1992, el año de los mejores Juegos de la Historia
Jordi Canal focaliza la atención en el momento histórico de los Juegos Olímpicos de Barcelona en 1992. Año de luces y sombras

Hace unos meses Jordi Canal anunciaba una colección nueva en Taurus dedicada a la historia de España del siglo XX, en la que se rememorarían en cada libro días trascendentales en el decurso de nuestra historia . Inauguró la serie José Carlos Mainer ... con un libro sobre el 17 de diciembre de 1927, escogido ese día como hito del triunfo de la literatura, el día en que se impuso la memoria de la literatura, con la figura de Góngora al frente, sobre el atribulado presente político. Juan Francisco Fuentes , en otro libro de la colección, nos analizó el 23 de febrero de 1981, referencia que arrastra todavía algunas incógnitas que desbroza sutilmente el autor del libro, diferenciando la realidad de lo que fue respecto a las especulaciones del imaginario en torno a lo que pudo ser. Esperamos con ansiedad nuevos libros en esta colección como el que Pérez Vejo dedica al 3 de julio de 1898 o el de Mercedes Cabrera al 11 de marzo de 2004.
Acabamos de leer el libro publicado por el propio director de la colección, Jordi Canal, experto reconocido en la historia del carlismo, la historia de Cataluña , el análisis del proceso independentista, el presente y el futuro de la Monarquía… con volúmenes magistrales de historia contemporánea de España. Jordi Canal tiene a sus espaldas un impresionante conjunto de publicaciones que guardan en común una singular capacidad crítica, recelosa siempre de tópicos simplistas.

Papel decisivo
Su libro sobre el ‘25 de julio de 1992. La vuelta al mundo de España’ focaliza la atención en el momento histórico de los Juegos Olímpicos de Barcelona, tan presente en el recuerdo de las personas de nuestra generación. El libro es un tributo a la memoria de aquel mítico 92 , el año que tanta nostalgia puede evocarnos, aquel tiempo en el que fuimos felices, el año de los mejores Juegos de la Historia, de triunfos deportivos inéditos hasta entonces, de culminación de nuestra integración en el mundo, del fin de la soledad española, del último legado narcisista del Gobierno socialista. Un año de luces, pero también de sombras que Jordi Canal no duda en exhumar tras la épica de la vuelta al mundo de España entre aplausos y vítores.
El autor del libro analiza todos los detalles del proceso organizativo y del desarrollo ceremonial de los Juegos, con información precisa sobre cada uno de los personajes que tuvieron protagonismo antes, durante y después , desde Samaranch a Maragall pasando por el Rey. Se detiene en el análisis de la «década prodigiosa» (1982-1992) previa a los Juegos, en la que se describen los atentados de ETA y los últimos coletazos de Terra Lliure, la escalada del pujolismo que, con sus concavidades características, no dejó de poner palos en las ruedas de la dinámica olímpica, y e l canto de cisne de la España bilingüe y mestiza que representó maravillosamente el «amante bilingüe» de Marsé. El éxito final, tal y como el propio Maragall subrayó, puede atribuirse mucho más al esfuerzo del Estado que a las intenciones efectivas de la Generalitat catalana.
¿Qué queda de aquella Barcelona autosatisfecha y feliz? Se ha pasado al provincianismo
La perspectiva de los Juegos desde Europa se la proporciona a Canal el testimonio de Valentí Puig , corresponsal entonces de ABC en Londres. Especial interés tiene el capítulo dedicado al rey don Juan Carlos al que se le asigna un papel decisivo en la proyección internacional, la llamada vuelta al mundo de España, que recibió una extraordinaria inyección de autoestima y de normalidad inolvidable . «Una sociedad y un país nuevo reconfortado desde la Transición que reclamaba otra mirada desde el exterior alejado de tópicos gastados, el tiempo en el que se pedía un lugar más adecuado y activo en el concierto de las naciones».
Ha pasado mucha agua por el río de la historia desde entonces, desde aquel mítico 92. ¿Qué queda de aquella Barcelona autosatisfecha y feliz? De la vuelta al mundo me temo que se ha pasado a la introversión y al camino, como dice Canal, hacia el provincianismo. Pero esa es otra historia.
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