Crítica De:
'Un gran señor', de Nina Bouraoui: mi padre, mi mundo
Narrativa
Una de las mejores escritoras en francés, publica una bellísima elegía o réquiem estremecedor en esta obra
Otras críticas de la autora

Una de las mejores escritoras en lengua francesa de la actualidad, Nina Bouraoui (Rennes, 1967), es autora de una quincena de novelas. Casi todas ellas están escritas en primera persona, tienen que ver con episodios de su vida y por ellas sobrevuelan temas como ... la infancia y la nostalgia por la tierra de sus ancestros, Argelia; la identidad y el género; el deseo y el amor homosexual; la memoria y la escritura, o bien la importancia de la idea de exilio, más allá de unos límites geográficos precisos. Ahora regresa con una pequeña obra maestra: 'Un gran señor', dedicada a la muerte de su padre. La excelente traducción se debe a Malika Embarek.
Hija de un argelino de Yiyel, en la Cabilia, y de una francesa nacida en Bretaña, la anterior y espléndida novela de Bouraoui aparecida igualmente en Tránsito, 'Mis malos pensamientos' (Premio Renaudot 2005) narraría de forma admirable, con una escritura precisa y sintética, filtrada sin cesar por matices llenos de emoción y poesía, el traslado en su adolescencia desde Argelia a Francia. Un paraíso perdido que no volvería y una serie de despedidas en cadena que jamás hallarían consuelo.
NOVELA
'Un gran señor'

- Autora Nina Bouraoui
- Editorial Tránsito
- Año 2024
- Páginas 196
- Precio 19 euros
Aquí, en 'Un gran señor', la despedida magnífica, desgarradora, en forma de carta o diálogo interrumpido, que sobrecoge y deslumbra a cada paso, es a su padre. A él, a este vínculo apasionado e imprescindible, Nina no solo le deberá el haber nacido sino una parte importante de lo que hoy en día es. «Mi pequeño mundo —dirá Bouraoui— se compone del suyo. Un día tuve la idea de un título para una novela: 'Yo soy mi padre', que no utilicé. Él ignoraba que estaba construido a su alrededor, que él marcaba el ritmo».
No siempre es fácil trocear y desvelar por segmentos, por instantes arrancados a la memoria, a los seres importantes de una vida, que nunca se dejan atrapar del todo con sus misterios. De pequeñas, tanto Nina como su hermana, debido a los continuos viajes y ausencias de su padre estaban convencidas que se trataba de «un agente secreto».
Siempre la animó, aceptando sin juzgarla su homosexualidad, y alegrándose con ella de sus primeros libros publicados
Ingresado ahora por un cáncer terminal en la unidad de paliativos de un hospital parisino, la gran escritora que es siempre Bouraoui logra elevar una bellísima e inolvidable elegía, o réquiem estremecedor, por un padre «que había hecho suyo París a su manera, como hizo suyo su barrio de Argel». Que siempre la animó, aceptando sin juzgarla su homosexualidad, y alegrándose con ella de sus primeros libros publicados, leídos «con avidez» y de toda su carrera y triunfos posteriores.
Alguien que siempre le hizo pensar a Nina en «un personaje de Jacques Tati, perdido en sus pensamientos, sus contradicciones, sus sueños incumplidos». Un culto y brillante alto funcionario internacional, que llegó a ser gobernador del Banco Nacional argelino, pero que luego, en el comienzo de las masacres, terror y atentados del «decenio negro» (1992-2002) abandonó su país. Durante años, cuando volvía a su barrio de Argel, los vecinos lo seguían llamando con respeto «por su título perenne»: «Señor Gobernador»
Esta funcionalidad es sólo para suscriptores
Suscribete
Esta funcionalidad es sólo para suscriptores
Suscribete