Los diarios de Amy Winehouse: «Sólo soy una chiquilla, una mierdecilla molesta y ambiciosa»
Libros del Kultrun publica en España 'Amy Winehouse, de su puño y letra', recopilación de entradas de diarios, letras de canciones y fotografías de la malograda cantante londinense, fallecida en 2011
Amy, dos horas de eternidad

A los dieciséis años, mientras asistía con notable desgana a la BRIT School de Croydon, la misma escuela de la que han salido otros astros ingleses como Adele o Tom Holland, las mayores ambiciones de Amy Jade Winehouse eran, por este orden, abrir ... un Dolly's Dinner, ser fotografiada por David LaChapelle, hacer una película «donde tenga un aspecto desagradable» y actuar con Michael Madsen.
La lista, escuetamente titulada, 'Ambiciones para cuando sea famosa' incluye otros apetitos y anhelos adolescentes como 'tirarse' a Huey, tener el pelo de Marilyn, comprar una casa en South Beach, conocer a Liz Taylor y Paul Newman y hacer una colaboración con Missy Elliott y Timbaland, pero también, o sobre todo, ser admirada. «Tener gente que me admire», escribe con esa letra pulcra y redondeada.
«Albergo, sobre todo, el sueño de ser muy famosa, de trabajar en el escenario. Es una ambición que me ha perseguido toda la vida. Quiero que la gente escuche mi voz y olvide sus problemas durante cinco minutos. Quiero que me recuerden por ser… Por ser tan solo como soy», anota en otra de esas confesiones manuscritas en pedazos de papel, cuadernos pautados y agendas escolares. Secretos que, quién sabe, quizá deberían haberse mantenido como tal, pero que la familia de la cantante ha ensamblado a dibujos de infancia, fotografías, boletines de calificaciones, listas y letras de canciones, algunas de ellas inéditas, para componer 'Amy Winehouse, de su puño y letra' (Libros del Kultrum), autorretrato póstumo ejecutado por sus padres Janis y Mitch Winehouse.

«En los doce años transcurridos desde su muerte, hemos llegado a la conclusión de que, con demasiada frecuencia, se ha relegado a un injusto lugar secundario su genialidad, y eso es lo que queremos celebrar hoy», defienden en el prólogo los progenitores de la autora de 'You Know I'm No Good'. El libro, publicado en Reino Unido el pasado mes de septiembre para conmemorar el que hubiese sido el 40 aniversario de Winehouse, llega ahora a España, justo a tiempo para alinearse con el estreno en cines 'Back to black', biopic de Sam Taylor-Wood y protagonizado por Marisa Abela. Al final, ya ven, si algo le sobra a Winehouse es fama. Y gente que la admire. Lástima que no siga por aquí para poder verlo.
Muerte por entregas
Porque Amy Winehouse, algo les sonará, murió el 23 de julio de 2011 en su casa londinense de Camden rodeada de botellas vacías de vodka. Tenía 27 años, dos discos que la convirtieron en reina díscola del soul siglo XXI y 416 miligramos de alcohol por decilitro en la sangre. «Suficiente para dejarla en coma y deprimir su sistema respiratorio», rezaba la autopsia.
En realidad, Winehouse, voz prodigiosa y desgarro de serie, había empezado a morir años antes, cuando el alcohol, las drogas y los tabloides le robaron la vida y el alma a dentelladas mientras su familia miraba hacia otro lado. «Sólo soy una chiquilla / una mierdecilla molesta y ambiciosa / que sueña con tener una pelambrera / y cantar para todo el mundo», escribió en 1998, años antes de entrar a grabar 'Frank' y gastarse su primer anticipo en una guitarra y un equipo de alta fidelidad 'de colores resplandecientes'.



