Amparo Llanos, del Nirvana español a la vida lenta: «Dover no va a volver»
estrellas en mi menor
El grupo madrileño, heredero de la escena Seattle, fue un 'boom' en los años 90 cogiéndoles por sorpresa, sobre todo, a ellos mismos
Misoginia, convivencia con su hermana Cristina en la banda, turbulentas giras por México, acoso y derribo de la crítica... hablamos de todo y más
Capítulo 1 de 'Estrellas en Mi menor': Javier Molina

Doce años sin encender la tele. «Creo que no sabría ni hacerlo», dice Amparo Llanos, la exguitarrista, 'la rubia', de Dover. En su casa, cerca de la Puerta de Alcalá, no hay discos. Los tiene a resguardo, quizá porque ya no escucha canción ... pop al uso, con sus guarrerías emocionales, sino música formal y conceptual. Cuando coge una guitarra, trastea 'Devil Came To Me', su canción favorita del 'The Flame' y otra del 'Sister'. Lleva mucho tiempo sin rasguear cuerdas, y le ha golpeado un poco la melancolía.
Llanos está en fase contemplativa. Se dedica a pasear por el Retiro con amigas, ir al museo del Prado y a leer. Sobre todo, a leer: «Lo quiero leer todo». Su horario, más que europeo, es ártico: a las seis de la mañana arriba y a las diez, abajo. Se sabe una privilegiada, pero: «He trabajado mucho y bien». Una vida zen que concilia y contrasta con el pasado: «Quería conquistar el universo. Y cuando digo conquistar no me refiero a poner una pica en Flandes, no al éxito rotundo que nunca es malvenido, me refiero a esa vida en la carretera que es lo que motivaba mis anhelos, mis sueños y mi todo».
Majadahonda, principios de los 90. Amparo y su hermana pequeña Cristina están trabajando en la tienda de ropa de su madre, y avistan una marca catalana: Dover. «Estábamos ahí las dos una mañana, vimos la etiqueta y fue así sin más después de nombres muy rimbombantes», cuenta la mayor de las Llanos, que suma más de diez primaveras respecto a la fundadora del grupo, la que un día le propuso: «Ponte a tocar tú la guitarra. Yo me voy unos meses a Londres a buscar un trabajillo y a aprender inglés». Había fichado por Dover.
En 1995 vino el debut, 700 copias vendidas. ¿Mucho o poco? Se titulaba 'Sister', cómo no. «Esperaba haber vendido 1.500 copias. Me dolió», cuenta Amparo entre risas: «No nos quería ningún mánager, llamamos a todos y pasaban». Pero algo ocurrió: «Una mañana al abrir la tienda, un fan, que nos había visto en las fiestas de Majadahonda el día anterior, nos dejó un mensaje por debajo de la puerta. Era un día que jarreaba. Nos dijo que había venido a conocernos y que le había encantado, que tenía el 'Sister' y firmaba: 'Un fan empapado y devoto'. Aquello fue un impulso brutal para Cris y para mí». Algo más sucedió también después: su segundo álbum, 'Devil Came To Me', despachó medio millón de copias.
Los Nirvana españoles, les apodaron con razón. Amparo había sido la 'dealer' musical de su compi de grupo en su adolescencia. Escena Seattle, REM o Beatles, por ejemplo. «Yo reconocía el talento de Cris y Cris, el mío. Nos apoyábamos mutuamente e hicimos un tándem que podía con todo». Y tanto. 'Devil Came To Me' fue un super pelotazo inopinado que hizo huir al bajista de tan diabólico asunto. «Se produjo un efecto bola de nieve que crecía día a día. No teníamos aún mánager y nos llamaban a la tienda para conciertos. Si lo cerraba yo ponía un poquito más alto de precio, y si lo hacía Cris, más bajo. Era todo muy loco, y a la vez ensayábamos a lo bestia y teníamos nuestros trabajos».
