PUES DICES TÚ

Voz de agua

Las dos personas normales se toman unas aceitunitas en una taberna de las de antes, forrada de madera vieja barnizada de euforias y penas

Otros textos del autor

Las dos personas normales se toman unas aceitunitas en una taberna de las de antes, forrada de madera vieja barnizada de euforias y penas, paredes recubiertas de fotos, y hasta velas derramadas sobre velas que nadie enciende ya, y mucho menos a esas horas. La ... música suena bajito (algo de Carlos Cano). La primera persona normal dice:

—Pues no soy yo muy de vermú.

—No, no, si yo tampoco —contesta la segunda persona—. Si yo me he pedido una cerveza.

—Pero si me has dicho que me pidiera un vermú...

—Sí, claro. Pero tú.

—Pero si no me gusta.

—Pues habérmelo dicho.

—Si te lo he dicho. Y me has dicho que aquí hay que pedir vermú. Mucho botánico, me has dicho.

—Porque es verdad. Aquí se pide eso.

—Aquí se pedirá lo que sea, pero tú no te lo has pedido.

—Yo es que no puedo beber.

—¿Cómo que no puedes beber?

—Poder puedo, pero no me sale.

—¿Cómo que no te sale?

—Ya no. Me salía antes. Pero ahora duermo poco.

—¿Si bebes?

—No, no. En general.

—Entonces, ¿qué tiene que ver que bebas o no bebas?

—Es que el vermú me supera, ya lo sabes.

—Yo no sé nada.

—Pues ya lo sabes. No bebo.

—¿Y la cerveza?

—La he pedido cero cero.

—¿La has pedido cero cero?

—Sí.

—¿La has pedido cero cero y yo aquí, a punto de que me traigan un vermú, que ya sabes cómo se me sube a la cabeza?

—¿Duermes poco?

—Duermo perfectamente. Pero ya sabes cómo me sienta.

—Es un vermú muy bueno.

—¿Lo has probado?

—No. Pero aquí es lo que se bebe. Si no bebes vermú aquí, es mejor ir a otra parte. Aquí lo que se pide es vermú.

El camarero, un señor bajito e impenetrable, con calva de las de antes, de las de pelo alrededor, camisa blanca remangada, trapo al hombro y pantalones negros (los más sufridos), le trae a la primera persona normal su vermú. La segunda persona normal dice:

—¿Puedo probarlo?

Aunque la primera persona normal no da crédito, le acerca igualmente el vaso. La segunda persona normal lo huele.

—¿Esto es mucho botánico?

—¿Ahora vas a poner pegas?

—Es que no sé qué significa mucho botánico.

—Ni tú ni nadie. Pero lo has dicho tú.

—Será que tiene hierbas, ¿no?

—Será. ¿Vas a probarlo o no?

—A mí es que me supera —sentencia, llevándoselo a los labios—. Luego no duermo…

La primera persona normal renuncia a replicar nada. Recupera el vasito, mira el líquido, bebe con precaución y devuelve el vaso a la barra, gruesa como una viga.

En un bafle escondido termina de cantar La Lupe y se abre paso una voz de agua que se enreda en las columnas y en una cabeza de toro que ha vivido días mejores.

—¿Ese es Antonio Molina? —pregunta la segunda persona normal.

—Yo creo que sí.

—Qué bonito Antonio Molina, ¿no?

—Pues sí.

—A mí me gusta al final, cuando se enreda.

—¿Cómo que cuando se enreda?

—Al final. Cuando se enreda. Cuando se enreda al final. Cuando se pone a dar rodeos. Cuando dice una palabra y se queda ahí, sin avanzar, dándole vueltas a la misma letra, así, como haciendo curvas, como si tuviera todo el aire del mundo, que parece una manguera a medio grifo.

—Ah, ya, cuando se enreda. Ya sé lo que me dices.

Las dos personas normales levantan un poco la barbilla para escuchar mejor, la una con su cero cero, la otra con el vermú de hierbas. Hasta que Antonio Molina se hace un doble nudo, se desenreda muy bien y el aire de la taberna queda más limpio que antes, justo cuando un rasgueo de guitarra da paso a la siguiente canción.

—Pues dices tú, pero si el flamenco fuera así siempre, qué bonito, ¿no?

—Pero ¿Antonio Molina es flamenco?

—Yo creo que sí. Pero del normal, me parece, no del de quejarse.

—¿Cuál es el de quejarse?

—Pues no sé, el que es como una cueva, que te vas muy dentro muy dentro y en lo hondo sólo hay fuego. Y sale un señor que da miedo y se le nota muchísimo que en casa tiene las persianas bajadas.

—No sé cuál dices.

—O el que es una señora que tiene algo en el estómago que sólo lo saca cantando, que enseguida pone cara de que está teniendo un hijo.

—¿Y ese no te gusta?

—Gustarme sí que me gusta; me gusta mucho. Pero me da miedo.

—Ya, eso sí. Es que viene de las tripas, me parece.

—Pues eso es lo que le noto yo.

—Por eso lo cantarán sentados.

—Pues no me extrañaría nada.

—Por eso ponen una mano así, como para delante.

—Eso no lo he entendido...

—No, no, si yo tampoco. Eso lo he dicho por decir.

La primera persona normal mira el vaso y se da cuenta, con sorpresa, de que está vacío.

—Oye, pues muy rico el vermú. Yo creo que voy a pedirme otro... ¿Te pido algo?

—Total... Voy a dormir poco igual...

—¿Te pido una cerveza?

—Vale.

—¿Cero cero?

La persona normal se lo piensa.

—Mejor me la pides... —Se lo piensa un poco más—. Mejor me vas a pedir, si no te importa mucho, un vermú.

Artículo solo para suscriptores
Tu suscripción al mejor periodismo
Anual
Un año por 15€
110€ 15€ Después de 1 año, 110€/año
Mensual
5 meses por 1€/mes
10'99€ 1€ Después de 5 meses, 10,99€/mes

Renovación a precio de tarifa vigente | Cancela cuando quieras

Ver comentarios