cine y teatro
Oscar Martínez, actor y dramaturgo: «La izquierda habla de Latinoamérica en términos heroicos que no existen»
entrevista
Es el artista argentino más premiado y paradójicamente no vive en Argentina. Es lo que tiene opinar contra el poder. Sobre literatura, historia, populismo y cancelación habla Oscar Martínez en esta entrevista

Son las once de una mañana de invierno. Oscar Martínez viste un abrigo oscuro y muestra una sonrisa cálida. Es delgado, educado, exquisito. Posa con naturalidad ante la cámara y contesta con brillantez incluso al asunto más pequeño. El actor, dramaturgo y director teatral ... vive en España desde hace tres años. Uno de los actores argentinos más premiados y brillantes vive fuera de Argentina. Es lo que tiene opinar contra el poder.
Esta conversación, sin duda, promete. Acaso porque la está cayendo en Argentina es una cosa muy seria, ABC Cultural ha pedido a Jorge Fernández Díaz, Premio Nadal 2025 y uno de los mejores periodistas y escritores de ese país, que hiciera llegar una pregunta a su paisano y amigo Oscar Martínez. Envió dos.
Una de ellas era qué extraña Oscar Martínez de su país. «Tomé una decisión, digamos, conscientemente», contesta el actor. «Por eso lo que extraño es el país que ya no existe. El país que dejó de ser y en el cual yo no me sentía mal». Martínez habla del tema sin ninguna solemnidad. «Más allá de los afectos primarios, tengo cuatro hijas, tres nietos y mis amigos entrañables. Pero elijo vivir aquí por calidad de vida, por tranquilidad, por seguridad y por estado de ánimo».
Cincuenta anos de carrera
A sus 74 años, Oscar Martínez ha hecho más de 30 películas, 27 obras de teatro y una veintena de ficciones audiovisuales. En 2016, durante el 73° Festival Internacional de Cine de Venecia, se convirtió en el primer latinoamericano en recibir la Copa Volpi, concedido por su interpretación en 'El ciudadano ilustre', el mismo premio que en el pasado recibieron James Stewart, Toshiro Mifune, Gérard Depardieu o Marcello Mastroiani.
Comenzó en el teatro y de ahí llegó a las pantallas. ¿Cuántos hombres ha sido Oscar Martínez? En la película 'El ciudadano ilustre', de Mariano Cohn y Gastón Duprat, encarnó a un Nobel de Literatura; en 'Relatos salvajes', de Daniel Burman, brilló en el registro de humor negro; en 'Competencia oficial' tuvo un mano a mano desternillante con Penélope Cruz y Antonio Banderas... Las obras 'Toc, toc, toc' y 'ART' le dieron el aplauso de la crítica y el respeto de sus compañeros de profesión.
Martínez ha compartido amistad, pantalla y proyectos con los ya citados Penélope Cruz y Antonio Banderas, pero también con José Sacristán y Javier Bardem. Sobre su amistad con el ganador del Oscar, ha escrito Fernández Díaz. La crónica al respecto es interesante: «Se conocieron gracias a 'ART', que Martínez compartió con Ricardo Darín en escenarios españoles durante todo un año, y a muchas de cuyas funciones asistía Bardem, curioso por la técnica de los argentinos: luego cenaban todos juntos y hablaban de películas y de actuaciones».
Es autor de tres obras de teatro, Oscar Martínez interpreta, imagina y piensa como suelen hacerlo aquellos que están hechos de un material duradero: los clásicos irrigan sus palabras y gestos. Su mirada es escénica y dramatúrgica. Es un lector voraz y justo por eso comprende con tanta nitidez aquello a lo que se dedica. Escribió 'Ensayo general. Apuntes sobre el oficio de actor' (Planeta) y desde 2019 es académico de número de la Academia Argentina de Letras. A Martínez le va lo literario.