«Soy una persona tan autodestructiva que siempre tengo material a mi disposición para inspirarme», leemos ahora en una de las citas seleccionadas en un libro que pone el foco en la infancia y la adolescencia, en los años de formación, y orilla la tragedia y el cataclismo. Amy Winehouse antes de Amy Winehouse. Sin dramas. Sin drogas. Sin el fantasma de Blake Fielder-Civil revoloteando en los márgenes. «No podemos blanquear la historia de Amy. Sí, era adicta y sí, su vida también era un caos. En última instancia, lamentablemente, sus adicciones le robaron, y nos robaron, su vida. Pero esas son circunstancias e imponderables en los que no es nuestra intención extendernos aquí», aseguran sus padres. Así que nada de relaciones tóxicas, drogas duras ni giras que la dejaron para el arrastre.
Bulimia
Sus diarios están salpicados de guiños a los desórdenes alimenticios que sufría desde los 17 años («nada de carbohidratos, ¡guarra!», escribe un 26 de octubre; «el deseo de estar delgada», anota en una lista de ideas para canciones), pero a la bulimia que según su hermano Alex la debilitó trágicamente ni se la menciona. Sí que aparece, casi al final, un dibujo de su paso por un el juzgado en 2009 acusada de agredir a una bailarina. También, más pistas, una lista de cosas a tener siempre en la nevera en la que los primeros puestos los ocupan, por este orden, vodka, kahlúa y Baileys. «Abre el frigorífico buscando cualquier cosa que pueda haber dentro / Ella debería comer, pero eso tendrá que esperar», escribe en enero de 1998 en un poema-letra titulado 'Thing one'.
En un principio, porque siempre hay un principio, Amy Winehouse quería ser periodista, garabateaba con caligrafía párvula letras de Michael Jackson, hacía listas de casi cualquier cosa y, con nueve años, formó junto a su amiga Juliette Sweet-n-Sour, su propia versión de Salt-N-Pepa. También amaba locamente al Lennon & McCartney («mi amor por los Beatles me mantiene centrada»), le dedicaba poemas a su gata Katy y empezaba a sospechar que el amor no correspondido sería un buen carburante creativo. «Exhausta, enferma / Y llena de porquería / A eso le llamo poesía / Aún así… mi fin llegará», escribe en 1997. Catorce años y toda una vida por delante. O eso parece.

Subyace ya la sensación de saberse diferente. De no encajar. «Puede que sea un poco excéntrica y ruidosa, quizás rarita, pero eso pasa porque la gente apenas me conoce. La mayoría de la gente no me quiere conocer, a la mayoría les hace feliz pensar que soy la chiflada de la clase. Me encanta ser ruidosa y malhablada con la gente, porque es como soy».
La música, los versos heridos de 'Wake up alone' y 'Love is a losing game', acabarán siendo su salvación. Y también su condena. «De no disponer de este medio para transmitir mis experiencias, estaría perdida», confiesa. Pero antes del éxito de 'Back to black' y del atracón de Grammy; antes de las actuaciones tambaleantes y las portadas sensacionalistas, lo que hay es un indomable ardor adolescente, una pizca de ira desconcertada. «A veces me pregunto si habrá alguien ahí fuera que esté tan loca como yo. Que sepa quiénes son los Beatles y mucho más sobre John Lennon que yo», desliza poco antes de arremeter con dureza contra sí misma. «A veces llego a sentirme llena de tanto odio que no logro controlar mi temperamento y me obligo, literalmente, a tumbarme hasta lograr tranquilizarme (...). Odio mi temperamento. A veces llega a apoderarse de mí hasta el punto de que me hace llegar a ser violenta físicamente con aquellos a quien quiero. Ahora mismo estoy escribiendo para liberar toda la rabia contenida».
Y al final, no se sabe si en arrebato de ternura o en un desliz francamente torpe, la última cita, el último clavo en el ataúd. «Tengo todo este tiempo para lograrlo. Eso es lo emocionante, tengo años para hacer música», leemos. Fundido a negro y, de fondo, el estribillo del 'You're wondering now' de los Specials cantado con voz satinada por la propia Amy: «you're wondering now / what to do, now you know this is the end»
Esta funcionalidad es sólo para suscriptores
Suscribete
Esta funcionalidad es sólo para suscriptores
Suscribete