo Hernández pone la máxima clase en la Beneficencia, con una corrida de mucha calidad y dos toros –de bandera el bravo Bromista– que entregaron la gloria
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Corrida de la Policía: una tarde para salir escoltados

Andaba el ambiente caldeado en los alrededores de la plaza tras el atraco en el día de la Policía y con el remate de una Corrida de Beneficencia en la que no se encontró sustituto para Morante. Mejor que cualquier argumento hubiese sido ... el de que el genio de La Puebla es irreemplazable. Y cómo nos acordamos del maestro cuando salían toros con más clase que en Cambridge, con la calidad de un pase de Modric. Qué buena corrida lidió Justo Hernández, un genio ganadero. Nacidas para embestir sus hechuras: aquella armonía pedía rimas y poetas, aunque se toparon con toreros de más prosa que versos. Cotizaba al alza desde el sorteo que, al menos, media corrida embestiría. Porque, ojo, qué 'baraka' la de Fernando Adrián, el torero más injustamente tratado este San Isidro, ausente cuando debió de ser de los primeros en ser contratados tras su doble Puerta Grande de la edición anterior. Pues una tercera se ganó con un lote de escándalo: de excepcional clase su primero y muy bravo el último, de bandera. La lotería le tocó al madrileño, que supo jugar sus cartas con listeza. Y quien da lo que tiene, ya se sabe, no está obligado a más.
Ver al triunfador de 2023 era el principal revulsivo de una Beneficencia sin las campanillas de Morante y con un mano a mano sin sentido ni sensibilidad. ¿De verdad ni un solo matador ha hecho méritos para ocupar el puesto de José Antonio? Que San Isidro ha sido malo ya lo sabíamos, pero los encargados de la decisión final pusieron el punto sobre la i y lo dejaron aún más claro.
Vinieron Garcigrande –qué clase– y Fernando Adrián para darle lustre al festejo más importante del año, que tanto boato ha perdido en los últimos tiempos. Llegaba la revelación de 2023 con el aval de veintiuna salidas a hombros consecutivas antes de la cita más trascendental de su carrera. Era el paseíllo número 40 de su vida, el de su reencuentro con la capital. Y se topó con un toro de una calidad superlativa, de esos que dejan al descubierto la carencias de un artista, pero también potencian sus virtudes y su ambición. No había duda de esto último desde su bienvenida con cinco faroles de hinojos al Mediodía segundo, de bonitas hechuras, aunque algo lavadas. Tras el brindis a Doña Elena, que presidía el festejo desde el Palco Real, al garcigrande no pareció sentarle demasiado bien la apertura y el cambiado. Hasta desplomarse. «¡Y eso sin picar!», gritaron. El toro pedía la exquisitez del temple, que no siempre encontró, aunque nunca faltó el empeño. Y ahí quedó una serie de encajados naturales, la de más bella factura, la más ralentizada. Pero lo que despertó a la parroquia, lo que provocó el hervidero, fue un soberano arrimón frente al nobilísimo ejemplar, con redondos invertidos y un desplante a cuerpo limpio que sembraron la locura. Las bernadinas del broche y el cañonazo de su espada le otorgaron la primera oreja. Le agrió el triunfo inmediato Limonero, con una humillada calidad, pero de tan mermado poder (como lesionado) que era merecedor del pañuelo verde. «¡Toro, toro!», se enfadó el personal.
Pero faltaba un Bromista con mucha importancia, con la emotividad de la bravura. El nombre del último año sabía que ese sexto escondía el boleto al paraíso y descorchó la obra de modo explosivo, con cambiados y un toreo en redondo muy ligado de rodillas. Hervía la Monumental, con una pasión que rara vez se ha visto esta feria. La entrega del toro y del torero agitaban el corazón de la masa. Si Bromista humillaba por el derecho, con más profundidad lo hacía por el izquierdo, por donde se echó en falta una tanda más, como si al toro (el más pesador) aún le quedase carbón cuando marchó a por la espada. Perdió las manos Bromista y resbaló Fernando en el primer encuentro, pero lo cazó luego y Madrid le dio la llave de la gloria. Tres consecutivas. Sorprendió desde el tendido el abrazo con el empresario después de quedarse fuera del serial. En fin, Otoño debería ser suyo...
Corrida de Beneficencia
- Monumental de las Ventas. Domingo, 9 de junio de 2024. Corrida de Beneficencia. 21.834 espectadores. Toros de Garcigrande y El Pilar (3º), de armónicas hechuras, sin exageraciones, con mucha clase y de buen juego, pese al contado poder de algunos; destacaron 1º, 2º y, sobre todo, el 6º
- Sebastián Castella, de lila y oro: dos pinchazos y estocada desprendida (saludos tras aviso); pinchazo, estocada tendida y descabello (silencio); estocada (silencio).
- Fernando Adrián, de blanco y plata: estocada (oreja); estocada (silencio); pinchazo en los bajos y estocada (oreja). A hombros.
- Álvaro de la Calle ejerció de sobresaliente.
La notable corrida la había descorchado Achampanado, un 'dije' con un rítmico temple desde que salió de chiqueros y en el que se vio un sensacional tercio de quites. A las tafalleras de Adrián –preciosa la cordobina– replicó Castella con un remate al natural de categoría superior. Tanta entrega del animal en los inicios –¡cómo colocaba la cara!– la acusaría luego en la muleta, donde tardeó dentro de su notable condición. Para cuajarla de otro modo. Nada que ver tendría el remiendo del Pilar, ni tampoco acompañaría el fuelle al enclasado quinto, al que la sabia lidia de José Chacón–qué pedazo de tarde la suya, también con los palos– libró del moquero verde. Faltaba entonces el gran Bromista, el pasaporte a la tercera Puerta Grande de Adrián. Medio cielo fue de Garcigrande. ¡Qué clase!
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