El escritor
Su Daniel Mantovani de 'El ciudadano ilustre' ha sido para muchos —incluido Mario Vargas Llosa— una de sus mejores interpretaciones y Carlos Saura le pidió que diera vida al Juan Dahlmann de 'El Sur', aquel relato de Jorge Luis Borges. A Oscar Martínez lo autoral lo interpela. «Siempre supe que iba a escribir. Lo hice a los 53 años. Fue mi primera obra. La hice en principio para mí, aunque después fue un éxito muy grande».
Aquella opera prima se tituló 'Ella en mi cabeza', que recibió el premio ACE a la mejor comedia en 2005 y fue estrenada en diversos países. A ésta siguieron 'Días contados', que tiene prólogo de Carlos Ulanovsky, y 'Pura ficción'. Ha escrito, y mucho. «Pero el actor está primero». Hace una brevísima pausa y prosigue. «Shakespeare era actor. El escenario te da un conocimiento real. Yo hubiera querido ser novelista. Era muy lector, amaba la narrativa, me gustaba mucho la novela y llegué a pensar en dedicarme a eso. Pero bueno, eran dos amores demasiado excluyentes».
La cancelación
El actor forma parte de una disciplina en la que el público y lo público se confunden, sobre todo en un momento de espíritu inquisidor. A la pregunta sobre quién está más desguarecido ante ese fenómeno, Oscar Martínez contesta sin rodeos. «Un pintor hace su obra, un escritor escribe su novela o su ensayo o lo que sea, y un compositor musical una obra, que está separada de él. En el caso de un actor no: es instrumento e instrumentista al mismo tiempo».
Los malentendidos e incluso la literalidad y poca o nula recepción de la ironía, el humor y la sátira forman parte de esta conversación. «Creo que tiene que ver con el personalismo. Hoy todo se lleva al terreno de lo personal: si escribes una novela sobre un violador serial, te conviertes en un violador serial. Se identifica al personaje con la persona, o se lo confunde digamos. No sé si estoy capacitado para opinar sobre eso, porque es algo muy complejo».
¿Existiría Gila?
El humor es un tema ineludible, sobre todo para un creador argentino. La tradición literaria , incluso la idiosincrasia de ese país, apela al ingenio y lo cómico como resorte de su lucidez. «No sé si estoy capacitado para responder a ese asunto». Martínez, una vez más, rehúye a cualquier atisbo de brochazo. «Hay una tradición que forma parte de la identidad, digamos. Así como también el tango es trágico. Sábato dijo que es un sentimiento triste que se baila, es la única danza triste, el doble sentido, una mirada...».
— ¿Está proscrita la risa? ¿Es peligrosa?
— El humor o la ironía tienen peor acogida. Son más confusas. Yo fui muy amigo de Miguel Gila, que vivió en Argentina. Era extraordinario. Inteligentísimo, cultísimo. Él hacía un humor ácido, por momentos negro, con la guerra, por ejemplo.
— Y no por eso fue crucificado. Al revés, tuvo éxito
— A veces me pregunto si existe alguien que ocupe ese sitio hoy. La verdad, no lo sé. En relación a la Argentina me pregunto lo mismo. Quino pertenece a una generación, pertenece a una época, Fontana Rosa mismo, a quien conocí, un tipo también extraordinario. Me pregunto cuánto hay, cuánto queda de eso.
— ¿La calle, acaso?
— Puede que esté en el habla, en la cultura popular, en el humor callejero. Sin embargo, pienso en aquel momento en aquella década de los sesenta en Buenos Aires fue como una explosión. No se limitó al humor, pasó con muchas otras cosas. Fue una época muy dorada desde el punto de vista cultural, muy esperanzadora, muy revolucionaria en el buen sentido.
Oscar Martínez endereza sus gafas. «No sé si eso sigue siendo como era. Convengamos en que está difícil hacer humor con el mundo como está. O está difícil ser optimista», una risa discreta, amarga o irónca incluso, le atraviesa el rostro.