'Aventados' en México
Dover cantaba en inglés, 'you know', un idioma que dominaban. ¿En el extranjero os querían? «Mucho en Centroeuropa. Nos habría encantado girar más en Estados Unidos o en Inglaterra, pero no teníamos estructura. En Europa teníamos un mánager alemán y nos organizaba giras por Austria, Suiza, Bélgica… Y en Alemania pasó como en España. De la nada a llenar lugares de 4.000 personas y los festivales potentes».
¿Y Suramérica? «Junto a Alemania donde más fans teníamos era en México. Pero eran muy pronto los 90. México miraba mucho a Estados Unidos y había emisoras de radio empapadas de música anglosajona. Pero había otra parte del público que cantando en inglés siendo españoles y, además, dos mujeres… No terminaban de verlo». De hecho, en el primer Vive Latino salieron a gorrazos y en todos los periódicos. «Empezaron a arrancar una placas de contrachapado del suelo y a tirárnoslas para 'aventarnos', como dicen ellos. Y Cris que no, y se puso a mentar madres y seguimos tocando. Le dieron a mi ampli que empezó a sonar la radio con interferencias, una batalla campal. Cuando nos bajamos, Cris dijo: 'Yo no vuelvo a México hasta que no hayamos vendido un millón de discos'».
¿Cómo asimilaron el éxito? «Es que no estábamos destinados a que pasara ni de coña. Lo gestionamos unos mejor que otros. Cris y yo, de cine. Jesús (el batería) creo que también. Y Álvaro fue la primera víctima, se fue de la noche a la mañana, comprendo que era muy fuerte. Nosotras teníamos ese espíritu grunge que no te dejaba hacer patochadas. No estaba bien ir de estrellita. Además Cris y yo éramos mujeres, y creo que eso no habría sido igual con cuatro hombres. Igual se les hubiera ido la pinza, más groupies y tal. Es más, de vez en cuando nos decíamos: 'Recuerda que eres una estrella'. 'Y tú también'», cuenta entre carcajadas.

Después lanzaron el 'Late at Night', 'I Was Dead For 7 Weeks In The City of Angels', 'The Flame'... hasta el electrónico 'Follow The City Lights', de 2006, y el africanista 'I Ka Kené', de 2010, con sus controversias por los giros estilísticos. «'Let me out' fue un hit instantáneo y 'Follow the City Lights', nuestro disco de más éxito desde 'Devil Came to Me'. Tuvo muy buenas críticas, pero una parte del público rockero se sintió traicionado. Les entiendo, era un cambio radical. Muchas acusaciones estaban cargadas de misoginia. Hubo acoso y derribo. Yo no escuché eso mismo cuando Bunbury se ponía boas de plumas y se pintaba las uñas de azul. Nadie le dijo vendido. O a U2. Un crítico de 'El País' dijo que no sabía 'si nos habíamos vuelto locas o era un exceso de confianza como compositoras'. A ningún tío le dirían que tiene exceso de confianza. A un hombre, el resultado guste o no, siempre se valora su confianza. En una mujer es exceso. ¿Qué quiere decir eso en un artista? Ese día decidí que ya no leía una crítica más. Nos hicieron muchas otras hablando de nuestro aspecto físico, para bien y para mal...».
Y más. «Aún hoy no se da la misma autoridad a una mujer que a un hombre. Si son jóvenes: qué sexys, qué ricas… pero todavía no tocan muy bien. Si un grupo de tíos hace alarde de no saber: qué malotes y sinvergüenzas». ¿Os sexualizaron? «Pagamos un precio por no dejarnos y porque era imposible, hablaban de que éramos una anomalía. Nosotras decíamos que nos consideraban 'media hembra'. Si no eres una mujer sexy, no eres una mujer. Ahora hay muchas artistas sexualizadas pero otras no. En nuestra época algunas había: PJ Harvey, las Breeders, L7…».
