Victoria de los Ángeles y Alicia de Larrocha: retrato de una amistad eterna y estelar
Una exposición en el Palau Robert de Barcelona celebra los doble centenario de la soprano y la pianista repasando los hitos de su vida y su obra
La maleta perdida de Victoria de los Ángeles

Como las mejores historias, también la de Victoria de los Ángeles y Alicia de Larrocha empieza con un misterio. Y de los grandes. Soprano y pianista coincidieron por primera vez en un estudio de grabación en 1941, después de que Victoria ganase ... un concurso y Alicia fuese la pianista contratada para acompañarla en la sesión que formaba parte del premio. Nacidas las dos en 1923, tenían dieciocho años y el más prometedor de los futuros por delante. El éxito internacional, la cascada de premios Grammy, el Disco de Oro por los 5 millones de copias vendidas de 'La Boheme'. A un lado 'Tori', al otro 'Lady Mozart'.
De aquella noche (o tarde) de estreno, sin embargo, no ha quedado apenas rastro. Únicamente el testimonio de las dos artistas. Se sabe, por ejemplo, que grabaron algunas arias de 'La Bohème' y 'Madama Butterfly', pero poco más. Ni el día que lo hicieron ni el contenido real de aquella grabación. De la cinta, claro, mejor ni hablamos. «La hemos buscado todos como locos, pero se ha perdido», lamenta el periodista y musicólogo Pep Gorgori.
De existir, hubiese sido la guinda, el inmejorable remate, a la exposición que el también colaborador de ABC comisaría en el Palau Robert de Barcelona y que, sin debut sonoro pero con todo lo demás, relata la amistad y eterna admiración de dos de los tótems de la música española a lo largo de los años. Victoria de los Ángeles y Alicia de Larrocha. Alicia de Larrocha y Victoria de los Ángeles. Estrellas internacionales, figuras capitales de la clásica y amigas durante más de medio siglo. «La música las unió», desliza el comisario, quien junto al director de escena Rafael R. Villalobos ha ideado una exposición que conmemora el centenario del nacimiento de las dos artistas a partir de sus principales hitos artísticos y vitales.



Se entiende todo un poco mejor al saber que el título de la muestra, 'Esa eterna admiración', proviene de una nota que Victoria le dejó en 1989 a Alicia en su hotel de Nueva York. «Con estas flores van mi más gran cariño y aquella eterna admiración por tu arte y tu fuerza de voluntad», puede leerse. La admiración, claro, era mútua. «No sabes, mi querida Victoria, lo mucho que me duele el no poder abrazarte como lo hacía antes. Yo comprendo lo que has pasado, y lo que estás pasando a cada momento», le escribe Alicia en 2003 en una de las cartas que, junto a fotografías, carteles, instrumentos musicales, partituras, notas del conservatorio, trajes, kimonos, diarios y todo tipo de objetos personales, subrayan los momentos clave de sus carreras y de su amistad.
Ginebra, 1947
No falta, por ejemplo, abundante material del concurso de Ginebra de 1947 en el que volvieron a coincidir seis años después. A Alicia, explica Gorgori, la eliminaron en primera ronda, pero Victoria ganó («y eso que llegó afónica porque el avión no estaba bien presurizado», apunta el comisario) y salió de ahí convertida en deslumbrante estrella. Su nombre empezó a cotizar al alza: el Wigmore Hall de Londres, la Ópera de París, la Scala de Milán, el Carnegie Hall de Nueva York… Mientras tanto, Alicia se seguía formando, actuando en España y esperando una consagración que llegaría un poco más tarde, en los años sesenta. «Practicaba con una manta encima del piano para no molestar a los vecinos», cuenta Gorgori al pasar junto al espacio que recrea la sala de ensayo de la pianista. Ahí están, también, los encendidos elogios que Arthur Rubinstein, Pau Casals y Xavier Montsalvatge, entre otros, dedican a la pianista. «Como recuerdo de la profunda emoción que su gran talento me ha causado», le escribió el célebre pianista polaco en… ¡1932!
Próxima parada, las giras interminables, los ratos muertos en aeropuertos y estaciones y el echar de menos a la familia a jornada casi completa. «Un día me llama Rafa y me dice: «Pep, tenemos el avión»», explica Gorgori. Y ahí está, en efecto, el avión: un pedazo de Airbus, con sus asientos y sus portaequipajes, que ilustra a la perfección una vida en la carretera y, sobre todo, en las nubes. «En su época de máximo esplendor, Victoria de los Ángeles pasaba seis meses en Estados Unidos, tres en Europa y otros tres de vacaciones», detalla el comisario. En esos viajes, Alicia aprovechaba para repasar partituras y memorizarlas. Victoria, por su parte, estudiaba, leía poesía, hacía calceta o escribía diarios como los que se muestran en las vitrinas. «Hemos ido a cenar a casa de Miravitlles. Ha venido Salvador Dalí y me ha parecido simpático aun a pesar de su 'bigote'... y su mujer», escribe en 1954. «Hemos salido en el Comet a las 4. ¡Qué impresionante! Hemos hecho escala en Roma, Cairo, (Sudan), Carthoum, Uganda, North Rhodesia hasta llegar a Johannesburgo», detalla en septiembre de 1953.
Luces y sombras
En 1971, tres décadas después de aquella grabación perdida, Alicia y Victoria actúan por primera vez juntas en público en el Hunter College de Nueva York. Con los años, repetirán en el Palau de la Música (1976), Ann Arbor y Washington (1979), Santa Maria del Mar (1985), Nueva York (1986) y Madrid (1993), hitos públicos de una amistad que deja también unas cuantas grabaciones conjuntas -la última, 'Cançó de comiat' de Toldrà en el año 2000- y emocionantes momentos de camaradería y compañerismo. Así , en 1998, cuando Victoria de los Ángeles atraviesa un delicado momento económico y emocional, Alicia de Larrocha impulsa un recital para recaudar fondos y recluta a Joaquín Achúcarro, Lucero Tena y Teresa Berganza. Poco después, en 2003, llegó otra nota. «Si en algo te he ofendido, de rodillas te pido perdón. Que Dios te bendiga y te convenza de todo lo que te admiro y te quiero», escribe Alicia a una Victoria que, golpeada por una depresión («depresión nerviosa», como ella misma anota en una de sus agendas), es incapaz de contestar las llamadas de su amiga.

Es la zona de sombras de una exposición que, junto a carteles dedicados por Marc Chagall, cartas de Elisabeth Schwarzkopf y muñecas compradas por todo el mundo, también muestra las radiografías de las manos de Alicia de Larrocha tras sufrir una lesión en 1968 y el informe del detective privado que Victoria de los Ángeles contrató para dejar constancia de las infidelidades de su marido. Mucho más luminosa es la zona que recrea un estudio de grabación y en la que los cuatro Grammy que ganó la pianista y el disco de oro de Victoria de los Ángeles comparten protagonismo con las cintas 'piratas' de recitales de Alicia de Larrocha.
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Su marido, explica Gorgori, se quedaba en casa con los niños, así que le pedía a amigos y conocidos que grabasen de tapadillo las actuaciones de su mujer para poder escucharlas en casa. «Al final llegó a acumular más de 500 casetes», apunta el comisario, que aprovecha para cruzar grabaciones de estudio con las versiones en directo de aquellas grabaciones.
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