Actores y política
Los ha habido actores escritores; actores directores; actores guionistas… pero también, y cada vez más, actores estadistas. Desde Ronald Reagan hasta Zelenski, quien pasó de protagonista de la serie 'Servidor del pueblo' a presidente de Ucrania. Como ya ocurrió en Italia con Beppe Grillo, creador del Movimiento 5 Estrellas, los nuevos populismos acogen a un prototipo de líder que mezcla y confunde al personaje mediático, el comediante o el influencer.
¿Qué clase de fascinación ejerce aquel que interpreta un papel? A juicio de Martínez, tiene que ver con el hecho de la representación de un papel, sin duda, pero también con un colapso de la clase política. «Después de la crisis del 2001, hice una serie en Argentina de un presidente en ejercicio. 'La Nación' publicó una nota acerca del fenómeno que se producía con mi imagen y la credibilidad que generaba. El título era algo así como 'El candidato más creíble'. Y me consta, porque después me llamaron para ofrecerme ser candidato de mucha jerarquía».
Candidato Mertínez
Pudiendo resultar hilarante esta anécdota en la que casi acaba (en la vida real) en la carrera para ocupar la Casa Rosada, Oscar Martínez mantiene el tono serio. «Argentina venía de una de las tantas crisis cíclicas, con un descreimiento absoluto de la sociedad en relación a la dirigencia política».
Aquellos fueron los años del «Corralito», como se llamó al decreto de Fernando De la Rúa que impedía a los argentinos retirar más de 250 dólares por semana y que desató una ola de protestas callejeras e inestabilidad económica. La sociedad argentina estaba ávida de respuestas y, sobre todo, de responsabilidades.
«Yo me daba cuenta, por ejemplo, en las entrevistas de promoción del programa, un montón de periodistas me hacían preguntes de corte político. No tenían que ver con la ficción, sino concretamente eran preguntas con un contenido ideológico y político esperando una respuesta mía, como si yo fuera el personaje».
— La pérdida de la democracia tiene memoria reciente. ¿Vuelve la tragedia como farsa?
— Hay un sistema que está crujiendo, porque hay mucha gente que queda afuera de la democracia, el mejor sistema inventado por el ser humano, , pero que ahora está cuestionada porque no termina de resolver los problemas acuciantes. Muchos jóvenes que ignoran el valor de la democracia y lo que ha costado, estarían dispuestos a aceptar un gobierno autoritario en la medida en que satisfaga ciertas necesidades de orden por ejemplo económico y eso es muy preocupante. Ya sólo nos falta que mañana un 'influencer' se convierta en candidato y en presidente de una nación…». Oscar Martínez hace una pausa y sonríe. Eso, en el fondo, ya ha ocurrido.



El teatro
Desde su llegada a España, Oscar Martínez ha hecho las series 'Galgos', de Movistar, y 'Bellas artes', de Gastón Duprat y Mariano Cohn, y en la que interpreta a un prestigioso (y elitista) historiador del arte. Sin embargo, Martínez es un hombre de teatro. Ahí comenzó y desde ese espacio piensa y ordena el mundo.
«El teatro lo hace el público. La gente ignora hasta qué punto la energía del público hace que esa función sea como es», explica Oscar Martínez, para quien, dentro de todo, el teatro tiene más posibilidades de persistir que el cine convencional.
«El cine no es un hecho vivo, después de todo es la reproducción de un fenómeno industrial. El teatro está ahí. Ves, escuchas la respiración de los artistas que están en el escenario y vives una experiencia irrepetible, única».
Para quien ha trabajado en todos y cada uno de los formatos dramáticos, la conclusión es clarísima: «El teatro es un arte colectivo. Por eso, en los proyectos, me fijo en su conjunto. El teatro ha existido miles de años. Y muchas veces se pensó que iba a desaparecer o que estaba en peligro de extinción, pero no ocurrió».