El final del cuento
Después de 24 años, un 27 de noviembre de 2016, Amparo anunció que Dover se separaba. Cris no quería seguir, y el cuento se acabó. Llevaban ya un año realmente fuera de servicio: «En el momento no lo quería ver, me daba miedo una vida sin Dover. Fue dolorosa la separación, porque implicaba una separación personal también. Pero una vez que lo acepté volví a tener esa unión profunda con Cris. Es que Dover estaba basado en el entusiasmo. Hace falta mantener a la niña dentro para hacer canciones de rock. No digo ser infantil, sino tener esa llama dentro».
Siendo hermanas, ¿la relación en el grupo enrarecía en la convivencia más de la cuenta? «Tuvimos alguna diferencia y pelea pero cinco en 25 años. Eran por yo decir: 'Vamos a hacer un bis'. Y era en una sala petada y con mucho calor en Alemania. Y: 'Yo no puedo más'. Y ahí teníamos nuestro 'rifi'. Pero cuatro cosas. Era increíble la confianza y apoyo mutuo. Teníamos una visión de lo que era estar en un grupo y hacer música clavada, y seguimos teniéndola. Nos entendíamos a todos los niveles. Pero, sobre todo, a nivel espiritual. El único momento fue al separamos».

Actualmente, Cristina está enfocada en escribir (ensayo y novela), y escucha muchísimo más rock que en los últimos diez años de Dover. Las hermanas mantienen una estrecha relación, se ven todas las semanas dos o tres veces. Pero nunca regresarán como banda. «Quien crea que volverá Dover por dinero, no va a pasar. No por nada, es que no vamos a volver. Yo soy de que nunca se sabe, pero Cris lo tiene clarísimo. Dice que ya dijimos lo que teníamos que decir. Respeto a los grupos que vuelven después de unos años. Sus fans lo agradecen muchísimo. Pero Dover era mucho más visceral. Le cueste a quien le cueste con el rollo de vendidos. Era todo muy de dentro, es así como entendemos el pop y el rock. Y hay que ponerse muy en forma para tocar en Dover, ahí no tocaba cualquiera», añade risueña.
Después de la 'big band', Amparo formó New Day, un 'power trio' de punk-rock junto a Samuel y Jota Armijos. Pero tras la pandemia, sacados dos discos, la cosa quedó en barbecho. «Los tres disfrutábamos en la furgoneta conduciendo, yendo a tal sitio u otro donde nos esperaba poca gente. Era divertidísimo. Además yo me había puesto a cantar por primera vez y me pareció lo más, es la bomba».
Pero ahora solo pueden las ganas de leer tras pasar momentos complicados familiares recientemente. «Yo disfruto de la vida muchísimo. Con Dover, con New Day y ahora me levanto por la mañana y pienso qué voy a hacer. Hemos pasado por una etapa dura, pero, en general, pienso que la vida es bella. De Cris no me siento capacitada para hablar sobre cómo se siente. Ella siempre dice que nosotras hemos sido personas con mucha sensibilidad, por eso somos artistas, y eso tiene su lado maravilloso, su lado creativo si sabes canalizarlo, pero tiene también esa sensibilidad que a veces te puede doler y meterte rejones. Pero es parte de quienes somos».
Otras estrellas en mi menor
Amparo ha compuesto tres canciones en tres años, una durmiendo (pudo registrar el estribillo con la grabadora antes de olvidarlo). Aunque la música, ahora, no es su elemento. También se ha desacostumbrado a los ojos de los demás, confiesa. Y, sin embargo, «es revelador que no suelto el local». También valora estudiar Filosofía. «Yo desde los 19 años hasta la pandemia no paré y tenía además una motivación fortísima para esforzarme en lo que me gustaba. Primero fue un trabajo, después Dover y, luego, New Day. Y me dediqué a ello en cuerpo y alma. Pero a partir del confinamiento fue como tener 10 horas al día para leer hasta que se me derrita el cerebro. Y me acostumbré a esa vida un poco contemplativa. Me ha gustado y me he dado una especie de tregua trabajadora». Es decir, ahora el tiempo es suyo. Para leérselo todo, pasear e ir al museo del Prado.
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