— Su alcance, sin embargo, es mucho más limitado.
—Un éxito teatral lo ven 200.000 personas, 250.000, sacando los musicales, que son otro fenómeno. No se puede ni comparar con lo que es un visionado de cualquier serie.
Cine y plataformas
Mientras las compañías de producción y distribución de contenido audiovisual en 'streaming' aumentan su cuota y suman por millones los nuevos abondos en todo el mundo, surge la interrogante sobre hasta qué punto nos enfrentamos a un cambio irreversible de paradigma.
— ¿Las plataformas han creado una nueva industria?
—El cine está en una crisis terminal. Y después de la pandemia, mucho más. La pandemia fue el tiro de gracia. La gente vio más cine que nunca en su vida, pero lo vio en su casa. Entonces, sacarla ahora de la casa para ir a una sala cinematográfica es muy complicado. Y como las formas de reproducción son buenísimas, tienes una imagen espectacular, un sonido espectacular...
— Se desplaza al espacio doméstico
—Ocurre que el vínculo que tiene el espectador en un cine no es el que tiene en su casa, donde para la película para ir al baño, para para cocinarse un huevo frito, suena el timbre y hay que ponerse de pie para abrir al repartidor.
— El acto de observar en grupo desaparece, por supuesto
—En una obra de teatro te comprometes a prestar atención, además lo estás viendo en comunidad, y eso también hace una diferencia. Estás viendo con público. Estás viviendo una experiencia colectiva, es una suerte de ceremonia. En tu casa no. Es invadido por lo doméstico. No apagas el móvil, en todo caso pones en pausa la película, si es que no la apagas y dices sigo mañana. Es muy diferente la relación del espectador con la obra. Es otra cosa.
Volver
Quien se marcha voluntariamente del lugar en el que ha nacido y vivido es poseedor de una amarga lucidez y una practicidad en ocasiones irrevocable. Tener claro el problema espanta cualquier vana ensoñación. Ese parece el caso de Martínez.
— Dijo querer vivir en un país donde fuese posible opinar sin ser demonizado.
—Creo haber dicho que yo quiero vivir en un país y bajo una forma de gobierno que permita que el que piensa en las antípodas de lo que yo pienso pueda decirlo sin ningún costo.
— ¿España es el lugar correcto para eso?
—Este tema de la polarización se está dando en todas partes. No vivo la política española como viví la argentina. Estoy al tanto de lo que ocurre, tengo mi propia opinión sobre ciertos temas, pero no tengo el grado de compromiso, no me implico del mismo modo.
— ¿Desearía volver?
—Yo quiero volver a lo que estaba antes. Eso no va a pasar, porque el daño que han hecho es muy grande. El daño que hizo el kirchnerismo es enorme. Han creado una cultura muy jodida.
—Para los que hablamos español ¿existe algo como una identidad?
—Hay una identidad general, que sería Hispanoamérica, pero tiene su identidad peculiar. El chileno no habla como el argentino, ni como el colombiano. Claro que existe una identidad y es muy interesante, digamos, que parta de un idioma que hablan 800 millones de personas.
—Una lengua común
—La hay. Y es muy poco lo que hemos hecho el idioma español. En nuestra industria nunca termina de conformarse un intercambio interesante con América, pero no deja de ser extraordinario saber que cuentas con un mercado posible de centenares de millones de personas.
—Entonces sí le incumben las identidades
—Desde ese unto de vista sí. No me interesan los nacionalismos. Tampoco esa reivindicación de lo latinoamericano, que proviene de sectores con los que no coincido en absoluto.
—¿A qué se refiere?
—Suele ser la izquierda progresista la que habla de Latinoamérica en los términos de heroicos, lucha y unidad que nunca se produce. Es difícil desbrozar eso. Claro que sería fantástico que estuviéramos más hermanados y más unidos.
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